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Romper el molde: familias en favor de la igualdad

Para romper el molde impuesto por las familias patriarcales, hay que educar y formar desde la igualdad y derribar los estereotipos de género.

Hay que romper el molde que nos ha impuesto el sistema. Desde épocas remotas, la familia ha sido el epicentro de todo, dando forma a la sociedad y adaptándose a las nuevas realidades que aparecen inevitablemente. Por ello, es que se dice que hemos heredado un sistema patriarcal, el cual se ha ido debilitando conforme el avance del progresismo, el desarrollo sostenible y la democracia, al igual que la continua victoria del feminismo.

Por ello, se dice que el tema de la educación en la familia respecto a la igualdad, equidad y este tipo de valores es muy importante, porque permiten que las personas vayan cambiando no solo su forma de ver las cosas, sino también de dejar a un lado comportamientos machistas y sexistas, que perpetúan la brecha existente entre ambos géneros.

¿Cuántas veces hemos escuchado que felicitan a los varones de la casa por conductas o palabras que en caso de ser dichas por una mujer sería totalmente inaceptable? Pues, demasiadas para contar, y aunque lo nieguen, esto se encuentra presente hasta en los aspectos más pequeños de la vida cotidiana, la convivencia y las relaciones familiares.

Los hombres al trabajo, las mujeres a la cocina

Pese a que estos estereotipos sean bastante arcaicos y obsoletos, en algunos núcleos familiares todavía son normalizados, compartidos y transmitidos de generación en generación, se le aplaude al hombre porque “tiene muchas novias” y a la mujer se le prohíbe porque “debe guardarse para el matrimonio“, usando aparentes justificaciones que inciden hasta en lo absurdo.

Así como se llega a hipersexualizar a los niños, forzándolos a situaciones que son perjudiciales para su desarrollo psicológico; es algo muy común en las niñas, obligándolas a actuar de determinada manera para agradar a los demás, apartándola de actividades que “son masculinas” como algunos deportes o algo tan simple como formar parte de los scouts.

Al menos, desde mi experiencia, nunca se me permitió aprender a conducir bicicleta porque “era de chicos”, me vería “machona” e ideas que actualmente, en mi adultez, veo que son estúpidas y de cierta manera me han impedido hacer otras cosas usuales, que una persona “normal” podría, incluyendo el que nunca me desempeñé en una disciplina deportiva porque “las niñas se dedican al baile, el canto, o lo que sea que las mantenga bonitas, arregladas y presentables“.

Por otro lado, está el hecho de que cuando las mujeres obtienen un logro laboral o académico, se les subestima y lo único que reciben son unas palmaditas en la espalda, mientras que los hombres consiguen algo y se les sueltan globos, serpentinas y se arma la parranda… lo que deja ver un problema a nivel estructural que debe ser combatido desde la raíz.

La idea es: educar y formar adultos funcionales, que sean capaces de valerse por sí mismos, con valores y principios para hacer del mundo un lugar más agradable en el que vivir. Por tanto, abandonar esa carga de malas costumbres es indispensable; empezando por inculcar empatía y sentido de la igualdad, rompiendo el sistema imperante que nos impide avanzar completamente.

El machismo es el epicentro

Tanto en las relaciones de pareja como en los hogares, el machismo es un eje principal, ya que insta a que los hombres marquen aún más ese “carácter superior y dominante” sobre la mujer, evidenciado en como tienen más tiempo libre que las mujeres, sus altas posibilidades de acceder a una mayor calidad de vida y un sentido más amplio de lo que es “políticamente correcto” para ellos.

Esto inicia a partir de la etapa infantil, así que se debe enseñar a los niños a construir relaciones basadas en la igualdad y que sean capaces de luchar en contra de aquello que dificulta la armonía en la sociedad. De igual forma es necesario enseñar a las mujeres a tomar conciencia sobre sí mismas, siendo dueñas de sus decisiones, disfrutando plenamente de sus derechos en condición de igualdad y libertad, acabando con la cultura machista y sobre todo la misoginia.

Este sistema ha echado tantas raíces que incluso en la actualidad muchas mujeres también son machistas y patriarcales, porque aún no tienen la capacidad de analizar el mundo desde otra perspectiva que no sea la misma con la que crecieron. Resulta lógico que se promueva la cultura del empoderamiento, la alta autoestima, el liderazgo femenino y se derriben esos arquetipos que estigmatizan aún más a los grupos societarios, incitando a la segregación y la división.