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Revistando la política de Estados Unidos en Centroamérica

Los estadounidenses no comprenden a Centroamérica mejor que al Medio Oriente. Es decir, no la comprenden.

Para muchos, parecen ya irrelevantes por lejanas, las guerras proxy de R. Regan en el istmo de 1981 a 1987 que aparte de frenar la integración, arrojaron unas 300 mil víctimas fatales e inundaron Centroamérica de recursos de dudoso origen, porque no le importaba si sus socios eran criminales.

Pero justamente el fracaso de esas guerras (los centroamericanos firmaron la paz en 1987, a espaldas de Reagan y el sandinismo todavía está ahí, sí degradado), es aún el origen de la actual política estadounidense.

No sé de cuán benign neglect hablar, la cual, con un grano de desprecio, conlleva la sujeción del istmo a una agenda global y a un modelo neoliberal propuesto por el Consenso de Washington, que indicó hacia 1990 un cambio del esquema de ayuda al de inversión externa.

Los países debían deshacerse de los corruptos monopolios ineficientes y abrir sus economías al capital mundial que nos haría el milagro. Y debían colaborar para contener a Nicaragua, aislada, como trinchera contra Venezuela, que quería fincar los pendones del comunismo en el istmo.

Justo el modelo que, aunque pareció jalonear las economías de la región durante el súper ciclo de precios altos 2003 a 2014, ha venido a fracasar rotundamente.

El antes Senador, luego Vicepresidente y hoy presidente de Estados Unidos Joe Biden, ya veía a Centroamérica como una extensión de Colombia, y propuso una solución militar con un plan de inversión aleatoria bajo el nombre de Alianza para la prosperidad, que fuera de la ayuda en armas, se quedó en el tintero y hoy se vuelve a anunciar.

La historia posterior de la política estadounidense es un cuento inacabado de búsqueda de amigos imaginarios, y de corazones rotos. Habían nacido, en aquella guerra, además, el narcotráfico y la corrupción sistémica de las Fuerzas Armadas que casi instantáneamente hizo metástasis en la clase política.

Del 2008 en adelante, las drogas sudamericanas, que antes se trasladaban mayormente por el Caribe y por México, se comenzaron a desplazar aún más por Centroamérica en donde, por corruptos, los gobiernos locales eran más débiles y no existían condiciones para la interdicción.

Hacia 2013, Juan Orlando Hernández (Honduras) era el aliado regional fiable que le quedaba a Estados Unidos (EEUU) cuando acusados de ladrones, se habían derrumbado ya sus socios en los gobiernos de Guatemala (Otto Pérez), Costa Rica (Laura Chinchilla), El Salvador (E. Saca) y Panamá (R. Martinelli).

Junto con Jimmy Morales, Juan Orlando Hernández era el chico bueno, un año antes que trascendiera el saqueo del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), pidiera perdón, desconociera al Cachiro, devolviera un millón y aceptó el establecimiento de la Misión de Apoyo Contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (MACCIH).

Donald Trump, posteriormente ensayó la política del yanqui bully, maltrató a la víctima, exigiendo control de los migrantes a sus propios gobiernos, a cambio de insultos y amenazas contra los países letrinas, así como de elogios a favor de JOH y similares.

Luego de 2014, por otro lado, se cerró el súper ciclo de buenos precios para nuestras exportaciones. Se hundió el ahorro y la disponibilidad de capital para inversión.

Dependíamos cada vez más de inversiones volátiles y el flujo de capital a la región, se redujo a la mitad en cuatro años. Así que el peso y poder del narcotráfico se acentuó al punto de llegar a ser determinante. Era el capital disponible.

En países atrasados como Honduras, en donde antes el café era el rubro que marcaba el ritmo, ese contrabando tomó su lugar y permeó la economía. JOH dejó el negocio en manos de su hermano Antonio y convenció al General Kelly, promulgando la extradición, que se iba a ocupar para limpiar la casa, aunque en primer lugar, deshacerse de sus competidores.

Olvidado de ese trasfondo, en una carta al gobierno de Biden, que no sabe leer Adolfo Facussé, dice acerca de ese momento, 2016.

El narcotráfico fue penetrando y controlando cada vez más al gobierno, al grado de que el propio Presidente, los militares y las policías, la Corte Suprema, la Fiscalía General, diputados y jerarcas del Partido Nacional y del Partido Liberal, directa o indirectamente, participaban en el lucrativo negocio, junto con muchos empresarios.

Hacia 2017, los juicios en Nueva York terminaron de revelarnos, el grado en que estaban comprometidos la sociedad y el gobierno. Y sin embargo EEUU apuntaló y le dio su bendición al régimen.

Cuando JOH volvió a perder las elecciones y lo insinuó en la OEA, la Encargada de Negocios, Heide B. Fulton se presentó en la escena y certificó su triunfo. Llamándose a silencio cuando las FFAA reprimieron sangrientamente las manifestaciones que reclamaban el triunfo opositor.

En forma vil, unos días antes de la nueva Inauguración de JOH, los traicionados ejecutaron a Hilda Hernández en un helicóptero. La corrupción quedaba entronizada.

Por supuesto que como consecuencia, la desconfianza y degradación de las instituciones produjo desgobierno, distorsión, fuga de capital y catalizó la migración masiva, antes de la pandemia y las tormentas.

Las grandes manifestaciones de repudio de la corrupción en Guatemala y Honduras se desmovilizaron en 2017, y su energía se canalizó a las caravanas que condujeron la miseria de los centroamericanos en forma sorpresiva, hasta los altos muros del Southern border.

Mientras, Morales y Hernández se deshicieron de las misiones internacionales independientes. ¿Hay ahora un nuevo interés holístico de Estados Unidos en Centroamérica? En la práctica, esa idea no se materializa aún en una real política alternativa.

Ya no quiere el gringo fotografiarse con JOH (dicen que trae mala suerte), ciertamente da mala imagen. Eliminan su fotografía de los impresos de la cooperación. Pero siguen protegiéndolo, aún después que la pandemia vuelve a poner en evidencia su corrupción sistémica. Y continúan practicando el doble rasero para toda Centroamérica.

La manipulación de la prensa es un pecado imperdonable, igual que la violación de DDHH en Nicaragua, pero con un guiño en Honduras, Estados Unidos se hace de la vista gorda ante ambas cosas.

Ni se menciona la destitución ilegal de magistrados por parte de JOH en Honduras, pero su legal deposición en El Salvador da pie a una exigencia taxativa de revertirla o pagar las consecuencias.

En Centroamérica lo importante es la sumisión debida y la estabilidad, aunque sea en una olla de presión. Con el corazón roto, su amigo imaginario JOH, sigue siendo su hombre en la región. Su sombra, su historia de un amor que no fue nada. El mismo de ayer, incondicional.

Mientras tanto, aunque la mayoría de los migrantes son devueltos, miles de paisanos huyen de sus países fallidos por el mal gobierno, caminando hacia EEUU, en donde dice la carta de Facussé, miran la tierra prometida de leche y miel. ¿Hay un cambio a la vista?

Un memorándum del Presidente Joe Biden (03-06-21), enfoca la corrupción y pone en evidencia sus consecuencias para darle coherencia a una política nueva de interés nacional capital para combatir ese lastre.

Esboza una estrategia articulada desde la Casa Blanca por asesores y la Vicepresidencia, e instruye la cooperación de todas las agencias relevantes de su gobierno para cooperar en esa diplomacia.

Asimismo se ha notificado en los últimos dos días la creación de un nuevo Centro Contra la Corrupción e Impunidad en el Norte de Centroamérica que no se entiende bien como estaría articulado con las fiscalías y judicaturas.

Pero a ser coordinado por sociedad civil, alguna muy consolidada, como CNA y Fosdeh (entre las hondureñas) manifiestamente independientes. Cabe al final la duda, en vez de la ilusión.

Otra de las organizaciones mencionadas para coordinar ese Centro es ASJ, la cual ha cooperado paso a paso con el régimen de JOH y el Departamento de Estado, el anuncio le tocó a Heide B. Fulton, ahora Subsecretaria para el Hemisferio, ¿la misma palera que sancionó en 2017 la llamada curva de Batson? Si pues.

El Carmen 5 de Junio de 2021

Carta de Adolfo Facussé (empresario hondureño) al nuevo gobierno estadounidense: El mismo Gobierno de Honduras comenzó a concederles negocios a precios inflados y adquirieron concesiones para explotar minas, bosques. Luego que se liquidó el Banco Continental, empezamos a entender que los cabecillas de los carteles tenían cuentas en todos los bancos, pero la Comisión Nacional de Banca y Seguros nunca dio a conocer sus hallazgos, fuera del affaire Continental y la Fiscalía que no investigó ni judicializó nada.

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