En el fondo era ese el motivo (II)…
Lo que no se cuenta por esos medios de prestigio internacional, de matriz blanca y liberal, es que el concepto de “unidad” de estos países que conforman los BRICS se basa en el apoyo mutuo más que en la búsqueda de una razón política de fondo.
El telón de fondo, como siempre, es infinitamente más complejo y localizado que basarlo todo en obviedades y binomios estandarizados por solo un 16% de la población del mundo (Occidente), si lo que queremos comprender son los porqués de la guerra en Ucrania y del comportamiento tan irracional de uno (Rusia) pero también de otros (UE-EE. UU.).
Ciertamente, siguiendo el dogma marcado por las 354 páginas tituladas Concepto Estratégico de la OTAN, esto va de luchar con desafíos y amenazas, de buenos y malos. Y hacerlo con argumentos infantiles, sesgados, extrapolados de la realidad, y eso ya no debería ser nuevo ni útil para la opinión pública europea ni real para generar una sensación de control de la situación.
Ese argumento de que el mundo está cambiando hacia la multipolaridad es verdadero, y es la clave para entender todo el embrollo actual.
Frente a la coalición UE-EE. UU. existe, y está organizado, todo un complejo mundo de lo que podríamos llamar economías emergentes, aunque es simplón hablar sólo de lo económico para referirnos a la coalición fundada en 2006 y llamada popularmente BRICS.
Es una organización internacional formada entre otros países por Brasil, Rusia, India, China o Sudáfrica. Su peso demográfico sobrepasa el 40% de la población total mundial, y sus economías están llamadas a ser fundamentales en el peso del comercio mundial, y por consiguiente, también en lo político.
Para otro día quedará hablar ya más a fondo del peso de rusos y chinos en África o América Latina, para evidenciar que ambos países están pasando la mano por la cara a Biden. Es positivo ese cambio, sin duda, y la irrupción de la izquierda en América Latina no es un elemento ligado a ese cambio de poderes regionales, pero sí que tiene que ver con un cierto despertar de países como México, Colombia, Venezuela o Chile para devolver su poder productivo y su autonomía -que es, definitiva, por lo que tanto han metido la nariz los norteamericanos en esa región-.
En términos de dominio político, controlar sus deseadas materias primas como el apoyo al desarrollo de sus regiones gracias a nuevos inversores de capital, especialmente chino -véase, mejora del canal de Panamá, construcción de carreteras en Bolivia, construcción de gasoductos en Brasil, desarrollo de energías renovables en Ecuador, construcción de presas hidroeléctricas en Argentina, etc.- es, como mínimo, interesante.
Los BRICS cuentan con importantes inversiones en desarrollo de tecnologías para generar energías renovables, a través del proyecto radicado en Shanghai llamado “The Lingang Distributed Solar Power Project”. Toda una apuesta de futuro por el control energético verde.
No es casualidad que China haya creado el primer reactor nuclear sin uranio, o que India sea capaz de generar nuevas tecnologías nucleares de rápido crecimiento (Fast-Breeder Test Reactor) producidos con torio, ya que India tiene grandes reservas de este mineral.
Pero la madre de la negación o del no reconocimiento no solo de la OTAN, sino del conjunto del mundo occidental hacia este mundo emergente, tiene una razón política de formas y una económica de fondo.
El mundo, dicen la mayoría de analistas, será dominado por quien controle la tecnología, y en eso hay una brecha considerable. Estados Unidos sigue siendo una potencia en ese inmenso sector, pero necesita el apoyo de Europa para ocupar un lugar hegemónico mundial. Y, por el contrario, el poder hegemónico de China en el sector de la inteligencia artificial ya se ha colocado en la casilla de salida de esa competición. A eso, hay que añadir lo útil de su partenage (chino) con el poder energético y militar ruso para llevar a cabo nuevos proyectos tecnológicos de amplio espectro.
Lo que tampoco se cuenta por esos medios de prestigio internacional, de matriz blanca y liberal, es que el concepto de “unidad” de estos países que conforman los BRICS se basa en el apoyo mutuo más que en la búsqueda de una razón política de fondo.
Sí, su relación asociativa se basa en el valor de sus apoyos mutuos, como si fuera una balanza tanto en lo económico como en otros aspectos, lo que marca el peso real de cada actor, cosa que cambia el paradigma radicalmente respecto a lo que nos tenía acostumbrados el poder norteamericano, el cual se basa en la influencia política hacia otras soberanías para legitimar el intercambio económico con el dólar como moneda única de cambio. Mucho cuidado con eso que la ruptura es bestial.
Ya en otro plano, tenemos el papel de la supuesta triste figura europea. No cuadra para nada esa cerrazón muy heroica de mandar armas a Ucrania para hacer el suicida frente a un contrario infinitamente superior en el terreno real. Tampoco cuadra esta supuesta unidad europea frente a Rusia cuando se sabe que Europa no es unánime históricamente en sus intereses para con la antigua república soviética.
Pero, hay truco, y qué truco.
Esa supuesta renovación de la alianza transatlántica como el recobro de la unidad europea no es más que una sarta de intereses embadurnados con hipocresía de la buena.
Europa decidió emprender el camino de las sanciones y la negación de todo lo que sea ruso porque quiere generar una imagen de seriedad, de cohesión. ¿Y os preguntaréis, dirigido a quién? Ya he citado anteriormente los intereses en el control de las tecnologías del futuro por parte de europeos y norteamericanos, pero hay más.
Europa, como también Estados Unidos, persiguen desde hace mucho tiempo influir en la región llamada del indo-pacífico. Ahí la influencia china es notoria y Europa no consigue ser creíble, pues su “poder blando diplomático” no basta.
Europa necesita a los Estados Unidos para entrar en ese mercado, especialmente Francia, que tiene poderosos intereses en la región. Solo una imagen fuerte y unida puede afianzar la entrada de estos dos poderes económicos para competir con los chinos que mantienen una posición dura y expansiva en la zona -ocupación de islotes, presión sobre la independencia de Taiwán, maniobras militares en aguas del sur y del este, etc.-.
O sea, que el mundo sigue siendo un gran teatro, solo que ahora hay más actores, y todos quieren un papel preponderante.
El mundo occidental está viejo, y Biden es su confirmación. Solo queda hacer lo que se está haciendo, seguir diciendo verdades a medias para continuar con el trile de los poderes oscuros con lengua de serpiente y piel blanca.
A ver si de una vez por todas se entiende que combatir el horror de la guerra es mucho más que hacer propaganda, usar peones humanos y por detrás seguir haciendo negocios turbios con armas, personas, soberanías políticas, etc.