Le decía a un amigo que estimo mucho que se aproximaba la hora del escándalo en Ecuador. Los resultados de las encuestas y los exit pool no arrojan una diferencia significativa, no prevén una victoria consolidada de ningún candidato. Por tanto, en la cyberpolítica actual y según lo estudiado en diferentes procesos electorales contemporáneos, llegó el momento para que surjan los “escándalos“. Un hit que puede convertirse en extrabase en cualquier momento, dependiendo del interés y el bolsillo del político de turno.
Estos escándalos siempre vienen estructurados con realidades parciales y descontextualizadas, medias verdades, realidades “producidas” y ficción. El dossier pasa por recrear situaciones o hechos que permitan establecer una matriz de opinión generalizada en las redes sociales, con alcance inmediato en los usuarios.
Lo curioso de estas matrices es que se instalan en los niveles inconscientes del público porque apelan a las emociones como motor de la conducta. El pensamiento irracional domina en un tiempo siempre cercano al acto de elección. El objetivo es bombardear al usuario por sus redes sociales y servicios de mensajería con un tornado de contenidos basados en opiniones, feedback y engagement de los usuarios “interpretando” la matriz.
Esas expresiones y opiniones reflejan (en su mayor medida) reacciones instintivas contra el miedo: el resorte más efectivo, el hueco en nuestra psiquis que constantemente alimenta el sistema a través de los medios de comunicación.
Hemos hablado antes del perfil electoral ecuatoriano, y resulta lógico enlazar este par de textos el diagnóstico del ataque: girar la atención del público desde las enormes evidencias de corrupción y mal manejo de la pandemia por parte de Lenín Moreno, hacia el odio xenófobo contra los inmigrantes venezolanos, reflejados en la “alianza” de Arauz con la guerrilla colombiana.
La satanización de la Revolución Bolivariana se ha consolidado en los medios ecuatorianos, controlados por los oligopolios económicos que soportan la estructura de Moreno. A esto se suma la presencia de la migración venezolana, que es aprovechada por sectores cercanos al fascismo para hacer crecer las expresiones más oscuras de la sociedad y lo hemos dicho: el “nacionalismo” y la identidad de Patria son los ejes conceptuales para fomentar la segregación frente al extranjero, “culpable” de la crisis y proveniente de una dictadura.
Atrás quedaron los días de integración, de conciencia continental. Las fuerzas de la izquierda han soportado estoicamente una persecución sistemática, una desaparición forzada del ámbito político por parte de la maquinaria del traidor Moreno.
Era lógico que el factor Venezuela se tuviera que meter forzadamente en la discusión de la opinión pública. Utilizando un testimonio de un supuesto guerrillero, unos correos interceptados y una captura, de nuevo se utiliza desde el gobierno del títere imperialista Iván Duque, el formato “Raúl Reyes“, y se vocifera un supuesto pago a la candidatura de Arauz. ¡Bum! El cañonazo es replicado de inmediato por los asalariados del Departamento de Estado de Estados Unidos, se vuelve trending topic, se masifica.
No importa que el dossier haga aguas por todos lados. No importa que la guerrilla colombiana se mantenga viva y activa luchando contra el ejército más poderoso del mundo en las montañas de Colombia, y cometa un error de principiantes como éste, registrar una “supuesta” operación como esta en un vulgar correo.
No, es que es risible, que el genocidio planificado e invisibilizado por la media mundial que se está haciendo con los soldados “pacificados” de la guerrilla no haya puesto en alerta desde hace años a estos combatientes. No es que la población colombiana se ría frente a la estrategia ya chamuscada. No es que la guerrilla no tenga nada que ver con la propuesta de Arauz, ni que sea más o menos importante para su desarrollo. Aquí no valen las preguntas y las dudas, aquí lo que vale es difundirlo y no refutarlo.
Por último esto refleja preocupación y es un riesgo, evidentemente. Un riesgo de pérdida de credibilidad para la derecha, vital en los últimos momentos electorales. Mal signo. Seguimos.
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