La Agencia EFE informó la semana pasada que Carlos García Juliá, autor de la Matanza de Atocha, salió de la Prisión de Soto del Real en Madrid, donde cumplía su pena; esa de la que nunca se arrepintió.
En el juicio celebrado en febrero de 1980, García Juliá, junto al ya excarcelado José Fernández Cerrá y al huído Fernando Lerdo de Tejada, fue acusado de 5 asesinatos y 4 intentos intentos de homicidio y condenado a 193 años de prisión. Sorprendentemente, consigue la condicional y un permiso para viajar a Paraguay, de donde nunca regresó.
Quienes tampoco regresarían nunca son Javier Benavides, Enrique Valdelvira, Francisco Javier Sauquillo, Serafín Holgado y Ángel Rodríguez Leal, las víctimas mortales de este atentado.
Este atroz y sangriento asesinato fue lo único que, en una supuesta democracia, permitió alzar el puño en alto en la calle por primera vez. Fue, por fin, la sociedad, y ante la inexistente reparación a las víctimas por parte del Gobierno, la encargada de arropar a amigos y familiares y reconocer la injusticia de esta actuación.
Extraditado a España en este mismo 2020, García Juliá salió libre ayer, 19 de noviembre. ¿Cómo le explicas a uno de los afectados que el culpable de todas sus secuelas, de la muerte de su amigo, su amiga, su hermano, su hermana, su padre, su madre, su cónyuge, no va a pagar por la atrocidad que se cometió un triste 24 de enero de 1977?
Los asesinos de los abogados laboralistas de Atocha no son héroes. Se trata de la más baja escoria de este país. Pusieron en peligro la democracia y ahondaron mucho más en un herida que aún perdura, y que tiene profundamente dividida a la sociedad.
14 años son los que García Juliá ha cumplido por su crimen y el intento de fuga antes del juicio para el que secuestró al director de la cárcel y un funcionario de la prisión. La Audiencia de Ciudad Real ha accedido a redimir sus penas por trabajo, pese a haber quebrantado la ley y haber permanecido 25 años a la fuga.
Asesinados por partida doble; por un lado quién lo comete, y por otro quien lo ampara. Y yo me pregunto hasta cuándo la justicia de este país va a seguir protegiendo los crímenes del franquismo y sus secuaces.
Ni olvido, ni perdón.
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