Cuando Luis José les contó lo que vale una tonelada de plástico, y lo que puede generar para la comuna un sistema organizado de recolección de desechos sólidos, a más de uno se le prendió algo. Una idea es como una semilla, que crece en pasto fértil en medio de las necesidades de esta barbarie, a la que nos ha sometido el imperialismo y su diablo de turno: Mr. Trump.
El tema es complejo. El diagnóstico del territorio sólo puede hacerse efectivo si es presencial, continuo. Y esos diagnósticos arrojan detección de mafias y pranatos en los vertederos de desechos municipales.
Precisamente, han encontrado en el reciclaje de diversos elementos un negocio. Lo más duro para el sentido común que es consecuencia natural de un enfoque materialista, es presenciar la propaganda occidental que frivoliza a los desechos de la industria capitalista, convirtiéndolos en una causa “verde” que roza el “snob” y legítima la evasión de impuestos, en el mejor de los casos para varios gobiernos europeos.
En Barcelona, ubicado en el estado Anzoátegui, se han entregado ocho “compactadoras” de basura a varias comunas, una inversión de cientos de miles de dólares por parte del estado venezolano bajo la figura de transferencia de competencias.
Hoy estas comunas conversan (crean) un plan de cobro de servicios a los ciudadanos. Solidario, humano. Alejado de los parámetros de especulación del mercado capitalista. La autogestión, el financiamiento de nuestras comunas cuenta con inversores privados, e institucionales.
Un nuevo modelo realista, de respeto y reconocimiento entre los actores para construir desde el colapso una sociedad nueva, con lo mejor de nosotros. “Aquí no nos vamos a caer a coba!” dice la señora Marta, mirando a su interlocutor quien, a través del tapabocas, disimula a una sonrisa. Al igual que todos. “Esos carajos de la comuna no siembran ni mariguana para endrogase” y estallan las risas como una cascada de agua azul y espumosa sobre el zaguán.
Y es que a pesar de que en todas las comunas se repite el mismo planteamiento (estamos preparados profesionalmente) uno podría cuestionar el asunto: el estudio de la planificación es sencillo, sí.
Pero mientras más profundo se va, como toda teoría interdisciplinaria se adquieren más y mejores conocimientos para lograr el anhelado eslabón que le “falta” al socialismo del siglo 21 en todos los países del mundo: el acompañamiento a los resultados, la supervisión y mantenimiento de los proyectos y al fin, la autogestión.
Nada crece sin independencia. Entre los habitantes del continente latinoamericano, Venezuela presenta una tasa significativa e importante en materia educativa. Desde la alfabetización total del territorio hasta el empuje a las universidades públicas, las misiones educativas.
Todos logros de la Revolución Bolivariana, que insertó la planificación como alternativa, en un principio y posteriormente como eje central de la planificación pública. Entonces no estamos hablando de un modelo desconocido para los venezolanos.
Hablamos de un nuevo enfoque territorial, para identificar las fortalezas económicas y consolidar mecanismos de producción inmediatos de la mano de un esquema formativo y organizativo para la participación directa en la toma de decisiones con líderes territoriales y voceros de sectores políticos.
Se filma una serie, titulada “Se prendió”. Grabada y pensada para social media, intenta narrar el viaje, las emociones y la adrenalina. Una especie de reto cada hora, de aprendizaje de nuestro pueblo que más que regañarnos o acusarnos, de quejarse del daño o descargar su ira por los efectos de la guerra nos quiere escuchar.
Nos antecede una historia. Nos da ideas. Nos prueba, nos calibra. Nos abraza. Faltan muchos días para la batalla electoral. Los ejércitos disfrutan sus placeres. Las familias atesoran sus momentos. Las reuniones a veces son de los más sabios, que corren la voz.
Pasa un dron que suena como un avispón gigante y todo el mundo se caga en la reunión y yo me río debajo del tapabocas, pero bajito. Un perro flaco nos ladra a todos, molesto por la interrupción del tránsito. “¡Trump ven acá!” Le grita un comunero al perro y vuelvo a reír, pero a carcajadas, esta vez sin tapabocas.
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