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El arquetipo de la belleza, el cuerpo y el control de las conciencias en México (1920)

 

No debe sorprender al lector que hoy en día muchos de los estándares de belleza que encontramos como un punto común nos lleven a la típica imagen del hombre o mujer blancos con un posición privilegiada. Lo desafortunado de discursos como la belleza hegemónica y la poca entrada a la diversidad que en la realidad existe, genera un hartazgo en esa imposición particular de lo que significa entrar en el arquetipo de la belleza.

Esta breve lectura ofrece al lector una crítica hacía el género, el racismo y lo patriarcal que puede ser no sólo el Estado, sino también personas instauradas en el gremio intelectual, como lo fue Manuel Gamio y el propio Vasconcelos, que sí bien es cierto, esta sociedad articula y perpetúa la figura masculina como un gran estandarte, y este sigue prevaleciendo desde el cómo se les pone por nombre a los premios, salas, foros calles y escuelas, y que al día de hoy ya es parte de una cotidianidad aceptada.

En México y América Latina se ha señalado todo el tiempo la figura del indio, del afrodescendiente, de todo aquel que no entre en la “heteronormatividad”, condenando y rezagándolos a la exotización y la pobreza.

México por su parte siempre se mantuvo viendo hacia afuera, es decir, en su momento con el Porfiriato la mirada siempre iba encaminada hacía el “esplendor” francés, sin mirar internamente en lo que en realidad era, se hicieron modificaciones que empujaron ideales contradictorios, y esto no sólo deviene de esa época sino de las previas que moldearon estándares y criterios arbitrarios de quien tiene o no derecho a entrar en la élite conservadora.

Con la urbanización la segmentación era aún más visible, la figura del indígena siempre llevada al campo de la pobreza y la migración rural en términos urbanos se ha visto muy mal, citando a Adriana Zavala, “el influjo de migrantes rurales a la ciudad produjo mucha preocupación, sobre todo por la existencia de una débil infraestructura social y material de la migración rural a la ciudad”.

Además de que a la mujer indígena también se le asociaba al campo de la prostitución, Katherine Elaine Bliss en su estudio de la prostitución en la Ciudad de México mostró que los funcionarios de la ciudad señalaban que el aumento de la prostitución en la Ciudad en la década de 1920 se debía a este tipo de migraciones y expresaron su preocupación por la proliferación de enfermedades venéreas.

Los cuerpos y las mentes siempre estuvieron bajo cargo de un fuerte adoctrinamiento que dejó la Colonia. Hoy en día se sigue haciendo visibles las disputas por salir de ese discurso que se ha encasillado, por lo que sólo enfoque de lo que significa percibirnos podrá romperlo, como bien lo apunta Elsa Muñiz en su obra “Cuerpo, representación y poder”: “los debates estuvieron protagonizados por las tendencias que representaban las instituciones que se disputaban el control de las conciencias y de la Iglesia y el Estado. Estas discusiones expresaban la confrontación, en un contexto de inminente secularización de la sociedad en el que ambos bandos manifestaban una marcada preocupación por el cuerpo y las maneras de dominarlo”.

A propósito de esto es importante señalar que la estructuración de México y de América Latina en general se veía con una notoria instrucción de Nacionalismo que sirvió más para categorizar un falsa identidad nacional que servía como un contenedor de toda esa diversidad que era más cómoda de llamar, pues se trataba de llamar a un tipo de ideal que para el caso mexicano estuviera acorde al “mestizaje” pero sin dejarlo de lado para las circunstancias modernas.

A lo que Adriana Zavala apunta “En ese contexto, si los usos culturales del mestizaje fueron promovidos para “indianizar” a la burguesía “un poco”, los usos racistas fueron promovidos para asimilar a la población indígena de México, es decir, para “blanquearla”.

Adriana Zavala en su obra llamada “De Santa a india bonita. Género, raza y modernidad en la Ciudad de México, 1921” nos muestra cómo es que un concurso  de belleza llevado a cabo por el periódico El Universal anunció un patrocinio para conmemorar el primer centenario de la Independencia de España en el cual se elegiría a una “india bonita” para conmemorar los festejos nacionales.

Este concurso fue bien aprovechado durante el gobierno de Álvaro Obregón quién no dudo en usarlo para mantener una idea del nuevo gobierno, estable que acepta el mestizaje de su país. Sin embargo, como bien lo apunta Zavalael concurso demuestra que para los intelectuales obregonistas el mestizaje era el resultado entre hombres blancos y las indias bonitas. Ese desbalance de poder entre hombres blancos y mujeres indígenas”.

Este tipo de concursos y discursos sólo sirvieron como ejemplo del racismo y de las preocupaciones de las élites blancas por la migración de los indígenas o de cualquier grupo étnico que no entra en sus disposiciones sociales, y que sólo enaltecen una falsa idea nacionalista en la que no todos nos identificamos como parte de un Estado nacional que categoriza y trata de homogeneizar la diversidad étnica que se encuentra en su propio territorio.