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Sorolla en negro (II)

He aquí la segunda parte de esta apasionante exposición llamada "Sorolla en negro". Una vez más, os mostramos parte del material seleccionado para la ocasión.

Continuamos con nuestra visita a esta interesante exposición en el palacete que el propio Sorolla se hizo a su gusto construir, con esos jardines repletos de antigüedades que llaman al Generalife en medio del alocado Madrid. Además, el día de nuestra visita reunían una febril competición de pintura rápida.

Estábamos disfrutando, viendo como manejaba los odiosos (para cualquier mal pintor) negros.

Pues admirad ahora este retrato de corte velazqueño

Retrato de personaje

Óleo sobre tabla

Está claro que Sorolla estudiaba y admiraba a Velázquez, cuya inspiración resulta evidente en muchas de sus obras, y a quien fervorosamente vemos homenajear al margen de cualquier historicismo.

María vestida de velazqueña

Óleo sobre lienzo

Clotilde con mantilla negra

Óleo sobre lienzo

Por otra parte, ¡cómo le costaba renunciar del todo a manejar sus queridos blancos!

Mocita andaluza

Óleo sobre lienzo

Un tipo que es capaz de dibujar esto (anticipo-boceto de su conocido cuadro del cura bañando a los niños lisiados), simplemente en una carta a un amigo sobre ese tema, forzosamente andaría sobrado de genialidad (y de capacidad).

Carta remitida por Sorolla a Pedro Gil de Mora, en febrero de 1900

 Y esta escena, desde luego, no pedía ser pintada con alegres colorines…

Llegada al cementerio

Óleo sobre tabla

Los grises tampoco son fáciles.

Juan Ramón Jiménez llamaba a este médico, gran amigo de Sorolla, “Sandovalito”.

El doctor Francisco Rodríguez de Sandoval

Óleo sobre lienzo

Sorolla, gran coleccionista, consiguió reunir tres importantes álbumes de grabados japoneses. Grabados que, al ser conocidos en Europa, tanto habían influido (esta “moda japonesa”, como sin duda sabéis) en los pintores más inquietos de la segunda mitad del XIX, y sobre todo en los recientes (para Sorolla) impresionistas. En especial, por la limpieza de sus trazos, la pureza de sus planos colores, y sobre todo, sus sorprendentes y desconocidas perspectivas, un aspecto de la pintura que no había variado apenas desde su desarrollo en el renacimiento.

Voilá una parte de su colección

Y aquí los resultados de su aplicación.

Observad como aquí, muy lejos de la pintura tradicional, Sorolla nos descubre que el violeta de la sombra (de una barca que por otra parte no vemos y que nos obligamos a imaginar), no resulta aquí en absoluto como sucede en otras artes visuales como la fotografía o el cine. La oscuridad como un elemento dramático, sino antes al contrario, sirve para enmarcar y resaltar, por extraño que parezca, la magnífica composición.

La sombra de la barca

Óleo sobre lienzo

En muchos de sus cuadros, las sombras se convierten en planos que sugieren espacios, renunciando a su principal “leit motiv”, otorgar profundidad a la obra.

 

Barcas de Valencia

Óleo sobre lienzo

Día gris en la playa de Valencia

Óleo sobre lienzo

Y para terminar, un par de negros. Sorolla, ya en sus bocetos, preveía el destino de sus encargos. Y en este caso, se trataba de ilustrar convenientemente la cuidada edición de la obra de José Zorrilla ,“La sorpresa de Zahara”, mediante unos grabados que acompañasen los versos.

Aquí, Sorolla se ve pues, obligado a pensar sin colores:

La sorpresa de Zahara 4º, Desnudos en el patio

Óleo sobre lienzo

La sorpresa de Zahara 3º,Interior de una fonda

Óleo sobre lienzo

Salud y trabajo.