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El impacto negativo del COVID en el mercado de trabajo también tiene rostro femenino

La pandemia ha tenido un fuerte impacto en el mercado de trabajo, y será más importante, cebándose en los sectores más precarios.

Las políticas neoliberales y las sucesivas crisis económicas, sanitarias y sociales han golpeado al conjunto de la población, aunque no del mismo modo a cada sector. Han tenido consecuencias más duras con las clases sociales más desfavorecidas, las mujeres, los más jóvenes o los mayores, las personas migradas, etc. Tampoco los años de recuperación económica han tenido el mismo efecto. No han tenido ningún impacto en las desigualdades de género, ni sobre la calidad en el trabajo o la vida, o en mejorar la precariedad laboral.

Las sucesivas reformas laborales de los gobiernos del PP y del PSOE han provocado un empeoramiento progresivo y constante de las condiciones de trabajo y el crecimiento de los problemas de salud en el conjunto de las personas trabajadoras, pero ha tenido un impacto más negativo entre las mujeres.

También la pandemia ha tenido un fuerte impacto en el mercado de trabajo, y será aún más importante en los meses que vendrán a partir de ahora. Además, son unos efectos que se están cebando, como siempre, en los sectores más desfavorecidos y precarios.

El hecho de que la crisis está afectando a esos sectores se muestra en todos los conceptos socioeconómicos: tasas de ocupación, de paro, altos niveles de temporalidad, de contratos a tiempo parcial, los efectos del teletrabajo, o en las condiciones de salud en el trabajo. Pero, detrás de las cifras, de las estadísticas, de los informes, están los rostros humanos de esas personas.

Sí es cierto, sin embargo, que en muchos de los que se han considerado “trabajos esenciales”, el rostro de las personas implicadas ha sido crecientemente femenino: en el sector sanitario, en los cuidados, en los servicios básicos, en la producción, en el comercio, etc. Pero eso no ha llevado a que sus condiciones, como trabajadoras esenciales, haya mejorado. Más bien al contrario: ha llevado a crecientes tasas de paro de las mujeres, especialmente entre las mujeres más jóvenes. Tampoco los leves repuntes en los índices económicos, por ejemplo, antes del verano, afectaron por igual a ambos sexos, y podemos ver que se trató, principalmente, de mejoras masculinas.

La pandemia ha afectado al mercado de trabajo incrementando las tasas de temporalidad y parcialidad porque, como siempre, son ellas las que renunciaron a la jornada completa para facilitar las tareas asistenciales de niños y enfermos, personas mayores o incapacitadas. Es decir, que también durante la pandemia han sido las mujeres las que han llevado la mayor parte del peso de los hogares y las obligaciones familiares.

Como es habitual en tiempos de crisis, se ha resentido la calidad de la ocupación, y los contratos más afectados han sido, nuevamente, los más precarios. Los indicadores de desigualdad de las mujeres en el mercado de trabajo continúan mostrando una realidad de discriminación y de desigualdad para las mujeres. Esta realidad determina una brecha que se manifiesta a lo largo de toda la vida laboral, incluso en las pensiones. En este sentido, se aprecia la desproporción existente entre ambos géneros en los contratos parciales, que afectan casi tres veces más a las mujeres que a los hombres (21,6% y 7,6%, respectivamente, según datos de CCOO de Catalunya).

También los indicadores de violencia machista continúan siendo una manifestación dolorosa, dura y grave de las desigualdades del sistema.

Las situaciones de desigualdad de las mujeres se expresan en el conjunto de las relaciones sociales. Por eso son necesarias políticas públicas decididas, así como la implicación del conjunto de la sociedad, para hacer frente a esas desigualdades. Para lograrlo son necesarias medidas decididas, que apuesten por mejorar la situación.

  • Desarrollar políticas activas de ocupación, con perspectiva de género, para incidir en la calidad de la ocupación y en la disminución de la brecha salarial.
  • Desarrollar medidas que permitan la incorporación al mercado de trabajo de las mujeres desempleadas, teniendo en cuenta itinerarios de orientación, formación y recualificación profesional.
  • Incidir en el desarrollo de una ley específica contra la brecha salarial, que fomente la transparencia y contribuya a la detección del problema.
  • Revertir los recortes y la pérdida de derechos derivadas de las reformas laborales, que han tenido un impacto específico en las mujeres trabajadoras, de todos los sectores.
  • Avanzar en la regulación del tiempo de trabajo parcial, la desregulación de la jornada, las medidas relacionadas con la reducción de jornada para cuidar a personas dependientes y criaturas, medidas de flexibilidad de la jornada, etc.
  • Avanzar en políticas de conciliación del tiempo de trabajo y el tiempo social, de corresponsabilidad entre hombres y mujeres, etc., de forma que el coste del cuidado no sea exclusivo de la mujer.
  • Garantizar el desarrollo y la dotación presupuestaria de las denominadas leyes de igualdad. Es urgente conocer en profundidad los indicadores sociales y laborales para medir la pobreza en nuestra sociedad, y disponer de datos sobre la realidad del acoso sexual en las empresas.
  • Racionalizar los horarios para potenciar una transformación articulada de los principales espacios que determinan el tiempo social: el trabajo remunerado, el trabajo de cuidados, los horarios comerciales, el tiempo de educación, la movilidad, la cultura, el ocio, etc.
  • Es necesario garantizar un sistema justo y equitativo de pensiones, que no sea discriminatorio para las mujeres y compense la discriminación laboral y las desigualdades durante su vida, para garantizar una vejez plena y digna.

Es por todo esto que es necesario e imprescindible denunciar, reivindicar y movilizarnos para transformar esta realidad. Pero no sólo con ocasión del 8 de Marzo. Se trata de unas reivindicaciones y una lucha que debemos mantener a lo largo de todo el año. En el ámbito laboral, esa lucha debe centrarse en las discriminaciones de género (como la brecha salarial), los colectivos precarios, los planes de igualdad, etc.

Es por todo esto que debemos seguir comprometidos en la lucha por la defensa de la igualdad entre hombres y mujeres, para eliminar cualquier tipo de discriminación de género en el ámbito laboral y social. Unas desigualdades que están siempre presentes.