Desde tiempos ancestrales el hombre trata de explicarse su existencia en el tiempo, preocupado por estar destinado a la desintegración en la naturaleza. Se inspira en la observación de los cuerpos celestes y el asombro en general ante la naturaleza, ante la infinidad de la bóveda celeste, se siente subordinado a las fuerzas de la naturaleza. La dinámica cíclica de los astros la entiende como una pugna eterna entre el bien y el mal, esto lo lleva a concebir la vida como un eterno ciclo de renovación.
La concepción mágica de la existencia
Desde el momento en que ocurre esa conciencia del hombre ante el universo, y aunado a su anhelo por participar en esa dinámica astral de fuerzas invisibles, surge lo que Guido Munch llama la concepción mágica de la existencia, la cual está latente en todo pensamiento religioso.
En la antigüedad no hubo grupo humano que no fundara su existencia en la participación con seres divinos. Por lo general ligados a lo que representaba simbólicamente la naturaleza en las mentes de los hombres. Indagando algunas palabras de uso actual, se puede ver que su raíz da cuenta de ese pensamiento mágico y simbólico; por ejemplo, “materia” proviene del latín “mater”, que significa “madre”.
El pensamiento mágico
Con el surgimiento del pensamiento mágico, surgen también los especialistas en leer e interpretar los astros, las señales, el cielo, los presagios. Es decir, tenían esa capacidad de situarse en algún punto no terrenal de la existencia y dialogar o pedir consejo a las deidades, ya fuera en nombre de una colectividad o de un individuo.
Con el pasar de los siglos, este pensamiento mágico fue evolucionando y tomando diversas formas en las distintas civilizaciones. Por ejemplo, en la antigua Grecia se empieza a forjar la imagen arquetípica de las brujas de la mano de Horacio en su libro Sermonorum, basándose en las diosas Cirse y Medea, que tenían poderes para dominar a la gente.
La magia, patrimonio simbólico de los grupos dominados
Desde el surgimiento del cristianismo, todas estas creencias fueron quedando relegadas y satanizadas dentro del discurso legitimador y moralizante de la Iglesia católica, encontrando eco y difusión en los ámbitos rurales. Es a partir de este momento que la magia adquiere ese carácter subversivo y de consuelo del que habla Munch como patrimonio de los grupos oprimidos o subyugados. “La magia siempre ha sido patrimonio simbólico de los grupos dominados, nacida de la angustia y la desesperación, de la necesidad de vivir. Manifestación de los deseos reprimidos de rebelión […]”.
Para diferenciarse de las creencias antiguas o paganas, la Iglesia católica instaura la idea del milagro, teniendo como diferencia con la magia antigua la intervención de Dios. Cabe aclarar que pagano viene del término “pagani”, que designaba a la gente del campo. Los primeros cristianos decían que la magia era la religión de los paganos, de los campesinos cuyas creencias estaban estrechamente vinculadas con la naturaleza.
La influencia del paganismo en el cristianismo
A pesar de que el cristianismo toma su distancia y condena todas estas prácticas mágicas milenarias, la influencia de estas en el discurso y el imaginario cristiano se puede comprobar, por ejemplo, con la imagen del diablo con rasgos de macho cabrío. Esta imagen tiene sus orígenes en los primeros grupos humanos de cazadores y recolectores, quienes, dentro de su pensamiento mágico-religioso, pensaban que, para tener una buena cacería, debían vestirse con pieles de animal y astas de venado o ciervo en la cabeza.
Eventualmente esta imagen pasó a formar parte de sus deidades, y para la época de Roma, estaba representado en el Fauno, dios de la agricultura y la ganadería. Los padres católicos de la época del cristianismo primitivo relacionaban esta imagen con el mal, debido a su bestialidad y relación con el sexo, convirtiéndose así en la imagen del Diablo por excelencia.
Como puede verse, no se trata de concepciones surgidas durante la Edad Media o algún periodo en específico de la historia, sino que son parte de un largo proceso –desde la prehistoria- de transmisión y conservación de prácticas y pensamientos que le dan sentido a la vida de las personas que participan de esa concepción mágica de la vida.
Un subsistema de la cultura
Muchas veces se usan indistintamente los términos magia, brujería, hechicería, curandería como sinónimos. Munch define la magia como “un subsistema de la cultura en el que prevalece una visión sobrenatural del mundo”. Afirma también que los especialistas “tienen la capacidad de situarse en el intersticio que une al cuerpo con el alma”. La magia se funda en la participación con un poder superior, existe donde la frontera de la imaginación y la realidad es difusa. El origen de la palabra magia es posible que se encuentre en el nombre que recibían los especialistas en magia del imperio persa antiguo: los magi.
Tanto brujería como religión tienen en común a la magia. Es decir, todas las religiones tienen su origen en el pensamiento mágico, en ese anhelo de comprender lo que está más allá de los sentidos. La brujería es ese conjunto de prácticas mágicas de la antigüedad que fueron sobreviviendo y cambiando con el pasar de los siglos. A la sombra de la condena del cristianismo, situándose principalmente en los ámbitos rurales de Europa.
Se puede decir entonces que el término brujería tiene que ver con una construcción ideológica en la que el cristianismo pinta su línea para distinguirse de las creencias paganas antiguas, estigmatizándolas como ritos satánicos.
Con información de Guido Munch Galindo, “La magia tuxteca”.