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El origen monárquico del PSOE

El PSOE ha presentado en su historia diferentes episodios críticos de revisión ideológica y varios relevos traumáticos de sus liderazgos

El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ha experimentado episodios de revisión ideológica y, en varias ocasiones, reestructuraciones traumáticas de sus liderazgos. Desde 2008 a la actualidad, diversos síntomas tales como un cierto desenfoque ideológico-programático, su defensa de la monarquía y la pérdida de militancia, dificultades para la consolidación de su liderazgo nacional y un acelerado declive electoral, evidencian que el PSOE enfrenta su crisis más profunda.

En el horizonte de esta centenaria formación se dibuja un futuro incierto sobre su papel en la política española, más aún cuando, desde 2014, compite en el centro y la izquierda con otros partidos de la llamada “nueva política”.

Estamos ante la primera brecha de la historia del PSOE, que queda reflejada en los escritos del propio Pablo Iglesias Posse, donde defiende que las nociones del socialismo internacional no eran aplicables a la realidad de España, porque el concepto de “capitalismo” contra el que luchaba el marxismo aún no estaba implantado en el país.

Sin embargo, esta lucha ideológica dentro de la formación duró muchos años desde sus inicios y enfrentó a los que querían que el partido utilizara las instituciones oficiales para crecer y los que pensaban que las mejoras de la clase obrera solo podían llegar a través de la revolución.

Pese a experimentar algunos episodios críticos de revisión ideológica y varios relevos traumáticos de sus liderazgos, el PSOE logró conservar intacto su potencial como partido de Gobierno. Incluso en las etapas en las que permaneció fuera de las tareas gubernamentales realizando labores de oposición, jamás dejó de ser la alternativa electoral más plausible para el sistema del Régimen del 78.

Sin embargo, desde 2008, diversos síntomas ponen de manifiesto que el PSOE ha deteriorado su posición en el sistema de partidos, hasta llegar a un punto que permite decir que enfrenta su mayor y más profunda crisis desde 1979.

Al igual que una buena parte de sus homólogos europeos, el PSOE anda huérfano de un discurso consistente que evite equívocos sobre la posición ideológica que ocupa en relación con sus competidores.

De igual modo, en todos estos años ha enfrenado procesos de remoción de sus liderazgos que le han colocado al borde de la fractura interna, al tiempo que sus líderes nacionales veían como se reducían progresivamente sus índices de credibilidad.

Tal ha sido la decadencia experimentada que el PSOE ha pasado de ser el partido predominante que en su día logró ejercer la hegemonía social y política en la izquierda española, a disputar su lugar compitiendo electoralmente mediante posiciones conservadoras y a formulas neoliberales.

Para encontrar explicaciones y aplicar remedios adecuados a estos males, los socialistas dedicaron muchas horas al debate interno en congresos y conferencias políticas –Conferencia Política de octubre de 2011, XXXVIII Congreso Federal (3, 4 y 5 de enero de 2012), Conferencia Política de noviembre de 2013 y Congreso Federal Extraordinario (26-27 de julio de 2014).

En estos encuentros, redefinieron sus posiciones ideológicas y también rediseñaron parte de su estructura orgánica. A pesar de todo este esfuerzo, hasta la fecha, ninguna de las propuestas, ni las ideológicas-programáticas ni las orgánicas, han resultado exitosas en la tarea de revertir la situación de desprestigio político.

Desde un punto de vista meramente electoral, se plantea como hipótesis que la pérdida de apoyo al PSOE guarda estrecha relación con dimensiones ideológicas, de adscripción partidista, de liderazgo y contextuales.

En 2004, la llegada de Zapatero a la Secretaría General del PSOE supuso el triunfo de las ideas de una nueva generación de dirigentes, organizados en la autodenominada “Nueva Vía”. Estos se habían propuesto llevar a cabo una renovación ideológica para afrontar el reto de recuperar el Gobierno perdido tras las elecciones generales de 1996. Para ello, aspiraban a superar las recetas clásicas de la socialdemocracia, incorporando nuevos criterios ideológicos.

Frente a las propuestas de la tercera vía, mostraban sus preferencias por otras fórmulas teóricas tales como el patriotismo constitucional de Jürgen Habermas y, consecuente con la defesa del sistema monárquico español.

Así, la política desarrollada por Rodríguez Zapatero, al menos durante los primeros cinco años de su mandato, se sustentó en los mencionados criterios y principios de un incoherente republicanismo cívico.

Sin embargo, el inicio de la crisis financiera de 2008 y, sobre todo, el empeoramiento de la situación económica en la primavera de 2010, acabaron por desfigurar su proyecto con un giro neoliberal y claramente de derecha.

Todo ello, anteponiendo las exigencias del contexto a las convicciones ideológicas que habían inspirado hasta la fecha el proyecto del PSOE. Este fue el punto de inflexión para el inicio de una desorientación que aún hoy padece esta formación.

Zapatero defendió haber aplicado políticas de neta identidad socialdemócrata, pero lo cierto es que su praxis no se había correspondido con el discurso enunciado en los años precedentes, especialmente en su primera legislatura.

De este modo, el declive electoral, desorientación ideológica-programática y fallida consolidación de sus liderazgos acompañada por pérdida continuada de credibilidad de los mismos. Estos elementos, que podríamos denominar de carácter endógeno.

Todo ello se ha visto completado con otros de naturaleza exógena, relacionados con la incidencia de la grave crisis económica, política e institucional en las actitudes políticas de los votantes socialistas, así como en los procesos de adscripción partidista y del voto mismo a esta formación.

La desorientación ideológica del actual PSOE, por más que sea un rasgo compartido con el resto de la familia ideológica en Europa, no constituye el único elemento causante de su decadencia, aunque sí que actúa como un elemento debilitador en el voto.

El liderazgo constituye otro factor útil para la comprensión de la decadencia del PSOE. La dificultad para consolidar sus liderazgos es uno de sus síntomas y, también, una de sus causas. Desde que Felipe González abandonara la Secretaría General del PSOE, el liderazgo socialista ha sido un bien en disputa.

En tiempos recientes, la ambigüedad ideológica y la poca constancia política, ha llevado al PSOE a defender lo indefendible. En este respecto, el actual presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, se opone rotundamente a quienes planteen abrir el debate sobre monarquía o república al calor de las irregularidades financieras de Juan Carlos I y su salida de España.

El jefe del Ejecutivo apela a mantener la “fortaleza de las instituciones”, y singularmente la Corona, en medio de la crisis del COVID-19. En este sentido, Sánchez ha llegado proclamar que “el pacto constitucional está plenamente vigente” y en él está “la monarquía constitucional”.