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Encubrir entre todos la responsabilidad por el origen de la pandemia

Uno de los principales medios de España parece un cómplice de la pandemia, al silenciar la situación respecto al virus, demuestra lo inhumano que puede ser un medio cuando solo vela por sus intereses.

Estimado director, me vas a permitir, cual avestruz asustado, sacar por unos instantes la cabeza de mi arena cultural, para testimoniar mi sorpresa (y mi decepción) por el silencio de la mayoría de medios de comunicación, silencio que entiendo culpable, respecto al origen de la terrible pandemia que nos asola cual plaga bíblica, en este planeta afortunadamente hoy casi libre de guerras y con otro tipo de tensiones, que parecen, por otra parte, resultar todavía soportables.

Y digo decepción porque he seguido en España, por poner un representativo ejemplo, el diario más leído en este país desde el mismo día de su fundación, y la verdad, no puedo entender ese silencio que casi podríamos tildar de encubrimiento, que si siempre he sospechado pudieran existir en otros ámbitos políticos, económicos o judiciales, con el fin de proteger sus intereses o simplemente de ocultar sus errores, sus carencias o como sucede en bastantes ocasiones, sus miserias.

Pensaba ingenuamente que la actitud con que yo mismo comenzaba el articulo (la del avestruz), no tenía cabida en un periódico que presume de independiente. Lo mismo cabría decir de cualquiera de las televisiones públicas. O de las cadenas de radio, oficiales o no.

Porque vamos a ver, nos informaron todos los medios profusamente en su día del rocambolesco origen de la pandemia, del “supuesto accidente” de laboratorio, luego ya algo menos de las trabas y de la poca o nula transparencia de la comisión investigadora. Todo ello… ¿para qué?

No espero, por supuesto, que quede bien claro, se declare contra China la tercera guerra mundial, ni muchísimo menos. Pero al menos sería deseable la exigencia internacional de una reparación, ante la enorme magnitud de los daños, las tremendas consecuencias económicas de los mismos, la tragedia y el sufrimiento para una gran parte de la población mundial que por desgracia ha perdido a algún ser querido.

Todo eso entiendo debería al menos ser reparado de alguna manera. Y esta justísima corriente de opinión se establece y se canaliza, creo yo, a través de los medios de comunicación, que, y vuelvo al principio, parece que guardan un sospechoso silencio sobre algo tan, para mí y para la mayoría, quiero suponer, tan obvio,  tan transparente (el que indudablemente el origen de la pandemia proviene de un evidente objetivo de desarrollo de virus, y prefiero no sospechar con qué fin), y sobre esta consecuente y justa exigencia de reparación que al parecer nadie se atreve a plantear de cara al país responsable: China.

Pensad que si esto hubiese ocurrido en un país del tercer mundo, ya estaría desde hace un año invadido por los gendarmes occidentales habituados a buscar de armas de destrucción masiva, e indudablemente le hubiésemos sacado hasta los hígados.

Pero en fin, supongo que este tema, por su especial entidad, corresponde más a ese misterioso, insondable e inescrutable nivel informativo vedado todavía a la inmensa mayoría de los mortales, en el que se encuentran entre otros, los casos de aquel banquero que no llegaron a juzgar, el descubrir quién se esconde detrás de las intrincadas siglas M. Rajoy, qué fue lo que realmente pasó durante las tres o cuatro horas previas al discurso real del 23 F, el porqué queda impune la destrucción de pruebas tras más de cien reseteados y unas decenas de martillazos al ordenador de Bárcenas, o sin ir más lejos, quién pagó los sesenta y cinco millones al emérito y por qué. Y encima este no los declaró.

Al menos debo reconocer que esos otros temas si los airean los medios de vez en cuando (aunque la verdad no demasiado, no sea que a alguien se le vaya a ocurrir organizarse para pedir Justicia).

En fin, no sé deciros si esta indudable estrategia responde al hecho de que según parece el “chantaje” en el suministro de los componentes electrónicos está condicionando gravemente la producción de las cadenas de montaje occidentales, o tal vez porque las reservas financieras de esta parte del mundo se encuentren ya en su mayor parte en sus manos. Desde luego no soy quien para pedir, y menos para exigir una reparación por los daños hasta ahora producidos (y lo que queda), o si se quiere, para solicitar el declarar un boicot a sus productos.

Pero creo que algo habría que decir.

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