La caída del Muro de Berlín fue un hecho completamente inesperado para todo el mundo. Nadie podía imaginar que en sólo unos pocos meses iban a pasar tantas cosas que transformarían el mundo, tal como se conocía, y los asombrosos cambios políticos, económicos y sociales que se producirían en Alemania.
La reunificación económica
Tras la reunificación, el desmantelamiento del tejido económico e industrial, encargado a una institución denominada Treuhandanstalt, fue eficiente al saldar contratos con sociedades de la República Federal Alemana (RFA) del mismo sector económico.
En sus primeros años fue vista como la esperanza de la economía del Este y la articuladora de nuevas oportunidades de crecimiento. Pero eso conllevó una pérdida generalizada de empleos, provocados por despidos o por la quiebra de las empresas públicas germano-orientales. Además, pocas empresas sobrevivieron y menos aún en manos de ciudadanos del Este: la mayoría quedaron bajo control de empresarios de la RFA.
Para 1992, la tasa de desempleo alcanzó el 15% de la población activa, la peor cifra desde la crisis de los años 1930. Además, hay que tener en cuenta que en la República Democrática Alemana (RDA) prácticamente no existía el desempleo, un fenómeno que los germano-orientales no habían conocido.
A pesar de la lluvia de millones que la economía germano-occidental hizo afluir hacia el Este, su economía se vio tragada: se desmantelaron casi 4.000 empresas en unos pocos meses; se privatizaron otras 5.000 empresas públicas (con despidos masivos en las mismas); eso llevó a más de tres millones de germano-orientales al paro.
La más que problemática reunificación política
Tras la reunificación económica, con sus catastróficas consecuencias para la antigua RDA, se produjeron otras secuelas traumáticas de estos procesos, debido a la liquidación de empresas enteras, pero también la eliminación de equipamientos sociales y culturales vinculados a esas empresas.
El problema derivado de ese proceso socioeconómico aún perdura en los descontentos de una gran parte de la población de los Länder del Este y, según muchos analistas, eso es lo que lleva a un gran número de votos hacia la extrema derecha representada por (Alternative für Deutschland, AfD): la relación entre la tasa de desempleo y el voto a las posturas de extrema derecha son significativamente mayores en la antigua Alemania oriental.
Tras treinta años del proceso de reunificación, una de las asignaturas pendientes sigue siendo la inmunización social contra la dictadura y la extrema derecha, que se propaga por el Este, gracias a la extensión del populismo.
Un estudio señala que el 75% de los occidentales rechazan una dictadura en cualquier circunstancia, mientras que en Este ese porcentaje es sólo del 55%. El problema ha sido que se han invertido cantidades inmensas de dinero en infraestructura y mejorar las condiciones de vida del Este, pero la partida en educación en los valores democráticos ha sido escasa.
El populismo de extrema derecha ha sabido reconocer el hecho de que los procesos que no se cierran no desaparecen, sin más ni más, sino que se quedan enquistados en la sociedad. Y no sólo lo ha reconocido, sino que lo ha usado en beneficio propio.
Por otro lado, también la izquierda, representada por Die Linke, remotamente emparentada con el socialismo del SED, no es ajeno a cierto nivel de añoranza hacia un régimen que cubría las necesidades básicas de su población, y explota también los efectos de la crisis económica.
Este partido ha logrado integrar los intereses de los alemanes del Este en el sistema parlamentario. Lo que sí es cierto es que las formaciones situadas en el centro político (conservadores y socialdemócratas) son los que obtienen unos resultados más discretos en el Este.
El problema de la xenofobia
Poco después de la reunificación, y a medida que se fue haciendo más y más patente la desilusión con las consecuencias de la misma, se fueron registrando en las zonas de la ex RDA, especialmente entre los jóvenes, fuertes brotes xenófobos, que han provocado un incremento de la discriminación de los inmigrantes, así como de las agresiones.
A mediados de la década de los 1990, un amplio sector de la población señalaba que la Alemania reunificada debía solventar las dificultades de los germano-orientales, antes que permitir el establecimiento de inmigrantes en el Este de Alemania.
El arraigo de estos comportamientos procedía, en gran medida, de la sensible situación económica que se vivía en los Länder orientales, especialmente por la progresiva disminución de las ayudas estatales y la alta tasa de desempleo que se generó rápidamente.
La situación actual
Muchas de las decisiones tomadas durante la reunificación se han traducido en un descontento que perdura incluso hoy día. A pesar de los miles de millones invertidos en el Este, la brecha social, económica y política entre los antiguos Länder orientales y los occidentales sigue siendo brutalmente esclarecedora.
Aportan menos a la economía, exportan mucho menos, tienen peores condiciones laborales y salariales, las pensiones son sensiblemente menores, la población está envejecida, etc. Esto ha provocado un sentimiento de desafección entre la ciudadanía germano-oriental que, según las últimas encuestas
Ha llevado a que más del 60% se sientan ciudadanos de segunda clase en la Alemania reunificada. Y ese descontento ha sido capitalizado por las fuerzas de extrema derecha. La deseada unificación socioeconómica entre los Wessis y los Ossis está lejos de ser realidad, pero también ha perdido su impulso.
Si ese impulso fue patente hasta comienzos de la década de 2000, poco a poco esa convergencia se ha ido interrumpiendo, de forma que la brecha entre alemanes sigue siendo lo que convierte la reunificación en un proceso incompleto. A partir de ese momento, se refrenó el dinamismo económico y continuaron creciendo los problemas de desempleo, sobre todo en el Este.
En la actualidad, se estima que la mitad de los germano-occidentales considera que la reunificación ha sido un éxito; pero dos tercios de los germano-orientales opina lo contrario. Y eso ha sido lo que ha permitido que AfD implante su batalla demagógica contra la inmigración, que accede a subsidios y beneficios que “pertenecen” a los alemanes.
Sí es cierto que algunas regiones del Este han aprovechado el impulso económico inicial y registran mejores datos, incluso, que sus vecinos occidentales, que han sufrido fuertes reconversiones industriales.
Así, han conseguido corregir el déficit de infraestructuras y salariales. Si bien los salarios en el Este están al 85% del nivel del Oeste, los costes del nivel de vida son inferiores en la mayoría de las zonas.
Además, los Länder orientales encabezan los ránkings académicos (a excepción de Baviera), entre las regiones alemanas. El elevado nivel del sistema educativo de la extinta RDA en temas como las matemáticas, la biología, la química, y el resto de formaciones técnicas, permiten mantener ese nivel tan alto.
Sin embargo, esa situación no está generalizada: sólo el 7% de las 500 principales empresas de Alemania (y ninguna incluida en el DAX30, el equivalente al IBEX35) tienen su sede en territorio oriental. La desviación en los niveles de productividad es de un 20% en el caso de las empresas orientales. Y persisten numerosas anomalías estructurales.