The news is by your side.

El origen del Monopoly: feminista y anticapitalista

Elizabeth Maggie Phillips nos regaló “el Juego del Terrateniente”, idea que fue robada y que ahora lo conocemos como el juego del “Monopoly".

Cuando hablamos de este juego, muchos no se imaginan que su origen tiene que ver con una crítica realizada a un modelo económico. Y sí, este es el mundialmente conocido Monopoly, un juego de mesa que ha formado parte de nuestra niñez, adolescencia e incluso adultez.

La idea que alimentó su dinámica es bastante curiosa, y trascendió de generación en generación en el que hay una lucha salvaje por conseguir el mayor capital, acumulándolo mientras a su vez, sometes de alguna forma a los adversarios.

La autoría del juego se le ha adjudicado a Charles Darrow, un ingeniero estadounidense que perdió su empleo tras la Gran Depresión de 1929. Esto es erróneo, ya que el invento se remontó a varias décadas antes de que él la patentara.

Esta innovadora propuesta se la debemos a una increíble figura llamada Elizabeth Maggie Phillips, poeta y activista por los derechos de las mujeres. Ella crearía el juego The Landlord’s Game (el Juego del Terrateniente), y sería la base del Monopoly.

Un modelo equitativo para el sistema

De ahí que, el Juego del Terrateniente fue inspiración para las ideas de Henry George en materia económica. Este fue un principal exponente de la teoría del geoísmo y se inclinaba por las corrientes de izquierda.

Según su teoría, la riqueza obtenida de la naturaleza se debe distribuir de un modo equitativo entre todos.

Por ello, Maggie apoyó la proposición del estadounidense sobre un sistema de impuesto único para gravar las rentas de la tierra y destinar a los ciudadanos esos ingresos (un antecedente de la “renta básica universal”). Eso la llevaría a lanzar un ejemplar del juego en 1904, para crear conciencia sobre estas ideas, inspirar a aquellos para comprender dichos temas y educar de una manera distinta.

Asimismo, el juego era compuesto por un tablero con casillas correspondientes a propiedades, un sistema de alquileres, impuestos y prisión. También disponía de dos conjuntos de reglas. Los jugadores, siempre que se pusieran de acuerdo, podían cambiar de uno a otro en cualquier momento.

“Monopolizador”

Entonces, el objetivo era que los participantes pudieran vivir de primera mano una demostración del sistema de acaparamiento de tierras. Por extensión, sus resultados y consecuencias, ya que esto los llevaría a comprender lo que podían provocar los diferentes planteamientos de la propiedad.

Sin embargo, la base siempre fue la misma: acabar con los monopolios y promover la base de la teoría de George, que era la defensa de la importancia de cobrar impuestos, y de reinvertir lo recaudado en el bien común.

El juego, por supuesto, se convertiría en un éxito, logrando que Maggie patentara el invento en 1905 y posteriormente, en 1936, la empresa impresora de juegos Parker Brothers, ofreció comprarle la patente por 500 dólares. Ella aceptó.

Más interesante: los reglamentos

El primer reglamento en cuestión era antimonopólico. Esto quiere decir que cuando un jugador adquiría una propiedad, todos los demás jugadores ganaban algo, y el juego terminaba cuando quien empezaba con menos fondos duplicaba su riqueza.

Mientras que el segundo reglamento era monopólico: establecía como prioridad acaparar el mayor número de propiedades y dejar sin fondos al resto de jugadores. Cada vez que pasaban por las casillas de los otros debían pagar una tasa.

Es decir, que los jugadores debían comprar propiedades y cobrarles a todos los que caían en ellas. El ganador era el que lograba arruinar al resto de jugadores, recibiendo el título de “monopolista”.

La versión del juego que tuvo más éxito y acabó emocionando a las personas fue el contrario, que comúnmente jugamos en nuestras casas: acabar con el adversario, acumular la mayor cantidad de dinero y bienes posibles, y de esa forma tener todo el poder.

Auténtico capitalismo

Todos estos hechos propiciaron que, en la actualidad, uno de los juegos de mesa más vendidos —el Monopoly— consista en que cada jugador compita y se esfuerce por ser el más rico. Incluso que pague para salir de la cárcel (involucrado en corrupción, obviamente) y compre calles, casas, hoteles, la compañía del agua y de la luz, estaciones de tren, y el terror de muchas personas: pagar impuestos.

Es así como estamos ante una realidad. La dinámica nos enseña, a pequeña escala, cómo puede irse expandiendo este tipo de tendencias y las desigualdades que se van generando ante el predominio de los monopolios.

Imperio construido en robo y mentira

Meses antes, justo en el año de 1935, el anteriormente mencionado Charles Darrow —quien había conocido el juego de Maggie—, patentó su versión modificada del juego, que tenía la palabra “Monopoly” en el centro del tablero y conservaba el segundo reglamento.

Esta versión alcanzó una impresionante popularidad. Lo llevó a vender millones de copias y conseguiría que Parker Brothers también le comprara patente, pero a diferencia del contrato de Maggie, el de Darrow incluía regalías (pagos por derechos de autor). De esta forma, se hizo millonario.

Por tanto, el juego que tenemos hoy en día, poco tiene que ver con la idea original de Maggie. Tampoco enseña el verdadero objetivo, solo te insta a arruinar a los demás y a hacerte rico.