Un mítico y distante inquilino en Carondelet
Hoy en día, en pleno siglo XXI, los Ecuatorianos estamos dando la vuelta al pasado, y nos mantenemos expectantes ante la mítica y distante figura de Guillermo Lasso.
Un mito, es ya una suerte de historia fabulosa que pretende, a través de la narración, implantar en la conciencia colectiva, una serie de acciones realizadas por seres fantásticos que hacen presentes las fuerzas de la naturaleza y otros aspectos de la cotidianidad humana, muchas veces basadas en la imaginación del narrador que pretende convertir acciones ordinarias, en sobrenaturales.
El Olympo es un monte rodeado de misticismo y misticidad desde tiempos de la antigua Grecia, hogar –se suponía- de los Dioses que gobernaban la tierra, los mares, el cielo, la naturaleza, el inframundo y el destino de la humanidad.
Hoy en día, en pleno siglo XXI, los Ecuatorianos estamos dando la vuelta al pasado, y nos mantenemos expectantes ante la mítica y distante figura de Guillermo Lasso, que en su Olympo privado construido por el barón de Carondelet, se ha erigido a sí mismo como el único, el elegido, el ungido, el predestinado; sin embargo lo único que ha logrado es la ira de los mortales.
Los desempleados se cuentan por cientos de miles, los muertos por centenas, la obra pública es inexistente, la salud y la educación cada día más deficientes, los impuestos se han casi duplicado, los salarios congelados, los combustibles a precios internacionales, la inversión nacional y extranjera en los mínimos históricos, la justicia sometida, la persecución política más vigente que nunca y la narrativa fabulosa de una prensa servil y vendida dedicada a la tarea de implantar en la conciencia ciudadana, que ahora estamos bien, aunque en verdad estamos mal, no como antes que nos decían que todo iba mal aunque estábamos bien.
La “descorreización” que pretendía eliminar de la memoria colectiva los logros de la década ganada, se ha revertido, y lejos de poner en el olvido a Rafael Correa, sólo han logrado fijar en la mente y los corazones de los ciudadanos, la frase “Con Correa estábamos mejor” y es que ha sido tanta y tan grande la obra desarrollada por Correa en los diez años de su gobierno que no solamente Boltaire las volvió a inaugurar cambiando logotipos, sino que ha alcanzado para que Lasso también reinaugure muchas como el parque eólico de generación de energía en Villonaco provincia de Loja, el famoso “puente hacia la nada” que une Colombia y Ecuador en la zona de Mataje, y sobre todo ha reinaugurado los aviones presidenciales que calificó como “los lujos socialistas del señorito Correa” y en los que jamás ni por un segundo se iba a subir y que prometió vender para construir 20 hospitales, pero nada de eso, sigue paseando por el mundo en esos “lujos socialistas”.
Así entonces, tal cual en la antigua Grecia, El Olympo y sus Dioses, en la actualidad en el Palacio del Barón de Carondelet y el presidente, tienen el mismo carácter mítico y distante del pueblo, debiendo anotarse además que la aceptación del gobierno de Lasso es de apenas dos de cada diez ecuatorianos.
El mito no alcanza a Rafael Correa Delgado, que siendo una realidad actual, ya ha sido posicionado en la Historia política del Ecuador como el mejor presidente, en América Latina como uno de los más grandes líderes, y en el mundo entero como un reconocido e importante político del siglo XXI, y además a pesar de encontrarse físicamente distante, está más cerca del pueblo del Ecuador que cuando fue presidente. Cada día que pasa es más aclamado su retorno.
¡Con Correa estábamos mejor!