¿Realmente somos culpables?
Se trata de la gran lucha entre maestros y familias. Estamos sometidas, a todos los niveles, a una forma de entender la vida y de trabajar que, en multitud de ocasiones, se generan situaciones de culpabilidad, de incomprensión. ¿Qué podemos hacer al respecto?
Con mis años de experiencia como maestra y monitora, en los que he podido compartir multitud de situaciones con la comunidad educativa en realidades bien distintas, he podido comprobar que en todas ellas aparece el mismo sentimiento de culpabilidad.
No hace falta hurgar demasiado para sentir el ambiente que hay en la mayoría de estos espacios. A partir de conversaciones con maestras y familias, en las que se preocupan por el bienestar de sus niños y niñas en las aulas, surge esto. Este sentimiento, normalmente antecede a la frustración, ansiedad o a pasar de todo y esperar a que llegue el viernes. Al final, una manera de protección ante un posible enfrentamiento o conflicto que les genera más malestar.
El desgaste mental y la culpabilidad
La gran mayoría, en muchísimas ocasiones, deben pedirse la baja por no poder sostener el día a día y lo que implica atender a un grupo de tantas personalidades distintas. También están las que aún estando mal, se desviven por no sentirse merecedoras de tiempo de descanso y recuperación. Así como las salvadoras y cuidadoras, con un vínculo estrecho con su grupo que sienten que no pueden fallarles.
Muchas compañeras han dejado la profesión. Y no porque de repente hayan sentido que se habían equivocado de vocación, sino desde el sentir que para ellas eso no es educación. Sienten que no pueden atender a la individualidad con 25 alumnos, con horarios tan marcados de una hora para cada materia, por no sentirse valoradas con sueldos precarios o por tener que cumplir requisitos constantemente, entre otros factores.
A todas ellas, os abrazo, ¡dejemos de lado esa culpabilidad!
Muchas familias, padres y madres, en ocasiones te dicen que no llegan, avanzando agotados, sin poder conciliar el tiempo de calidad con sus hijos. Nombrando que en muchas ocasiones acaban teniendo actitudes y chantajes emocionales con ellos que después se arrepienten, por lo que se perjudican ambos teniendo dinámicas en bucle a diario.
Siguiendo la línea del primer artículo que escribí la semana pasada, si no lo has leído te recomiendo hacerlo antes de seguir con este, el patrón se repite en el momento de buscar culpables. La cantidad de foros y conversaciones que me he encontrado en mi recorrido, de ataques y sentencias de culpabilidades de unos a otros hace que me pregunte: ¿realmente somos culpables? ¿Simplemente somos humanos que no podemos llegar a todo? Somos trabajadores, no máquinas.
La visión capitalista
Una vez más, este sistema de producción capitalista nos hace buscar valoraciones, comparaciones, validaciones… Algo que se va colando cada día en nuestro subconsciente, haciéndonos sentir cada vez más pequeños. Se divierte viéndonos perder el tiempo con críticas destructivas entre nosotros, sin que veamos de nuevo que todos estamos pasando los días sin gozar la vida y sintiéndonos culpables.
Entonces, quizás para no seguir con la misma línea, no buscaría tanto culpables y quejas, sino responsabilidades y opciones a cambio. Pero para esto debemos actuar los que estamos en primera línea y dejar a un lado las culpabilidades entre claustros de maestros y familias.
Vayamos un poco más allá.
Claves para un profundo cambio
Primero, sintamos que todos y todas estamos aprendiendo, transformándonos y buscando el bien común. Esto es lo más esencial. Si no estás en este punto, poco avanzaremos. Vivimos en sociedad y para ello necesitamos regirnos en el respeto. Es primordial buscar la libertad individual, pero como bien decía un buen entendido: “tu libertad acaba donde empieza la mía”.
Segundo, rompamos con una educación obsoleta de calificaciones y dirigidas a una productividad, en la que se priva la individualidad de los niños y niñas, en la que todos tienen que salir con el mismo patrón. Imaginaos el poder que generarían niños y niñas comprendiendo sus emociones y dejándolas fluir. Que tengamos que poner una hora de educación emocional en la tabla de horarios, ya dice mucho. La educación emocional es en todo momento. Ya lo es desde el instante en el que entran por la puerta con un “¡buenos días!”.
Tercero, sigamos movilizándonos y conociendo a dónde van los fondos que podrían ayudar a tener más recursos en Educación.
Para todo ello debemos entender la educación como un proceso que nos interpela a todos. Tanto a la comunidad educativa, como a toda la sociedad. Con cada palabra que escribo se hace más nítida la importancia de una educación de calidad, para poder y saber vivir en plenitud.
Al final todos pasamos por ella, y como bien sabemos, nos condiciona en todo la manera en la que hemos sido educados. Sin perder de vista que aquellos niños y niñas que ahora llenan los colegios serán adultos y regirán las políticas. Nosotros, que disponemos de este bien común como lo es la educación, hagamos que sea de calidad. Para ello debemos tener en cuenta las necesidades de los niños y niñas, ya que en muchas vivencias educativas pasan a un tercer plano, y maestras y maestros, como familias detrás del plano.
Nuevas maneras de entender la educación
Por suerte, cada vez están surgiendo más escuelas con conciencia en una nueva manera de entender la educación, inspiradas en varias pedagogías alternativas como Waldorf, Montessori, Piaget, Educació Viva, etc. Muchas de ellas con un recorrido de más de 100 años. La mayoría están siendo trabadas por el sistema educativo y por muchos de los representantes políticos, argumentando que son las culpables de la brecha social.
En el siguiente artículo hablaré de ello, porque de nuevo se vuelve a repetir el ataque entre nosotros. No podemos seguir tirándonos piedras a nuestro mismo techo de la clase trabajadora mientras el Titán Colosal sonríe.