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El presidente Nicolás Maduro potencia al Poder Popular

El llamado del Presidente Nicolás Maduro en cuanto al control de gestión de la administración pública por parte del Poder Popular Organizado, lejos de la malvada opinión de los enemigos de la patria, es más que una consigna y se ubica en su empeño revolucionario por otorgar al pueblo el poder de gobernar junto a las estructuras del Estado, y no subordinado a personalidad alguna, o grupos particularizados por el cálculo politiquero y el culto a la personalidad y demás vicios heredados de las corruptelas y lisonjas histórica que tanto daño hacen.

No me voy a referir a casos particulares, pero es muy frecuente ver como los adulantes de oficio, incentivan el aplauso, los halagos y demás formas de adulancia a los ególatras coleados en el poder del Estado, para ocultarles con el ruido de los vítores, los errores, faltas y corruptelas cometidas en el ejercicio de sus responsabilidades.

Una conducta que dista mucho de la praxis revolucionaria, pero que persiste como costumbre y/o obligación en quienes operan desde la adulancia, con el fin de lograr beneficios personales, en detrimento del pueblo, el sujeto pueblo, el conductor histórico del Proceso Revolucionario.

Por supuesto que tan graves es el papel del maquiavélico adulante de oficio en su ejecutoria como ensalzador de ególatra encumbrado; como la debilidad de los alagados, que manifiestan beneplácito por cada lisonja recibida.

Por ello la petición del Presidente Nicolás Maduro al pueblo organizado, cobra importancia estratégica, ya que llama la atención del poder popular colectivo y le otorga la responsabilidad de hacer una evaluación continua de gestión y jamás subordinarse a la costumbre impuesta, por quienes insisten en alejarse del pueblo, convertir obligaciones en dádivas, y beneficio sociales en limosnas, como fue en el siglo XX, cuando se repartían techos de zinc y bloques de cemento como respuesta a la demanda de vivienda.

Bien lo dijo el compañero Presidente, “la Revolución es Cambio Permanente” es dialéctica y por ende está encarnada en la praxis social activa, participativa y protagónica y no en “seudo dirigentes” que anteponen sus egos exacerbados sobre la voluntad popular y sus legítimas demandas.

Esta Revolución, no admite distracciones; no excluye a nadie; pues como lo dice Diosdado Cabello, “el campo de batalla es amplio y hay que cubrir cada palmo de territorio con revolucionarias y revolucionarios”. De allí que los que tengan críticas y disconformidades con alguna circunstancia, deben expresarlas con lealtad a los principios, pero sin concesiones a los corruptos y contra revolucionarios que de ordinario se disfrazan de rojo para camuflar sus corruptelas.

De eso se trata el Pueblo Contralor, así debe ser el trabajo diario del poder popular, lo contrarios es peor que cualquier ataque propinado por el imperio y sus secuaces, pues de nada sirve destacar los aciertos, si ocultamos los errores que por omisión y/o acción en el ejercicio del gobierno se cometen.

Nadie puede negar que el Presidente Nicolás Maduro, desde la humildad que le caracteriza, ha reiterado la necesidad de la participación popular en todos los niveles de la estructura del Estado. En consecuencia, es deber de las y los revolucionarios, abocarnos a la lucha y al desarrollo pleno de las tareas que nos corresponde ejecutar. En revolución lo ideal es gobernar con revolucionarios, pues la lucha es continua y el enemigo sabe cómo manipular las voluntades de los aletargados y sus deseos de fama y lucro sin esfuerzo.

Ha llegado el momento que los que ocupan y los que aspiran ocupar, las jefaturas de ministerios, misiones internacionales, institutos autónomos, gobernaciones, alcaldías y demás entes públicos, asuman su labor desde el entendido que son parte de una estructura orgánica con altas responsabilidades que demandan tareas específicas, planes concretos y objetivos que lograr, los cuales deben ser evaluados por los órganos institucionales correspondientes y por el Poder Popular como responsabilidad única y exclusiva de su mando y en descargo de cualquier imputación a la revolución y a la jefatura del Estado y el Gobierno.

En ese sentido, si bien la nueva Asamblea Nacional debe interpelar a cada ministro y funcionario de alto nivel, las y los revolucionarios debemos hacer lo propio en el control y seguimiento de la gestión pública para asegurar el proceso, corregir las fallas y avanzar en la construcción de la mayor suma de felicidad posible.

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