Algo de lo que siempre ha intentado atribuirse la oposición venezolana ha sido el deber de llevar a cabo la gesta de la “libertad” de Venezuela, siempre se ha intentado a través de sus discursos de parecer nuevos próceres, nuevos libertadores contra una “dictadura” que los oprime y no les deja gobernar, a ellos que siempre se les dijo que eran los herederos del valle y que su objetivo en la vida era gobernar desde Miraflores.
Y así comenzó su gesta, el principal, Leopoldo López, comenzó su gesta con un gesto, su madre, una mujer adinerada con un alto cargo en la PDVSA antes de la llegada del comandante Chávez le dio un cheque con dinero público para fundar un partido llamado Primero Justicia, irónico que un partido con ese nombre haya nacido de un gesto de corrupción, pero entre los antiguos amos del valle eso era algo normal.
Su carrera iba en ascenso, estudió en las mejores universidades de los EEUU y fue ahí donde le indicaron que su camino era gobernar Venezuela, comenzó siendo alcalde del municipio más rico del país, pero algo en él le decía que su gesta era mucho mayor, de esa forma comenzó a conspirar en cualquier cosa que sirviera para sus objetivos, participar en el golpe de Estado del 2002, promover actos de terrorismo en las calles de caracas y de ahí en adelante servir para cualquier interés extranjero con tal de continuar su gesta.
Un día emprendió una de sus mayores gestas, decidió hacer un llamado a tumbar el gobierno electo del presidente, Nicolás Maduro, y ese llamado causó 43 muertos y cientos de heridos, creyó que su gesta estaba a punto de dar sus frutos, pero luego un gesto lo conmocionó, sus “compañeros” de la oposición habían planeado que de esa gesta saliera como un “mártir” y así decidieron que debían ponerle a un asesino a su lado, ese asesino se llamaba Rafael Pérez Ventas, le llamaban el descuartizador, fue así como Leopoldo López en un gesto desesperado se entregó a la justicia venezolana para poder seguir viviendo.
Entre gestas y gestos, llegó el gran día, el 30 de abril sería su gran gesta heroica para lograr su gran victoria, con ayuda de su más servil secuaz llamado Guaidó, decidió escaparse de su arresto domiciliario y pararse en un puente de una autopista, con 6 militares traidores y cuatro cestas de cambures, pero sobre todo, con muchos periodistas y medios internacionales.
Ese día él sentía que era distinto, le habían dicho que ya todo estaba listo, que el gobierno bolivariano se iría solo al verlo en las noticias, pasaron las horas y todo seguía igual, nada sucedía, el presidente Nicolás Maduro, seguía siendo presidente, no llegaban más militares insurrectos y los periodistas comenzaron a irse, fue ahí cuando en un nuevo giro de los acontecimientos no le quedó otra cosa que un nuevo gesto, pedir un teléfono prestado y comenzar a llamar a las embajadas a ver quién lo recibiría y de esta forma otra vez se fue al encierro, esta vez a la embajada de España en Caracas.
Y así fue como sin gesta ni gestos se fue quedando en el olvido, en una embajada que sí lo dejaba conspirar, pero no lo dejaba dar entrevistas, hasta que un día impulsado por la incertidumbre de no saber qué sucederá con Trump, sabiendo que en las próximas elecciones del 6 de diciembre el pueblo saldrá a votar en mayoría, y viendo que su más fiel perro faldero se le acaba el “mandato virtual” el 5 de enero, comenzó a idear su gran gesta, el cierre de toda su obra, la fuga del país como lo que es, un delincuente y un terrorista.
Mucho se hablará en los medios durante días de una “gesta” que no fue tal, se darán horas y horas de entrevistas hablando sobre cómo en un acto de heroísmo logró escapar de una “vil dictadura”, y lo cierto es que huyó por temor, por no saber y quizás porque el embajador español en Caracas le dijo que él también se iría y ya no podía quedarse de okupa en la embajada.
Es así como una supuesta gesta volvió a quedar en lo que es Leopoldo López, en un gesto, en un gesto de lo cobarde que siempre fue y será.
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