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El gansterismo económico como herramienta geopolítica de EEUU

El chantaje al que EEUU somete a otras naciones mediante prácticas propias de los gánsteres, le permite extender su poder geopolítico.

La deuda pública históricamente ha sido una herramienta de control y dominio político y económico, pero más allá de quedar los países sumidos en una dependencia financiera por muchos años por la voluntad de los “dirigentes políticos”, también esta carga de la deuda externa priva la atención sanitaria, educativa y de otros beneficios sociales a los ciudadanos.

Los Estados Unidos se han convertido en una de la naciones más poderosas del mundo, por sus pronósticos económicos falsos e inflados en los países del tercer mundo para la adjudicación de enormes créditos y manipulando a los gobiernos corruptos.

Los gánsteres económicos son profesionales generosamente pagados que estafan billones de dólares a países de todo el mundo. Canalizan el dinero del Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo (nombre oficial del Banco Mundial), de la Agencia Internacional para el Desarrollo y de otras organizaciones de <<ayuda>> hacia las arcas de las grandes corporaciones y los bolsillos del puñado de familias ricas que controlan los recursos naturales del planeta. Entre sus instrumentos figuran los dictámenes financieros fraudulentos, las elecciones amañadas, los sobornos, las extorciones, las trampas sexuales y el asesinato. Ese juego es tan antiguo como los imperios, pero adquieren nuevas y terroríficas dimensiones en nuestra era de la globalización”. Jhon Perkins.

La misión principal de los gánsteres económicos consisten en persuadir a los países estratégicamente favorables para los intereses de Estados Unidos como lo fueron en el siglo pasado Indonesia, Colombia, Ecuador, Panamá, Arabia Saudí, etc., quienes tenían la ventaja de recursos petroleros, vías estrategias del comercio internacional y la entrada al hemisferio Sur para los intereses corporativos y la política exterior de los Estados Unidos.

En donde estos se dedican a desarrollar métodos obsesivos de ejercicios refinados matemáticamente y con previsiones infladas de crecimientos económicos los cuales han sido respaldadas por sus economistas quienes están al servicio de la National Security Agency para que los gobiernos acepten enormes créditos con el objetivo de financiar “el desarrollo de las infraestructuras” de los países en vías de desarrollo.

Con estas inyecciones de capitales de deuda pública que no llegan a los países, sino que buscan que sus corporaciones principales adjudiquen los contratos de estos proyectos y que, una vez contraída la deuda dichos gobiernos quedaran sujetos al control de Estados Unidos, del Fondo Monetario Internacional (FMI), del Banco Mundial y de otras instituciones dominadas por Washington.

De esta manera dictaminan las condiciones de los pagos de estos créditos buscando principalmente la sumisión de los gobiernos en las políticas económicas, en el control de los recursos naturales, en la colocación de bases militares, en los votos a favor de los organismos internacionales como de Naciones Unidas (ONU), en la Organización de los Estado Americanos (OEA) y principalmente en la alineación de la política exterior de la Casa Blanca.

Pero cuando los gánsteres económicos tienen dificultades para doblegar a las autoridades de un país suelen recibir apoyo en los esfuerzos con otros gánsteres denominados “chacales” (según Perkins) patrocinados por la Agencia Internacional de Inteligencia (CIA, por su singlas en inglés), institución que suele estar a la vanguardia de estas operaciones.

Con estas acciones podemos detectar que Estados Unidos se impone, no por la fuerza de sus argumentos, sino por otro tipo de fuerzas como los chantajes económicos, las intervenciones, la injerencia, los bloqueos, etc., “la mano invisible del mercado no funcionaría jamás sin un puño invisible”  Thomas Friedmann.

Aunque desde el punto de vista estadístico los informes de estos economistas figuran como un “progreso económico”, en la práctica han sido inútiles, dado que reflejar un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en un país, no significa que este sea equilibrado sino que al contrario este crecimiento puede ser aprovechado por una sola persona, como podría ser el caso del propietario único de una empresa monopolizadora de un servicio público, y aunque la mayoría de la población siga agobiada por el lastre de la deuda.

Comprender esta naturaleza de las magnitudes macroeconómicas, en donde el crecimiento económico de un país no sirva solo para enriquecer todavía más a los que están en la cima de la pirámide sino que también mejorar las condiciones de vida de los que están abajo.

La región de América Latina sigue estando en disputa. Ha sufrido una larga serie de dictaduras y de oligarquías de extrema derecha que actuaban (y actúan) con base a los intereses políticos y comerciales de Washington.

Norteamérica se dedica a someter a las naciones de los países del Tercer Mundo, para que sean totalmente dependientes económicamente. Para ello ponen en marcha operaciones estructuradas principalmente en tres fases operacionales, primero con la intervención de los gánsteres económicos. Si estos fracasan ponen en marcha la segunda fase con un tipo de gánsteres más funesto.

Los chacales de la CIA utilizando los recursos de los asesinatos (como al presidente de Ecuador y Panamá), las torturas, las persecuciones jurídicas del lawfare a los dirigentes políticos como Rafael Correa, Lula Da Silva, Cristina Fernández de Kirchner, los atentados, los golpes de estado (como en Brasil, Guatemala, Bolivia, Paraguay, Chile, Honduras), etc.

Y por último si estos también fracasan utilizan los recursos de los militares en su tercera fase: la guerra. Como la de IV Generación puesta en marcha en Venezuela contra Hugo Chávez primero, y Nicolás Maduro actualmente.

Las consecuencias de este sistema históricamente han generado catastróficos resultados en los países en donde no se logra evidenciar los crecimientos económicos previstos en los informes, sino que al contrario solo han dejado enormes deudas que se han ido renegociando e incrementando; con ello se hipoteca a las generaciones futuras y sobre todo comprometiendo la soberanía de dichos países a los intereses de la corporatocracia estadounidense.