A comienzos del siglo XXI, María Lugones nombró por primera vez, un proyecto de feminismo decolonial, proponiendo articular la perspectiva de la interseccionalidad, desarrollada por el feminismo negro y de color en los Estados Unidos (EEUU), con la lectura crítica de la modernidad, que desarrolla el Grupo Modernidad/Colonialidad.
Este concepto lleva la carga de toda una historia de mujeres que resistieron y enfrentaron formas de opresión, dominación, menosprecio, exclusión y de múltiples formas de violencia que conlleva el capitalismo, la colonialidad, el racismo, el patriarcado. Veamos parte de esta historia.
La separación del feminismo hegemónico
Como refiere Breny Mendoza, Ochy Curiel y Yuderkys Espinosa; en América Latina, el feminismo tiene una base burguesa, clase media, urbana, académica, blanca, y heteronormativa, tal como ocurre en Estados Unidos (EEUU) y Europa. Por tanto, las feministas latinoamericanas absorbieron los aportes del feminismo europeo y norteamericano.
La recepción de las propuestas del feminismo hegemónico occidental, a pesar de los aportes para los proyectos feministas latinoamericanos, al mismo tiempo, ha traído consecuencias negativas ya que ha permitido la instalación, reproducción y sostenimiento de políticas neoliberales, que han provocado exclusión y miseria en las poblaciones históricamente excluidas: indígenas, afrodescendientes, campesinas, mujeres pobres. Ana Montanaro.
Montanaro afirmó que después de los procesos de democratización en América Latina de los años 80 y 90, que concuerdan con el fin de la Guerra Fría y el avance de las políticas neoliberales impuestas por los centros de poder, las feministas latinoamericanas, a fin de participar en los procesos democráticos que se iniciaban, comenzaron la conformación de organizaciones y asumieron las propuestas del feminismo anglosajón (tanto el liberal, el radical, como el marxista) para desarrollar acciones feministas relacionándose con organismos de cooperación en la “lógica” del neocolonialismo y colonialidad.
Es así como el feminismo institucional articula sus luchas y como consecuencia se entrampa e incluso se hace cómplice con el avance del neoliberalismo y del proyecto neocolonial, “fortaleciendo con ello la estructura socio-económica, política-cultural excluyente y los mecanismos que fortalecen el mismo poder del patriarcado, la violencia, la corrupción de los aparatos militares y de las antiguas dictaduras”, indicó Montanaro.
En este contexto, y como contraposición un grupo de feministas autónomas, comenzaron a desarrollar un pensamiento teórico y una praxis política que buscó rivalizar la “lógica” racista, etnocéntrica, heterosexuada, misógina y colonial que están presentes en los feminismos occidentales y en aquellas feministas que en América Latina reproducen la colonialidad.
Dos hitos importantes ocurren, primero en 1993 durante el VI Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe celebrado en El Salvador, donde se da una ruptura entre las feministas que se reconocen autónomas y las institucionalizadas.
Tres años después, en el VII encuentro celebrado en Chile, se formula la Declaración del Feminismo Autónomo debido a la unión de mas mujeres jóvenes de las que ya existían del feminismo autónomo. Desde allí se dio una mirada contra-hegemónica frente a las corrientes feministas institucionales y de ONGs de la década de los noventa.
“Es un feminismo que se teje desde la resistencia, para romper el espacio desde donde se ha construido las relaciones de poder y así hilar, con su propio cordel, su propia historia”, aseguró Montanaro.
Feminismo decolonial en América Latina
Rosario Castelli y Yuderkys Espinosa definen el Feminismo decolonial como “El sector del movimiento feminista que se ha apartado del feminismo hegemónico y ha elaborado un recorrido epistémico, acercándolo a la tradición del pensamiento latinoamericanista que ha intentado apostar por la producción de un conocimiento del otro, situado geopolíticamente”.
Las propuestas del feminismo decolonial latinoamericano se contrapone al feminismo hegemónico occidental y eurocéntrico. Se interpela al capitalismo que es patriarcal, colonial, racista; así como se analiza críticamente sobre los privilegios epistémicos, políticos y económicos de la sociedad occidental.
El desarrollo de los estudios poscoloniales y los estudios sobre la colonialidad han sido fundamentales en las propuestas feministas latinoamericanas, que arrojan unas valiosas bases epistemológicas y aportan una propuesta política de transformación.
A través del feminismo decolonial latinoamericano, se da un conjunto de aportes ubicados geopolíticamente en la periferia del conocimiento. Es desde el “tercer mundo” donde se apunta a denunciar el carácter eurocéntrico, etnocéntrico y universalizador del sujeto de los feminismos hegemónicos.
En este sentido, se critica el feminismo occidental que continúa reproduciendo la colonialidad ya que mira a las mujeres que vienen del “tercer mundo” desde la otredad y con una retórica salvacionista. Bajo esta postura, determina quién es o no es “feminista” y asume la potestad de decir cuáles son las “opresiones que sufren y padecen”.
El feminismo decolonial es un concepto que se elabora a través del enriquecimiento de saberes y experiencias que han sido menospreciados históricamente; en el marco de Estados neoliberales y de sociedades profundamente desiguales y racistas. Desnuda la tensión que existe entre la superación del colonialismo y la permanencia de la colonialidad.