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El reverso del “Mandela venezolano”

En junio de 2017 se presenció uno de los episodios de violencia más espeluznantes que recordará la historia reciente, el segundo llamado a “protestas pacíficas”, liderado por Leopoldo López. El hoy huésped del Reino de España dejaba, entre otros saldos, la muerte de Orlando Figuera, cuyo cuerpo cubierto en llamas, compuso una imagen que recorrió el mundo entero.

“A mi hijo lo quemaron porque era negro y porque era chavista”, no dudó en asegurar Inés Esparragoza, madre de Orlando, en un doloroso recorrido por sus memorias de aquel 2017, afirmando que aquellos 15 días de agonía fueron los peores de los 44 años de vida su hijo, a quien no deja de recordar envuelto en fuego pidiendo auxilio a quienes, impulsados por Leopoldo López y Voluntad Popular, decidieron  quemarlo todo para que Maduro saliera del poder.

Estas protestas, alentadas por el odio y fundamentadas en los efectos de las sanciones económicas que provocaron la peor crisis económica que ha sufrido la nación venezolana, fue el segundo de dos episodios de este tipo ocurridos desde la muerte del Presidente Hugo Chávez Frías en 2013.

Al año siguiente de la muerte de Chávez, Leopoldo López convocó a “La Salida”, un llamado a protestas que trajo consigo un formato violento que incluía el cierre de calles con quema de neumáticos y el uso de otros combustibles y explosivos, que mantuvo en zozobra a los habitantes de las principales ciudades del territorio venezolano.

Dotados de una amplia logística, que comprendía la conformación de campamentos financiados por parte del empresariado venezolano, se promovió el uso de drogas estimulantes que inhibían cualquier capacidad de razonamiento, llevando a los jóvenes participantes de estos eventos a realizar actos en contra de la vida y la salud tanto de transeúntes como de habitantes de las zonas donde se ubicaban estos puntos de protesta.

Tal y como lo relata la experiencia de Orlando Figuera, el odio racial y de clase patrocinado por quien considera el líder del PP Pablo Casado como “el Mandela venezolano”, tejió una fuerte de red de destrucción que marcó la vida de más de cien familias en el 2017, y de decenas de otras más desde aquella convocatoria a “La Salida” del Gobierno de Nicolás Maduro, actual presidente de Venezuela.