En el año 1.944 unos 30 guerrilleros españoles de la 21ª Brigada de la 3a división al mando del Comandante Gabriel Pérez apresaban unos 700 alemanes cerca del castillo de Tornac en Francia.
Los capitanes de estos guerrilleros eran Gabriel Pérez y Miguel Arcas, en connivencia con el gendarme Carlo y el mítico Cristino García Granda, uno de los guerrilleros más importantes miembro de la resistencia francesa.
Una columna de la Wehrmacht alemana salía de Toulouse hacía París y debía pasar forzosamente por el cruce de la Madeleine. No se imaginaban lo que les iba a esperar en ese punto.
Los guerrilleros españoles recibieron órdenes de ir a cortarles el paso. Justo después de la llegada de estos aparecerían los francotiradores y partisanos franceses quienes, conocedores del terreno, asesoraron y guiaron a la Brigada para que todo el mundo tomara posiciones de forma estratégica.
La mayoría se colocaron cerca del castillo desde donde la visibilidad era óptima mientras que los especialistas prepararon dinamita y la colocaron debajo de los dos puentes (el de la carretera y el del ferrocarril) de tal manera que cortarían el paso y dejarían a los alemanes encerrados por ambos lados.
Sobre las tres de la tarde se avistaron los primeros alemanes acercándose en motocicleta, detrás hasta sesenta camiones, tres cañones y cinco blindados. Hasta 1.500 soldados se contabilizaron en total.
En el momento en que estos empezaron a cruzar los puentes, los españoles hicieron explosionar la dinamita, volando de esta forma la infraestructura por un lado y por el otro, de manera que la Wehrmacht se quedó aislada por completo y no pudo ni seguir adelante ni retroceder.
Empezó así una dura batalla en la que los alemanes creyeron que su enemigo estaba en superioridad numérica y de condiciones cuando en realidad era totalmente al revés.
Los españoles estaban colocados de manera estratégica y así fue como confundieron a los nazis hasta que estos decidieron rendirse.
La mañana siguiente de la batalla quince oficiales alemanes fueron a parlamentar con el mando español. La guerrilla les propuso acompañar a dos o tres de sus oficiales de alta graduación a ver al comandante de la gendarmería francesa de Anduze y estos aceptaron, acordando una tregua de dos horas.
Los alemanes pidieron que se les dejara el paso libre a cambio de no atacar a los guerrilleros pero Cristino García Granda solamente propuso la rendición incondicional.
Los alemanes rompieron la tregua atacando las posiciones de los españoles durante más de dos horas, tiempo en el que aparecieron refuerzos que habían solicitado a las Fuerzas Francesas del Interior (FFI).
Los alemanes siguieron lanzando ataques hasta que apareció la aviación inglesa y empezó a bombardear las líneas enemigas. Sobre el mediodía, finalmente los nazis acabaron rindiéndose desplegando la bandera blanca.
Más de 600 soldados alemanes se convirtieron en prisioneros en manos de una treintena de guerrilleros españoles. Fueron finalmente reconocidos como héroes por parte de Francia, pues después de la Guerra Civil española todos los que habían tenido que huir a campos de concentración franceses como exilio habían sido tratados como verdaderos delincuentes por parte del gobierno de Daladier.
Su experiencia en el campo de batalla les sirvió para combatir en la Segunda Guerra Mundial contra los nazis y finalmente ganarse el respeto de los aliados.