Lo que se vio ayer en el PS5 Showcase responde a lo sucedido en el E3 de 2013. Un hecho (presentación de Xbox One más centrada en “TV” que en juegos; internet obligatorio, 900 p, 100 euros más cara por imponer el Kinect junto con la imposibilidad de prestar un título a un amigo) que mostró unas carencias enormes de Microsoft.
Esas carencias eran la norma previamente, por lo que Sony, sin haber hecho nada más que lo esperado, vio como se convertían en sus principales fortalezas. Y arrasó en ventas de hardware (la consola). Los medios de comunicación especializados en videojuegos supusieron -y suponen- un aliado en la causa contra las consolas de Microsoft.
No había día en que no se hablase mal de los juegos de Microsoft. Por ejemplo Ryse: Son Of Rome, un buen juego al que los análisis menospreciaron al publicarlos sin acabar la campaña ni probar su multijugador.
Varias veces, también al día, se publicaban noticias en las que se mostraban los juegos que iban a 1080p en PS4 mientras que en Xbox One solo a 900 p. Sin comentar que la consola de Microsoft los reescalaba de manera automática, para asentar la idea de que PS4 era la más “potente“.
En ese momento, Sony se echó a dormir en los laures del éxito puesto que habían ganado la generación, dando por hecho que con sostener su estrategia actual, les haría ganar en la siguiente ya que tenían los medios de comunicación a su disposición y calcularon mal la capacidad de maniobra de Microsoft.
En esto llegó Phil Spencer y empezó a hacer cambios profundos en Xbox. A cada uno que llevaba a cabo, la prensa los minimizaba y los ridiculizaba. ¿Retrocompatibilidad? ¿Quién quiere jugar a juegos antiguos? ¿Gamepass? ¡Eso es el alquiler de toda la vida pero sin escoger cuando devolverlos o cuáles tener! ¿La consola más potente? La potencia ya no importa, ¡no tenemos ojos biónicos! ¿Los exclusivos a PC? ¿Y para qué necesitamos entonces una Xbox?
De tanto repetir esos argumentos, Sony se los creyó, entrando en un sueño profundo con la tranquilidad de quién no ve la realidad por tener un ejército de complacientes subordinados que solo dicen lo que se quiere oír. El problema es que sin identificación de errores, se cae en ellos otra vez.
En esto, Sony despertó con el tortazo que supusieron los precios de Xbox Series X|S. Series X es mucho más potente y alberga una capacidad tecnológica mucho mayor que PS5, y se puso a la venta a un precio menor (499) del que Sony pensaba poner su máquina objetivamente mucho peor (menos potencia, más grande, peor ventilación, peores componentes, sin herramientas como Smart Delivery, Quick Resume, Dolby Atmos y Dolby Vision…).
Y además el infartante precio (299 euros) de Series S, más potente en la mayoría de los aspectos que PS5 por contar con la mayoría de las herramientas de Series X, llevó a que en Sony sonasen todas las alarmas, pero ya era tarde, por lo visto ayer en el evento digital, para maniobrar.
El silencio tras el movimiento de Microsoft implicaba desesperación por encontrar soluciones a problemas que requieren años de solución. Los precios no han podido bajarlos más porque los componentes ya estaban elegidos, lo que les hará perder una cantidad enorme en ventas, puesto que millones de consumidores se decantarán por la más barata (Xbox Series S). Y si el dependiente que les atienda habla del Gamepass de Series S (10 euros al mes por una biblioteca de más de 150 juegos y los exclusivos de Microsoft fijos) frente a los 80 euros por cada juego de PS5…
Pero no es solo eso, la inercia de la pésima actuación de Sony les lleva a presentar una retrocompatibilidad de solo 15 juegos de PS4, y les obliga a hacer que los usuarios paguen por ella aunque ya tengan esos juegos comprados. Mientras tanto Microsoft ofrece gratis todos los juegos de Xbox One (tanto sus exclusivos como de terceros) si ya se habían adquirido, la mayoría de Xbox 360 y muchos de la primera Xbox, y además con su tecnología Smart Delivery, los juegos se actualizan a los parámetros gráficos de la nueva generación de manera gratuita.
Gamepass no ha tenido respuesta por parte de Sony porque económicamente no se lo pueden permitir. Mientras Microsoft se adaptaba a los nuevos tiempos, los japoneses disfrutaban recordando en pleno 2020 su victoria en 2013, sin atender a los cambios que se producían en el escenario. Su estrategia comercial ha caducado.
Xbox Series X|S tiene el Gamepass por 10 euros al mes (12 si lo prefieres con el Gold para jugar online) con el que se cuenta con acceso a cientos de juegos, más ahora que casi todo el catálogo de EA también estará en el servicio. Sabiendo además que se actualiza cada mes, -pronto llegará el genial Destiny 2 por ejemplo-, y que todos los juegos de estudios de Microsoft son permanentes y se pueden jugar desde el primer día sin un aumento del coste. Ahora que los americanos tienen 15 estudios y están invirtiendo muchos dinero en ellos, la apuesta es más que segura.
¿Y xCloud? Se puede jugar a 150 juegos juegos en el móvil y tablets dónde y cuándo se quiera con la suscripción Ultimate de Gamepass. No hay respuesta de Sony. ¿Y la PS5? No la hemos visto, a Series X|S sí. Y conocemos sus componentes interiores y capacidades tecnológicas.
Ayer significó mucho no ver físicamente a PS5, implica que Sony no confía en su máquina y se avergüenza de que, pese a ser mucho peor en capacidades tecnológicas que las de Microsoft, tenga un tamaño mucho mayor.
Queda por ver si, ahora que Sony vive su particular E3 de 2013, sabe escuchar a sus usuarios y trabaja para ofrecerles lo que merecen: una buena máquina con muy buenos juegos y mejores servicios. Aunque para ello deberá romper la inercia mediática que ella misma ha generado.
La realidad de las ventas se impondrá, puesto que Microsoft vive de los servicios, aunque venda menos de lo estimado tiene asegurada su supervivencia económica. Pero Sony necesita vender consolas y juegos.
Y eso es difícil si hay que decirles a los clientes que deben pagar más -o lo mismo- por una máquina peor, que necesita un desembolso de 80 euros por un solo juego, mientras que la competencia ofrece 8 meses de cientos de juegos actualizados por ese mismo precio.