La dimisión de Draghi, un aviso de la deriva política europea
Echando mano de un proyecto político fallido en Italia, cosecha propia de lo que puede producir un sistema tan atomizado, tenemos la historia del movimiento político "qualunquista" liderado por Guglielmo Giannini.
Aquel proyecto político fue una suerte, ya en aquel entonces, de proyecciones antipolíticas en el mismo sistema. Su rechazo a todo aquello que fuera oficial, normativo, era reducido a burla -eso casa con el modelo de popularización del M5E fundado por el cómico Beppe Grillo-.
Pero lo fundamental es que ya salido el país de la Segunda Guerra Mundial nacía, ese referente acrítico, con el incipiente sistema democrático de corte liberal que llegó a tener hasta 30 diputados y más de 1,2 millones de votantes (1946).
A esto, hay que tener en cuenta la versatilidad de ese movimiento. De derecha a izquierdas, lo importante era lo que se quería escenificar; la crítica hacia un modelo político precario como aún sigue siendo el italiano.
Massiamo Cacciari, con su desarrollo de lo impolítico -que ensalza en eso la teoría de Carl Schmitt-, quizá sea un heredero de una manera de pensar, sin que sea este filósofo un referente intelectual de ese fallido movimiento político “qualunquista”, más allá de lo establecido políticamente (la norma) para traducir todo aquello que puede ser posible fuera de esas frágiles fronteras que la asientan.
Draghi en contexto
¿Y qué tiene que ver Draghi con todo esto? Draghi es la antítesis -diría que al más puro estilo napoleónico- de lo que representa la realidad política italiana.
Lo que ha pretendido esa amalgama de partidos como mínimo curiosa, tronificada por Mario Draghi, no es más que un nuevo intento de impostar la tecnocracia de corte presidencialista, con vínculos evidentes con la élite política europea.
Algunos argumentan que “¡al menos gestionan y no se dedican a discutir sobre ideas pasadas!” Dejando así un espacio inmenso a la manipulación y al correctismo que, a fin de cuentas, este último solo favorece a los menos desfavorecidos. Si no que se lo expliquen a Tzipras en Grecia.
Italia es mucho más que el banquero Draghi. Draghi es solo Draghi, y así ha quedado reflejado, ya que este no ha sido capaz ni de entronarse en la presidencia del Estado, pues no contaba ni con los apoyos internos para consumar su objetivo. Este no era otro que el de mantenerse en el control político del país desde una institución donde no estaría sometido a ningún escrutinio popular. Su enorme debilidad como figura política local se lo ha llevado por delante en un solo gesto, no ha hecho falta ni unas elecciones para tumbarlo.
Hablando de populismos
Pero hay mucho más en Italia. Viene al caso hablar de lo que los grandes medios blancos y liberales del mundo occidental, también los italianos, argumentan cuando se somete a juicio lo que ellos creen que es el mal de la política italiana; el populismo tanto de derechas como de izquierdas.
Seré claro. ¿Quién no es o quién no usa el populismo en Italia? ¿Los medios de comunicación italianos no echan mano de la popularidad para mantener un frame constante en la opinión pública? Diré más, ¿la República italiana, a pesar de sus evidentes fallos, como otros modelos, no es eminentemente popular? ¿La realidad social que encara la mafia no es populista? ¿Parte del gran empresariado industrial, herederos del puro berlusconismo, no utilizan el populismo para sus beneficios? El partido comunista como la Democracia Cristiana italiana eran con sus acentos eminentemente populistas. Iré más allá, el sistema político francés es populista y casposamente fanfarrón, también lo es la política norteamericana. Ese, entonces, no es el problema de fondo, creo yo…
El populismo como el ser populista es, a ojos de la opinión pública publicada, una suerte de conceptos vacíos. Y es así por puro interés de esquematizar jerárquicamente lo que es bueno y lo que es malo. Lo sencillo es referirse a esa fallida coalición draghiniana para entender correctamente la política italiana, y dejar de lado todo aquello que huela a populismo de corte soberanista. Eso es un error fatal.
El populismo es un elemento dinámico, transformador, transversal a la inmensa mayoría de los partidos y movimientos sociales del país. El instinto y la sensibilidad hacia el sentir popular y el criticismo hacia todo aquello que huela a oficial son las raíces del populismo no elitista, que es el caso de lo que se ha convertido el M5E de Conte.
El populismo, históricamente, ha sabido conectar con las reivindicaciones populares desde muchos antes de la Segunda Guerra Mundial. Con la gran virtud, a diferencia de otros movimientos europeos, de saberse moverse entre izquierda y derecha sin que eso pervierta sus bases ideológicas.
Consecuencias una caída
¿Y cómo la caída de Draghi es un aviso para navegantes mirando a la Troika? ¿Cómo le afecta a la UE? Las sanciones a Rusia no son solo un simbolismo contra la barbarie rusa, es mucho más, son un canto al sol para dejar vía libre a la especulación y a la crisis social, para que vuelvan a crecer sin precedentes en estas épocas.
Inflación desbocada, subida de intereses del BCE, subida de la luz, del gas, etc., son consecuencias de la manera en que la UE, de la mano de los EEUU, está llevando a un callejón oscuro la encasillada sociedad europea, si es que existe realmente.
Que Draghi haya caído es un aviso que tiene que ver con la gestión del conflicto ruso-ucraniano, y que parece no ver la evidente globalidad de la economía rusa, sus intereses, sus transversalidades con sus supuestos “enemigos”.
Europa no está en conflicto abierto, está en sobre aviso, lo que está en guerra es el sistema-mundo que diría Wallerstein, y esto, es más complejo que dejar caer a una economía como la rusa, si cae.
De momento, lo que cae son las economías domésticas y los intentos troikianos a la europea como era Draghi.