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Venezuela: deconstruyendo la comuna

Venezuela, en plena crisis provocada por las sanciones por parte de EEUU y la UE, y agravada por la pandemia, ensaya nuevas formas de organización.

Quizás sea porque es ley más interesante de todas: la que propone una nueva definición del territorio, que es lo más trascendental de la iniciativa: el quiebre conceptual al sistema de símbolos y signos que implantó el capitalismo en los latinoamericanos.

Por décadas, la industria norteamericana se encargó de satanizar la figura (con evidentes efectos inmediatos). Pero, ¿qué pasa en el oriente venezolano para que en la Venezuela castigada y exhausta, se levante la propuesta comunal con victoria electoral a cuestas? Como si la patria se erigiera sangrante e implacable, para el puñetazo final contra el agresor.

Este quiebre conceptual territorial tiene ejemplos muy concretos, que apuntan a un sendero. Sucede que muchas y muchos ciudadanos del Municipio Simón Bolívar en Barcelona, Anzoátegui, son ejemplos vivientes, nada más y nada menos que son historias.

Que deben ser contadas, porque es la humanidad atreviéndose a hacer la cosas a su manera, en ciertos espacios; muchas experiencias de vida, un universo de vivencias que confluyen en la certidumbre de que podemos hacerlo mejor.

Los modelos de comunión vecinal, parroquial, son diversos y la sociedad se adapta a la pandemia aprovechando los espacios de relajamiento para la práctica deportiva y cultural. Estas organizaciones implican la participación, la acción del sujeto en el modo empírico de comunicación primario: la cercanía. Las circunstancias definirán la empatía.

Sin embargo estos modos de interacción social se quedan cortos frente a la interacción digital con generaciones de diez años proyectando su avatar en redes sociales, y creando nuevas comunidades cada minuto.

La noción de común, atacada ferozmente por el stablishment occidental desde los tiempos de José Luis Rodríguez demuestra ser tan versátil e icónica como políticamente en los vientos de la guerra en Venezuela. Tanto, que contempla a la empresa privada como un actor en la mesa del territorio, y avanza en la planificación y producción económica para su autosuficiencia. O simplemente es un nuevo grupo en Twitch. O un grupo de WhatsApp. No miento. Miren.

Hay que lograr comunidad” decía un rapero en su streaming, y se lo había oído a otro reciente. Los diseñadores gráficos se ponen a valer oro, dirán algunos. Otros dirán que hace falta “escribidores”. Los micro-Targets que genera cada plataforma son en realidad un banco de datos de cada usuario, abierto a logaritmos y anuncios. Y sesgo, y frecuencia e intención. A este sistema lo llaman comunidad, propio de los comunes en un fenómeno social.

En estos tiempos se debe recurrir a cualquier apoyo para registrar nuestra historia volátil, que va a 200 kilómetros por hora. Estados Unidos confesó que hay extraterrestres en la tierra, la pandemia va a quebrar a Europa y tiene contra las cuerdas al mercado estadounidense, mientras China y Rusia siguen creciendo.

Tiempos insólitos, que para Venezuela significan la destrucción del Estado revolucionario de manera sistemática por todos los frentes posibles. Y en concreto, la acción de estado primaria: la gestión territorial inmediata. La atención al pueblo.

La guerra contra Estados Unidos. Porque es lo que es aunque quieran disfrazarlo y borrarlo de la historia es una guerra unilateral y sangrienta, blanqueada por los medios de comunicación al servicio del imperialismo ha debilitado duramente el vínculo casi familiar de la autoridad municipal en Venezuela.

En veinte años de socialismo Bolivariano las Alcaldías son un órgano más de un tejido social muy amplio. Los recursos son insuficientes en una economía de guerra. El burocratismo, las vueltas y los retruques van desapareciendo en favor de la asamblea. La gente se inquieta, se reúne. Todos sabemos que debemos cambiar para sobrevivir.

La empresa privada que hace vida en el territorio, los latifundistas, los productores. Los profesionales, los artesanos, estudiantes. Vecinos. Hay una conciencia global, y me atrevería a señalar como innata en las nuevas generaciones del peligro del cambio climático y la urgencia de proteger las tierra.

Hay una individualidad generacional que busca encontrarse en causas justas, neolítica. Porque si hay algo que puede trascender el estado actual de inacción es la organización popular para la transferencia de poder que sucede en Venezuela. Seguramente un faro de libertad en esta sombra neoliberal y genocida a la que nos pretende sumir el enemigo.

Tengo un presentimiento ancestral de que será así.