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El abuelo alimentador (II): el guajolote en las fuentes históricas de la conquista

Segunda parte de un contenido histórico sobre la trascendencia cultural del guajolote en mesoamerica. Durante la primera entrega se sentaron las bases argumentales que deben ser leídas para entender el texto que se reproduce a continuación. Para ello haga click aquí.

La valoración del guajolote dentro de las fuentes suele ser, incluso, paralela; mientras que mayormente en las fuentes de tradición española existe una descripción de su físico, sabor, preparación para algún platillo o la comparación con las gallinas de Castilla.

En las fuentes de tradición indígena se emplean recursos literarios para su descripción o bien es expuesto el animal en pasajes míticos o estilos similares. En Historia de las Indias se encuentra este animal, cuando Fray Bartolomé de las Casas dice:

“El Rey o señor de las tierras mostró con verlos gran contentamiento; mandándoles traer de comer, trujéronles de su pan de maíz, mucha carne de venado, muchas liebres, perdices, tórtolas, gallinas muchas de la papada no menos y quizá más excelentes que los pavos, fruta y otras cosas”.

Hernán Cortes en su Primera carta de Relación menciona: “crían muchas gallinas como las de Tierra Firme, que son tan grandes como los pavos”.

En este sentido, Fray B. de Sahagún suele dar datos más explícitos:

“las gallinas y los gallos de esta tierra se les llama totollin , son aves domésticas de buen comer son de diversos colores, unos blancos, otros rojos, otros negros y otros pardos; los machos se llaman huexolótl, la cabeza es de un azul en especial cuando se enoja , es sejijundo, tiene un pico de carne que les cuelga sobre el pico, bufa, hínchase o enrizase”, afirma Fray.

“Los que quieren mal a otros danlos comer o a beber aquel pico de carne blandujo que tienen sobre el pico, para que no pueda armar en miembro gentil. Hay gallinas monteses y gallos; son como las gallinas y los gallos domésticos de esta tierra, así en el tamaño, como en la pluma, como en todo lo demás, son de muy buen comer”.

Asimismo, Landa nos dice en su capítulo L que: “La abundancia que tiene esta tierra de aves es maravilla grande, y tan diversas, que es mucho alabar al que de ellas las hinchió como de bendición. Tienen aves domésticas y que crían en las casas como son sus gallinas y gallos en mucha cantidad, aunque son penosos de criar.”

Y en otro capítulo nos habla sobre una festividad que realizan los indígenas:

“El año cuya letra dominical era Kan, era del agúero Hobnil, y según ellos decían reinaban ambos por la parte del medio día. Este año, pues, hacían una imagen o figura hueca de barro del demonio que llamaban Kanuuayayab, y llevábanla a los montones de piedra seca que tenían hechos por la parte del mediodía; elegían un príncipe del pueblo, en cuya casa se celebrara estos días la fiesta, y para celebrarla hacían una estatua de un demonio al que llamaban Bolonzacab, la que ponía en casa del príncipe, aderezada en lugar público y al que todos pudiesen llegar”.

“Hecho esto se juntaban los señores y el sacerdote, y el pueblo de los hombres, y teniendo limpio y con arcos y frescuras aderezado el camino, hasta el lugar de los montones de piedra en donde estaba la estatua, iban por ella todos juntos, con mucha devoción”, comenta el referido autor.

“Llegados, la sahumaba el sacerdote con cuarenta y nueve granos de maíz molido con su incienso, y ello lo arrojaban al brasero del demonio y le sahumaban. Llamaban al maíz molido solo zacah y a la (bebida) de los señores chahalté. Sahumaban la imagen, degollaban una gallina y se la presentaban como ofrenda”, concluye Landa.

De esta forma, se evidencia la trascendencia cultural del guajolote, no solamente para el mundo hispano parlante, sino también para a aquéllas comunidades indígenas que veían en este animal más que un simple alimento.

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