El trabajo de cuidado es el gran nudo en la concreción de la igualdad de género. El primer obstáculo para las mujeres es el tiempo y esfuerzo que se dedica a las actividades del cuidado.
Desde niñas su formación, trabajo, recreación y descanso son muchas veces obligadamente postergados. El mercado de trabajo está diseñado para mantener esta marcada barrera. Pues el ideal de trabajadora es una persona que no tenga otras responsabilidades que distraigan su tiempo dedicado al trabajo.
Contexto pre Covid
Antes de la pandemia del COVID-19, en América Latina las mujeres dedicaban de 22 a 42 horas a las labores del cuidado. Según las condiciones de cada hogar y su nivel socioeconómico este tiempo aumenta, por ejemplo en hogares sin acceso al agua potable aumentará entre 5 a 12 horas. En otras regiones del mundo sigue siendo un promedio de treinta horas semanales.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) un empleo promedio comprende 40 horas semanales.
En Pandemia los trabajos de cuidado recayeron con más peso sobre las mujeres. Porque con el confinamiento y aislamiento social, los trabajos que estaban encargados a las mujeres, como los de salud y educación, se mantuvieron en espacios públicos pero fueron redoblados en los hogares. Por ejemplo el acompañamiento escolar.
Barreras creadas por el metabolismo del Capital
En las instituciones históricas que el metabolismo del Capital ha absorbido (Estado, mercado, familia y vida comunitaria) se han establecido separaciones que, aun sabiendo que son artificiales, han delimitado y establecido barreras a nuestra vidas que recaen sobre las mujeres.
Para el capitalismo una cosa es el capital y otra la vida, la naturaleza, la familia. Para el capital todo al fin de cuentas es propiedad privada.
Estereotipos de género como instalación del pensamiento
Al desdibujarse la vida colectiva en tribu donde las tareas eran compartidas y distribuidas, se conforman familias bajo la construcción social de una visión del amor que hace a la mujer renunciar a sí misma para dedicarse al hogar, esposo e hijos, con la mayor dificultad que implica desarrollar estas tareas de forma individual.
El ideal de un sentimiento perpetuo, unión hasta la muerte donde el amor todo lo soporta, la hace ver como fracasada e incompleta si su relación no funciona.
>>Explotación al cuadrado. Parte I<<
Con la instalación del pensamiento de haber nacido para eso, condicionadas estructuralmente a la pasividad, resistencia y tolerancia. Instala la culpa como un patrimonio femenino al punto que la mujer misma cree y educa a otras con la creencia del rol que ejecuta.
Se imponen estereotipos de género desde tan temprana edad que las personas terminan pensando que realmente son sus gustos y preferencias; cuando la mayoría de las acciones son reflejo de lo que se aprende en sociedad.
El Estado, complice de la violencia
El estado es cómplice de la violencia, si no reconoce ni remunera los trabajos de cuidado pasa a victimizar a las mujeres que deben realizarlo. Ya que, hace más difícil el desarrollo de capacidades técnicas y participación en el mercado laboral remunerado. Lo que desencadena en dependencia económica, no dejándole otra opción que seguir amarrada a su sustento.
Es indispensable reconocer el trabajo de cuidado como deber social de todos y todas, pues existe la corresponsabilidad de devolver los cuidados que se han recibido. Caduca la concepción obsoleta del ciudadano, los y las humanas no nacen adultas, ni pasarán su vida sin requerir de cuidados. La idea ficticia de una sociedad constituida por sujetos libres e individuales no tiene sustento en la realidad ni sostenibilidad como proyecto.
Somos seres interdependientes, desde el nacimiento hasta la muerte. El capital pretende mercantilizar los trabajos de cuidado, pero como todos los productos del mercado quedará relegado a las personas que tengan el poder adquisitivo para costearlo. Por tanto es imperativo avanzar hacia la socialización de los mismos, para una distribución justa y equitativa de las labores que sustentan la vida humana.