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La pérdida del miedo de la sociedad española

España juega a ser demócrata pero en su fuero más interno anhela la represión. Esa España que jamás evolucionó de su época mas oscura.

Antes de empezar, lo que está ocurriendo en España en los últimos tiempos, quizá no me haga escribir tanto con la cabeza y un poco más con las entrañas.

Ver como la escalada de violencia hacia las mujeres en los últimos meses se cobra vidas cada pocos días y a fuerza de saturación nos convertimos en inmunes a la barbarie, que solo nos sorprende un caso cuando es extremadamente cruel, no porque el resto no nos duela sino por la fuerza de la cotidianidad.

Vemos como la homofobia campa a sus anchas por nuestro país, que hace unos días asesinaron a Samuel a golpes al grito de “maricón” poniéndose en duda el componente de odio en el crimen, que las palizas a personas LGTBI siguen después del asesinato y no parece que se vaya poner fin.

Que la ¿justicia? da patente de corso a un partido político para señalar a menores tachándolos de delincuentes, y esos mismos jueces dicen que estos chavales son un problema social, que ese mismo partido señala a editores por publicar sátira, que se lamina a periodistas incómodos con el fascio patrio, que se condena sin pruebas y en la sentencia se admite que todo se “construye”.

¿Qué mierda está pasando en este país?  Muy sencillo, se perdió el miedo a mostrar la cara más repugnante de esta España que nunca dejó de ser como la retrató Delibes en su obra “Los Santos Inocentes”.

Esa España que jamás evolucionó desde su época mas oscura, esa España que juega a ser demócrata pero que en su fuero más interno anhela la represión, donde no eres buen español si no te ajustas a unos cánones que nadie decía pero que todos sabíamos.

Si esa España oscura y sangrienta perdió el miedo a decir que se siente añorada, los que nos oponemos a ella también lo perdimos, somos muchos los que clamamos contra el pasado que nos mataba por ser, por pensar o porque sí, somos muchos más de eso no me cabe la menor duda, pero ellos al final matan.

Escribo esto consciente de mi situación de privilegio como hombre cis, heterosexual y blanco. Reconozco que hace no demasiados años, quizá 10 o 12 pensaba que por serlo ya se me presuponía ser machista, racista y homófobo.

En consecuencia me revolvía contra eso y decía que no, pero debo decir que me equivocaba. Si era machista, si era racista y si era homófobo, ¿voluntariamente? no desde luego.

Pero como a todos nos crían en una sociedad en la que siempre se veía a la mujer asumiendo el rol comúnmente asociado, en la que se nos mostraba a los migrantes como delincuentes, en la que se exponía una caricatura de las personas LGTBI donde todo era despreocupación y promiscuidad.

Con esos mimbres crecí y con el paso del tiempo tienes que aprender a deconstruirte y ver que si en efecto tienes todos esos defectos y que no pasa nada por reconocerlo, el problema es no trabajar para cambiarlo y saber lo que debe cambiar. Ese es un proceso al que no todos están dispuestos realizar, ya que admitirían de facto que viven en una sociedad atrasada.

Y no nos engañemos hay personas que no quieren cambiar, que no quieren evolucionar por que sí, se vive muy bien en tu atalaya llena de privilegios, concediendo cierta humanidad o ciertos derechos a los oprimidos como el que da limosna a un pobre tapándose la nariz mientras se jacta de lo buena persona que es.

Esa gente actualmente no tiene miedo de decir auténticas barbaridades sobre otros colectivos cuanto estos alzan las voz pidiendo los mismos derechos, ahí es cuando se ven amenazados en su atalaya en la que dictan sus normas a su antojo y es en ese momento cuando desinhibidos de los correajes de lo políticamente correcto, se tiran al monte y comienzan su guerra contra el buenísimo, contra los lobbys y demás estupideces.

Y el problema no es que el ala más dura o con menos vergüenza del Partido Popular monte un partido, el problema es que Vox tiene la fuerza de varios millones de votantes como para llevar a donde quiera a ciertos partidos supuestamente moderados, y tiene la capacidad de hacer creer al bracero que gracias a ellos serán como el señorito de “Los santos inocentes”.

¿Cómo? Sencillo, otra vez muéstrales un enemigo ficticio y cúlpale de todo los males que acontecen, caldea el ambiente con las proclamas y suelta desde los mil medios de comunicación a tu alcance que te están silenciando, que van a pervertir la sociedad por hablar de igualdad, deshumaniza al contrario etc, etc. El curso básico de propaganda nazi sin más ni más.

Pero cuál es el problema que siempre hay un exaltado, o cien, o mil que llevan eso un paso más lejos, que es capaz del insulto, es capaz de la agresión o es capaz del asesinato.

De la misma forma que yo crecí viendo ciertos estereotipos y los asumí como propios pensando que es lo normal, otros ven estas soflamas y las asumen como normales como propias y actúan en consecuencia contra el objetivo que no contra la persona, el ejemplo más claro es cuando se clama contra los MENAS, dejando pasar que significa Menores Extranjeros No Acompañados.

Con todo esto creo que es muy sencillo decir que unos apuntan y otros disparan pero a la hora de la verdad dirán “¿yo? ¿acaso apreté yo el gatillo?

Y por desgracia esto no solo ocurre en la derecha, ahora ciertos colectivos supuestamente de izquierdas que claman contra leyes que solo hacen dar derechos a colectivos oprimidos, con la excusa de la posmodernidad, con la excusa de la lucha por la clase obrera.

Solo muestran su miedo a perder privilegios, pero una ideología inclusiva, progresista, jamás debería cimentarse en la erradicación de derechos de los demás algo demasiado básico pero que para algunos cuesta entender, por que si una de las luchas cae, caerán las demás y la igualdad plena jamás se realizará. Bueno quizá si se da solo en la derecha.

Porque si, vivimos en un país en el que algunos se lo apropian y que ponen por encima de las personas la tierra, el dinero o las banderas, vivimos en un país de braceros y de señoritos donde se nos vende una igualdad que no existe, donde si alzas la voz para pedir derechos tendrás una bota que te pisa, donde proteger al oprimido puede llevarte a la cárcel, donde criticar a ciertas personas te puede costar tu puesto de trabajo o un sitio donde simplemente ser te puede costar la vida, tiempo atrás decía que nos dirigíamos a un túnel demasiado oscuro, ahora veo que tenemos un pie dentro.

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