Emily Dickinson: una vida excéntrica
Dickinson fue una de las grandes poetisas que vio el mundo. Sin embargo, además de sus 1.800 piezas, hay que comentar que tenía una vida bastante curiosa e interesante.
El mundo ha visto a numerosos artistas, quienes varían según su contribución y que tienen un rasgo en común: la excentricidad que los caracteriza. Así también sucedió con Emily Dickinson, una poetisa que marcó la historia con sus obras.
Es recordada como una de las primeras féminas que logró ser reconocida por su trabajo, siendo una de las poetisas más importantes y convirtiendo su legado en uno de los pilares de la literatura.
Podría decirse que era una mujer adelantada a su época. Destacaba de entre la multitud por su comportamiento y lo brillante en su intelecto, así como también en su irreverencia.
Para los que no lo sepan, cuenta con su propia serie. Está disponible en plataformas como Star Plus y Netflix, que muestra el relato de su vida centrada en la comedia.
De raíces políticas
Dickinson nació en una familia de abolengo de Nueva Inglaterra, descendientes de la primer ola de inmigrantes puritanos a Estados Unidos. Estos lograron acomodarse en la sociedad y ocupar cargos relevantes, principalmente en la política.
En el caso de su abuelo, Samuel Fowler Dickinson, fue secretario del Ayuntamiento, representante en la Corte General, senador en el Congreso Estatal, y durante cuarenta años, juez del condado de Hampton, Massachusetts.
A pesar de ello, Emily decidiría cambiar los paradigmas sobre las mujeres que predominaban en aquel tiempo. Sería considerada como un “espíritu libre” que, adicionalmente, sufría de mal de amores.
Vivió durante la Guerra de Secesión, aquella en la que se luchó principalmente por acabar con la esclavitud. Debido a ello, su educación fue bastante profunda y enriquecedora, llevándola a resaltar en todas las áreas.
Sin embargo, las enseñanzas eran muy puritanas y se esperaba de ella que se convirtiera en una “perfecta señorita”, cosa que ella desafió y plasmó en sus poemas. Hablamos de la lucha entre posturas políticas y la influencia social que tenía su familia en las obras que escribió.
Las ansias del conocimiento
Aunque para ese tiempo, las mujeres recibían una educación adecuada al estereotipo, ella logró profundizar en diferentes ámbitos del conocimiento por sus propios medios. Con ello adquirió estudios debido a sus ansias por conocer más de lo que le ofrecía el sistema.
En el proceso, aprendió los nombres de todas las estrellas y constelaciones. También memorizó el nombre de las decenas de flores silvestres que crecían en la región y sabía perfectamente dónde encontrarlas. Todos estos detalles se pueden percibir en su redacción.
Aunado a ello, estuvo su rígida educación calvinista. Esto haría que ella expresara abiertamente que la vida religiosa no le interesaba, descartando la posibilidad de ser misionera. Se negó a seguir ese camino, siendo clasificada como una de las pocas alumnas “no convertidas” del centro, porque incluso se hacía llamar como “pagana”, al no compartir las creencias que intentaron inculcarle.
El amor y la tragedia en su vida
Varios biógrafos e historiadores de Emily Dickinson creen que los más de 600 poemas de amor de la autora fueron escritos enteramente para Susan, su cuñada, con quien compartió correspondencia durante muchos años.
No obstante, otros apuntan a que la persona a la que van dirigidos los poemas fue un joven a quien sus padres le prohibieron seguir viendo. Y están los que creen que la poeta se enamoró de un pastor protestante casado, que huyó de Amherst para evitar que se diera el romance.
Sin embargo, la historia de Emily y Susan es la más mencionada, ya que fueron compañeras de estudio en la Academia de Amherst y mantuvieron una extensa comunicación durante toda la vida, pese a vivir a apenas cien metros de distancia.
En esas mismas cartas manifiestan que las dos mujeres fueron amigas, amantes y confidentes. Además, Susan fue una de las pocas personas a las que Emily dejó leer sus poemas. Incluso le sugirió algunos cambios.
Algunas excentricidades más
También se dice que toda su vida vistió rigurosamente de blanco. Era un color que iba con su alma y por ese motivo no solía utilizar otro.
Por si fuera poco, los últimos 15 años de su vida apenas salió de su propia habitación. Se había convertido en una especie de fantasma que los vecinos veían a veces desde la ventana.
Con el transcurrir del tiempo, si alguien entraba en la casa para hablar o cenar con sus otros hermanos o familiares, ella se escondía bajo la escalera. Desde allí saludaba con una voz muy suave, protegiendo siempre su necesitada soledad.
Y lo más curioso de todo, es que en vida solo decidió publicar unos cuantos poemas. Posterior a su muerte, su hermana menor (llamada Lavinia) recopiló la gran cantidad de trabajos que había escrito y sacó a la luz la mayor parte. Fueron alrededor de 1.800 poemas.