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El drama gringo

El drama gringo

El Imperio naufraga, aunque hay modos más dignos de agonizar que este bochinche. Me duele por más que sea, porque aprendí a amar sus luces tanto como a abominar sus sombras. Entre esperanza y temor, desde hace años vengo presagiando una revolución en los Estados Unidos. No sé si viene por ahí, pero los síntomas son inquietantes.

Hay augurios de regímenes totalitarios. Pero hay otros modos de derrumbar la democracia que una vulgar confiscación del poder por parte de una camarilla despótica, de hecho estamos asistiendo a algo más perverso: la invalidación de los métodos democráticos de elección del gobierno.

La actual epilepsia picaresca entre Biden y Trump está inhabilitando el procedimiento, del que no se sabe qué clase de gobierno saldrá. Solo es predecible que de necesidad no será un buen gobierno. Las instituciones serán más débiles que las actuales.

El esqueleto se debilitará y el cuerpo social naufragará en una masa gelatinosa, que dará pie al triunfo de aventureros inorgánicos como Trump y bandas violentas como las que venimos viendo en un país en el que hay más armas que gente.

Otro indicio: la Reserva Federal solo atina, o desatina, a inundar las venas de la economía con un océano de dinero inorgánico. ¿Qué resultará de esa malaventura? Lo mismo que de la mascarada electoral: nada bueno. Y lo peor es que no sabemos qué será.

Por ejemplo, como las empresas saben que no tienen que producir nada porque los dólares sin respaldo de la Reserva las inundan, se derrumba la investigación y el desarrollo, la proverbial inventiva gringa se está desmoronando. Y por consiguiente se deteriora incluso la joya de la corona: el complejo industrial-militar. Sus armas ya no cumplen su función.

Hemos visto cómo Yemen ataca impunemente las refinerías sauditas porque los misiles gringos que supuestamente las defienden solo dan risa. Con razón nadie se los quiere comprar. La debacle, en fin.

Así se hundió Roma y la abrumó una religión bárbara que demolió su cultura y hundió el imperio en una era larga de oscurantismo, fanatismo e inquisición. ¿Pasará lo mismo con los Estados Unidos? Si el coronavirus nos sirve de algo, es para presagiar la barbarie que espera a la humanidad si no toma la senda del socialismo. Rosa Luxemburgo nos lo dictó hace un siglo.

Ante la decadencia la respuesta ha sido promover lo peor que tiene, es decir, Biden y Trump, que es imposible saber cuál es más aciago. Solo los distingue el estilo, falsario en ambos casos. Ni apacible es el forajido Biden ni genocida el faramallero Trump. Son dos adulteraciones simétricas.

En medio de esta zozobra Venezuela está manteniendo la sindéresis, lo que le impone el emocionante deber de marcar la pauta de cómo salvar al mundo de esta pandemia de disparates. Siglos de historia nos contemplan.

Roberto Hernández Montoya es un escritor venezolano nacido el 1947. Preside la Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG) desde el año 2001. Licenciado en Letras, especialista en Estudios de Análisis del Discurso en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, en París, Francia. También dirige, junto a Roberto Malaver, el programa Como ustedes pueden ver, que se transmitía por Venezolana de Televisión los días domingo, antes de la pandemia del COVID-19.

“Hoy, cuando una sola realidad pretende arropar al mundo, esa que viene empacada desde los centros de poder mediáticos y políticos, de las grandes corporaciones capitalistas, de la derecha internacional y criolla, Roberto es invitado al estado.net“. (Federico Ruiz Tirado).