La caída del Muro de Berlín fue un hecho completamente inesperado para todo el mundo. Nadie podía imaginar que en sólo unos pocos meses iban a pasar tantas cosas que transformarían el mundo, tal como se conocía, y los asombrosos cambios políticos, económicos y sociales que se producirían en Alemania.
Ni los dirigentes del SED (Partido Unificado de Alemania), ni los agentes de la Stasi fueron conscientes de la situación a la que se iban a enfrentar. Pero tampoco lo fueron los dirigentes de los países occidentales, especialmente de la RFA.
Durante las celebraciones del 30 aniversario de la reunificación, los discursos políticos han dibujado ese proceso como una historia de éxito, aunque también reconocen los errores e injusticias cometidos durante los acontecimientos, el cual, afectó mucho más a los germano-orientales que a los germano-occidentales.
Además, con demasiada frecuencia, es la perspectiva de los occidentales la que se considera como la experiencia general de Alemania, olvidando la perspectiva oriental. Después de treinta años, los Länder orientales han hecho grandes avances para compensar gran parte de su retraso económico.
El PIB per cápita, que en 1990 era apenas el 37% del de la RFA, en 2019 se situó en casi el 80%, con ciudades como Dresde o Leipzig que atraen poderosamente las inversiones internacionales. También se ha reducido notablemente el desempleo, aunque sigue habiendo diferencias preocupantes en temas como las pensiones de los ciudadanos de la antigua Republica Democrática Alemana (RDA).
A pesar de todo, para muchos germano-orientales la reunificación supuso un terrible infortunio personal, aunque las imágenes de júbilo de la caída del Muro permanecerán para siempre en nuestra memoria colectiva. La reunificación fue un proceso asimétrico: la RDA desapareció, disuelta en el orden político y económico de la RFA, sin mucho margen de negociación.
La complicada historia alemana
La complejidad de la historia alemana se demuestra, por ejemplo, en la elección del Día de la Unidad Alemana, la fiesta nacional del 3 de octubre. Lo más lógico hubiera sido celebrar la unidad alemana el día de la conmemoración de la caída del Muro, el 9 de noviembre de 1989. Pero se trata de una fecha cargada de simbolismo negativo: el aniversario de la creación de la República de Weimar (1918), del fracasado putsch de Hitler (1923) y la Kristallnacht (1938).
El camino hacia la reunificación estuvo jalonado por fechas muy simbólicas: la caída del Muro (octubre de 1989), las primeras elecciones libres (marzo de 1990), el Tratado 2+4 entre las dos Alemanias y las cuatro potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial (19 de septiembre de 1990), el Tratado de reunificación (20 de septiembre), y la unión efectiva de los dos estados alemanes (3 de octubre).
La reunificación social: el proceso más incompleto
El aislamiento que el sistema de la Guerra Fría provocó entre ambos estados alemanes fomentó una completa divergencia entre ambas sociedades. Además, el proceso de reunificación se centró en el establecimiento de una economía de mercado y la abolición del sistema político anterior. Y esas prioridades fueron las que obstaculizaron la reintegración de ambos colectivos.
La separación y el enfrentamiento ideológico a las que se vieron sometidas ambas sociedades durante el proceso de reunificación, ha provocado que la conciliación entre ambos colectivos se dilate en el tiempo y se considere incompleta.
Las consecuencias de la reunificación económica aún afectan a la sociedad alemana: los ciudadanos del Este sienten que fueron comprados y vendidos en el Oeste, y que tuvieron que adaptarse al sistema político, económico y social occidental.
Es una reunificación que terminó en anexión (lo que se conoció como Kohlonización), y que derivó en la Ostalgie, que se explica, según los expertos, no tanto por añoranza del sistema socialista, sino como una reivindicación de una identidad propia, que quedó sepultada bajo los escombros del Muro.
“Al menos los políticos de cierto formato deberían saber que, aunque una reunificación rápida es accesible, ésta tendrá que pagarse con desconfianza y una larga brecha”, señaló el escritor y premio Nobel Günter Grass.