EE.UU. pierde la presidencia de su principal bastión en América Latina
EE.UU. ha sufrido un golpe en América Latina. Colombia ha decidido en las elecciones presidenciales, transitar por un nuevo rumbo.
Como es posible en el juego de la política, lo menos pensado se hace realidad. Este 19 de junio, un país que por siglos transitó bajo el poder de la oligarquía más rancia del continente, ha cambiado de rumbo.
El Pacto Histórico obtuvo la presidencia de la República.
No se trata de cualquier proceso electoral. Anunciando la llegada de este hecho; han transcurrido ríos de historia, de violencia, de sangre, de pobreza, de aguante, de batalla.
Colombia no es Colombia nada más. Desde este territorio, antiguo virreinato, que dejó de serlo para asumir otro tipo de tutelaje; se vierte la política estadounidense para el continente suramericano.
Colombia ha sido el gran bastión para expandir la Doctrina Monroe, contando hoy con 9 bases militares norteamericanas. En total 22 instalaciones con las cuales el ejército de este país ha cometido crímenes que dentro de esta tierra Bolivariana y adolorida; no son objeto de justicia por mandato de la ley.
Un desfile de secretarios de Estado de EE.UU. han pasado por allí a reunirse con presidentes a lo largo de la historia; llevándose con ellos un trozo más de Colombia e instalando nuevas amenazas para los países de la Patria Grande justificados en el llamado Plan Colombia.
Venezuela ha sido amenazada de manera constante por las acciones de este país, siendo reconocido por personeros del uribismo. El propio Álvaro Uribe quien aseguró que “le faltó tiempo para asesinar a Chávez”.
En Colombia se han concretado distintas operaciones con las que se ha intentado derrotar a la Revolución Bolivariana, una de las más conocidas, la firma del contrato firmado entre Juan Guaidó y la empresa norteamericana de mercenarios Silver Corp, bajo el cual se entrenó a un ejército que tendría la misión en primer lugar de asesinar a Nicolás Maduro, para luego hacerse del poder político bajo normativas criminales que pretendían resquebrajar el orden constitucional como se establece claramente en dicho contrato.
En territorio colombiano también fue entrenado el llamado Comando Jungla del cuerpo de Carabineros de Chile, organización responsable de arremeter en contra del pueblo mapuche que aún hoy, padece un Estado de excepción que ha justificado un etnocidio permanente.
Igualmente, desde Colombia se planificó el golpe de Estado en Bolivia que arremetió contra esta república plurinacional, instaurando en el poder a Jeanine Añez, esposa del político colombiano uribista Héctor H. Hincapié.
Por otra parte, Colombia juega su papel en la producción de droga que debe ser exportada hacia el país con mayor cantidad de consumidores: Estados Unidos de Norteamérica; instaurando todo un engranaje en el que entra el poder político, económico y militar de ambas naciones.
Por si fuera poco, como sacado del surrealismo (y no del realismo mágico), Colombia se ha constituido recientemente como socio de la OTAN.
Bajo este panorama, no es nada sencilla la construcción de lo distinto. Se ha obtenido la victoria en la figura política principal de las repúblicas latinoamericanas: la presidencia.
Más allá de los posteriores análisis que puedan hacerse con respecto a la maniobrabilidad de los actores del Pacto Histórico en este contexto terrible de sumisión y entrega absoluta de Colombia; hay una verdad cierta: el pueblo colombiano ha manifestado la urgencia de querer transitar caminos distintos, en el que seguramente la paz, principal bandera de Petro y Francia Márquez, está dentro de sus mayores anhelos.