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El historial antidemocrático de la OEA, institución creada por EEUU en la Guerra Fría

Análisis de la participación de la OEA en favor de los golpes de estado que se han producido en América Latina durante las últimas décadas.

La Organización de Estados Americanos (OEA) ha tenido siempre muy clara su misión. La OEA impone en su discurso el apoyo a los intereses del panamericanismo, pero cultivó un background antidemocrático, levantando paradójicamente la bandera de la democracia para apoyar abierta o silenciosamente varios golpes de estado, desde su fundación en 1948.

Desde el sur hasta el Caribe, y en distintas etapas de la historia reciente, la OEA ha sido una sofisticada arma diplomática que, para procurar algún blindaje jurídico a movimientos que resultan en la ruptura del orden constitucional, anula la democracia en los países de Latinoamérica.

Breve recordatorio desde Chile hasta Centroamérica

Minutos antes de pronunciar un discurso sobre los Derechos Humanos en la OEA, el entonces Secretario de Estado de EEUU, Henry Kissinger, le manifestó su apoyo rotundo a Augusto Pinochet, quien después de comandar el sangriento golpe de estado contra Salvador Allende, tomó las riendas de Chile durante casi 20 años.

Casi 40 años después, 20 mil páginas comprobaban la injerencia de Estados Unidos en Chile a favor del derrocamiento de Allende. En contra de esta intervención que claramente violaba los principios previstos en la Carta Democrática Interamericana, no se generó ningún pronunciamiento contundente por parte de la OEA en cualquiera de sus instancias.

Previamente en Brasil, el entonces Presidente Joao Goulart, se había pronunciado a lo interno de la OEA en contra de la exclusión de Cuba de este organismo, su posición le costó la permanencia en el cargo y con su derrocamiento iniciaron un ciclo de los golpes militares de derecha que marcaron las décadas de los 60, 70 y 80 y la consolidación de la retórica anticomunista en la región.

Posteriormente en 1989, el sangriento hito que representó el golpe contra Manuel Noriega en Panamá, no recibió la contundente respuesta que países como Argentina, Brasil, México y Perú pretendían contra la invasión de EEUU a ese país centroamericano.

De una condena se pasó a un simple exhorto, un gesto diplomático considerado como tímido en defensa de la democracia y los derechos humanos de los panameños.

El papel de la OEA en el golpe de estado en Venezuela

Después de aparentemente haber cesado el ciclo de golpes militares en los años 90. Venezuela presenció otro nuevo capítulo, esta vez contra un militar, el Presidente Hugo Chávez quien había asumido su mandato en 1999.

En abril de 2002, una rebelión cívico militar secuestró a Hugo Chávez y el empresario Pedro Carmona Estanga se autojuramentó como Presidente de Venezuela, y al día siguiente huía junto a su recién conformado gabinete amenazado por las masas que se congregaron frente la principal sede de Gobierno de Venezuela.

Chávez retornó, después de haber sido declarado por la prensa y parte de la comunidad internacional como asesino, asumió de nuevo su mandato restituyendo el orden constitucional.

El pronunciamiento de la OEA contra el golpe fue inmediato e inequívoco, y su Secretario General, César Gaviria sirvió de mediador en el conflicto planteado entre el chavismo y la llamada “coordinadora democrática”.

Sin embargo, EEUU había celebrado la acción golpista y su acto de reconocimiento al gobierno de Carmona Estanga ni siquiera fue mencionado por Gaviria ni tampoco fue cuestionado en el seno de la OEA, añun cuando nuevamente, contravenía los principios de la Carta Democrática Interamericana.

La OEA y el derrocamiento de Zelaya en Honduras

El 28 de junio de 2009, Honduras despertó de madrugada con un presidente que fue sacado violentamente de su residencia, Manuel (Mel) Zelaya, fue obligado a salir de su país y se instaló una dictadura liderada por Roberto Micheletti.

El golpe perpetrado por los organismos de seguridad de Honduras y apoyado por EEUU, fue condenado inmediatamente por la OEA que expulsó a Honduras de ese organismo hasta tanto no se restaurara el orden constitucional.

Varios de los miembros de la OEA ya habían conformado bloques como los del ALBA-TCP y la UNASUR daba sus primeros pasos. Honduras bajo el mando de Manuel Zelaya había formado parte de ese proceso y fue apoyado por la mayoría de los también miembros de la OEA.

A pesar de la contundencia del rechazo manifestado públicamente por la OEA, no se implementaron mecanismos que frenaran el golpe, de hecho lo ayudaron a consumarse con las negociaciones que se dieron en Costa Rica, permitiéndo a los golpistas ganar tiempo para organizar unas elecciones con las que se legitimaron.

Honduras regresó a la OEA teniendo al mando a los golpistas que apenas habían sido autolegalizados en las elecciones en las que ganó Porfirio Lobo, sin que la oposición al golpe pudiera participar. El proceso electoral no fue verificado por el sistema interamericano.

El hito más reciente: Bolivia y las elecciones que terminaron en un golpe

El acto esencialmente democrático del ejercicio del voto, concluyó en el 2019, en la ruptura del orden democrático con la salida inconstitucional del presidente Evo Morales, después de haber ganado la reelección de ese país suramericano.

La OEA tuvo un rol activo en el desconocimiento de los resultados que a su vez originaron las acciones golpistas. En efecto, la OEA emitió informes de observación donde se cuestionaban el 91% de votos que Evo Morales tenía a su favor en 86 centros de votación.

La justificación fue que el recuento de voto aumentó favorablemente para el socialista casi al final y de manera pronunciada, sin tener en cuenta que, por las dificultades geográficas, los votos de los pueblos indígenas son los últimos en llegar, y que el apoyo al hoy expresidente en esas zonas es mayoritario.

Los resultados de esos informes cubrieron con el velo del fraude las elecciones provocando violentos disturbios en Santa Cruz de la Sierra y otras ciudades importantes de Bolivia. Frente a estos sucesos, Evo Morales y su equipo se retiraron del país para evitar más derramamiento de sangre.

Posteriormente, Luis Almagro reconoció en su libro “Luis Almagro no pide perdón”, que como Secretario General de la OEA había participado en una estrategia para “desbancar a Evo Morales”, alentando su participación para posteriormente cuestionar su reelección.