La alargada sombra del franquismo sobre “La Transición” perdura hasta hoy
La Transición es un hecho histórico de carácter fundamental en la historia de España, sin embargo, aún existen velos impuestos que dificultan desmitificar el escenario.
La transición ocupa un lugar destacado en la historia española que aún sigue vigente en sus memorias. Este hecho se ha convertido en el mito fundacional de la nueva España que emergió del franquismo.
Aunque fue promocionada en el exterior como un modelo a imitar, este escenario fue visualizado como si estuviera exenta de violencia política.
Por ello, la “visión oficial” de la transición española a la democracia es motivo de numerosas críticas en tiempos recientes, e incluso, en el medio académico, de algunos intentos de estudio de sus elementos narrativos y funcionalidad política con la Constitución de 1978.
Este proceso recibió atención académica, pero también política y mediática, ya que en la segunda mitad de los años setenta se construyó el ordenamiento político actual y se redefinieron las trayectorias de los principales actores de la vida pública.
No puede considerarse un periodo histórico aislado
La transición está nítidamente vinculada al franquismo, siendo imposible separarlas o no mencionarlas. Esto se debe a que el Régimen no murió con el dictador el 20 de noviembre de 1975.
Al contrario, la legalidad y las instituciones franquistas permanecieron intactas una vez desaparecido el Caudillo.
Por otro lado, las condiciones que condujeron al final de la dictadura no aparecieron súbitamente en la sociedad española, ni dependían del nuevo Jefe de Estado, sino de factores de diferente índole desarrollados desde el inicio de la década de 1960.
Cuando el Régimen que se inicia en 1976 muestra síntomas claros de estar agotándose, sus defensores instaron al consenso sin romper la legalidad.
Asimismo, la fracción reformista del franquismo logró que las Cortes orgánicas aprobaran la Ley para la Reforma Política, que transformó la “Monarquía tradicional” prevista en una “Monarquía parlamentaria”, con dos Cámaras, elegidas por sufragio universal.
Monarquía Parlamentaria tras inserción del gen democrático
Era considerada la única manera, no solo de salvarla, sino de que permanecieran incólumes las demás instituciones del Estado, aunque para ello fue necesario enfrentarse a un franquismo, ciertamente minoritario y residual, pero fuertemente arraigado en las Fuerzas Armadas, que aspiraba a mantener las “esencias”.
La Transición se llevó a cabo en las Cortes franquistas, negociada por un joven audaz, el último jefe del partido único, nombrado presidente del Gobierno para realizar esta tarea.
De ahí que, esta serie de eventos tan importantes para España, no provinieron de ningún acuerdo entre el Régimen imperante y la oposición democrática.
Fue, mejor dicho, una imposición neta de la fracción reformista del franquismo, que la mayor parte de la población revalidó, dispuesta a apoyar cualquier reforma que permitiera salir de la dictadura sin grandes consecuencias.
De esta manera, una parte de la oposición tampoco podía desaprobar cualquier movimiento encaminado a restaurar la democracia, pero aún así optó por la abstención en el referéndum del 15 de diciembre de 1976 para mostrar que el proceso se hizo sin su participación.
Las diversas versiones de esta misma historia, tienen como eje central la afirmación de que el establecimiento de la democracia en España fue obra del rey y de los reformistas del franquismo, con un papel insignificante de la oposición y en un marco de pasividad de la sociedad.
Con las venas abiertas al igual que heridas por los conflictos, la democracia española sería otorgada, fruto de la voluntad y de la habilidad de los que tenían en sus manos el poder político.
Algunos factores internos también influyeron
Algunos historiadores consideran que esto fue consecuencia última de la “modernización” de la sociedad española para la época.
Entre ellos resaltan el crecimiento económico, con los importantes cambios en la infraestructura, y las transformaciones sociales y culturales que lo acompañaron.
Lo cierto es que, la vía pacífica no se utilizó y también es imposible reconstruir el relato violento de aquellos años en los que murieron cientos de personas, y muchas miles resultaron heridas, a consecuencia de la violencia política.
Durante esos siete años en los que España pasó de la dictadura a la democracia, la extrema derecha campó a sus anchas. Muchas veces, auspiciada por las fuerzas de seguridad.
Pese a que distintos especialistas se esfuerzan en quitar el velo que cubre el crudo realismo de los eventos asociados a la Transición, todavía hay mucha tela que cortar.
Su carácter pacífico, regido por el consenso y el acuerdo entre las fuerzas políticas del país fue una ilusión, que ocultaba la manifestación de la nación.
La fuente principal de legitimidad reside en los ciudadanos que apoyaron y sostuvieron tales premisas en el pasado, distintamente a las nuevas generaciones que han descubierto la historia verdadera tras la democratización de España.