Decir que el escenario político en España es una ciénaga, en la que algunos políticos se sienten especialmente cómodos, como cerdos en cochiquera, es sólo una perogrullada. Algunos representantes de los partidos se han asentado en ese lodo político para fomentar sus intereses partidistas y electoralistas, sin tener en cuenta los prejuicios que eso causa a la sociedad.
Lo hemos visto numerosas ocasiones: con las víctimas de ETA, con el conflicto catalán, y ahora les ha tocado el turno a las víctimas del COVID-19. Ahora, el tema del terrorismo parece que va desapareciendo de su argumentario, al menos de momento. El tema catalán está algo diluido por los problemas derivados de la pandemia. Por eso, el COVID-19 ha asumido un protagonismo pleno.
Por toda Europa hemos visto ejemplos de partidos y dirigentes completamente opuestos que se han unido para luchar contra el COVID-19 y conseguir que sus ciudadanías y economías puedan seguir adelante, con el apoyo de todos. Lo vimos en el caso de Portugal o Alemania. Pero no lo hemos visto en el caso de España.
Como siempre, los representantes de algunos sectores de la clase política española no han estado a la altura de las expectativas de los ciudadanos.
La estrategia de las víctimas: “espectáculos los justos”
La estrategia de sacar del cajón a las víctimas se ha adoptado desde la dirección del PP nuevamente, esta vez con respecto a las víctimas del COVID. Se ha instrumentalizado el número de fallecidos para responsabilizar al gobierno, al mismo tiempo que han reclamado, de cara a la galería, una serie de medidas tan esperpénticas como carentes de utilidad pública.
Crespones negros, minutos de silencio, banderas a media asta, etc. Pero, la pregunta sería: ¿dónde están las medidas propuestas por el PP para hacer frente a la pandemia, a las consecuencias de la crisis económica que está provocando, a la fractura social?
Las propuestas, como siempre, pasan por lo mismo, y no me voy a detener en ellas: fomentar todo aquello que representa su rancio concepto de españolidad y que pueda atacar a las instituciones democráticamente elegidas (destinar fondos del COVID a fomentar los toros, a la televisión autonómica de turno, o que desaparezcan aviones cargados de material sanitario).
Es decir, ninguna propuesta concreta para luchar contra la pandemia o contra la crisis. Recuerda las palabras del antiguo ministro Montoro: “que caiga España que ya la levantaremos nosotros”. Las diatribas sobre las víctimas siempre van acompañadas por críticas a la gestión del gobierno, el colapso de los hospitales o la falta de material sanitario.
Pero obviando siempre que muchas de esas críticas deberían dirigirse a los gobiernos autonómicos, que son los que tienen el control de las mismas, y que, en algunos casos, son de su mismo partido.
Y si no se puede evitar la vergüenza, siempre queda el recurso de la mentira, como cuando acusaron al vicepresidente Pablo Iglesias de abandonar a los ancianos en las residencias, una catástrofe especialmente grave en el caso de Madrid (gobernada por Díaz Ayuso y Ciudadanos), siendo ésta una competencia de las comunidades.
Se trata de una utilización partidista del dolor ajeno. Y el PP debería comprender que las víctimas son un colectivo muy diverso, y no siempre están dispuestos a dejarse manipular. Están instrumentalizando un discurso de muerte para sus propios intereses, y parece que no tienen ningún argumento más.
Este discurso del esperpento ha llegado a su punto álgido en las últimas semanas, con una Díaz Ayuso desenfrenada que pedía la intervención del gobierno, la rechazaba, pedía que no se cerrase Madrid, que llevó a los tribunales el cierre, pero que recomendaba no salir de casa, que ha reducido las pruebas PCR para poder decir que con sus medidas estaban bajando los contagios, afirmando que los hospitales no están desbordados para decir lo contrario a las pocas horas, etc.
O viendo al diputado Juan Antonio Callejas mintiendo para exigir que el ministro Illa pidiese perdón “ante las cámaras” a una hija de una víctima, para ser luego desmentido por la familia del fallecido, acusando al político de utilizarla con un propósito “ventajista y oportunista”. “Este señor nos ha utilizado”.
La estrategia del PP, por tanto, se basa únicamente en buscar los elementos de discrepancia con el gobierno y su gestión, sin importar cuál sea esa discrepancia. Lo único que desean es capitalizar el tema, para que éste no vaya a ser aprovechado por su gran rival, la extrema derecha de VOX.