Un año cargado de desesperanzas inducidas en forma de asedio, bloqueo y sanciones unilaterales e ilegales contra Venezuela y de graves consecuencias mundiales por la pandemia del COVID 19, la cual demostró lo inservible que suele ser el capitalismo neoliberal para garantizar la vida, la paz y la sana convivencia en los países erigidos como ejemplo de desarrollo y primer mundo.
Un año, que mostró al imperio norteamericano sin su ropaje de prepotente supremacía y ratifico las tesis que señalaron la fragilidad de su cruel sistema de presunto crecimiento, el cual no fue suficiente para atender las necesidades de un pueblos devastado y un Estado Fallido, y en decadencia que decora sus estadísticas con cincuenta millones de pobres y menesterosos; treinta millones de contagiados y una escandalosa cifra de muertos, que se ubica entre quinientos mil y más fallecidos.
Así “El mundo civilizado y culto” que Hollywood vende al planeta, dejo ver sus carencias; las consecuencias de su indolente formula del Sueño Americano y el descalabro político, económico y social de su órbita de adulantes seguidores en Europa y parte de América Latina.
Ahora bien, termina la segunda década del siglo XXI, y aunque los problemas derivados y conexos a la desgracia del capitalismo continúan su marcha, no cabe duda que entramos en un periodo de profunda reflexión que obliga a la humanidad a tomar nuevas rutas y obviadas propuestas para la preservación de la especie humana.
En ese sentido, debo confesar que como venezolano hijo de la patria grande, me siento orgulloso de nuestra propuesta progresista; ya que a pesar de todos los ataques en nuestra contra, estamos resistiendo y viviendo, y ningún devoto de la decadencia imperial, puede desconocerlo, pues la realidad concreta nos da la razón.
Gracias al coraje del pueblo libre y organizado y a la acertada conducción política y militar al mando del Presidente Nicolás Maduro, el país avanza ante los criminales ataques sufridos. Lamentablemente, el sector privado y la burguesía enajenada e imperialista por afición no asume responsabilidades con la patria, e insiste seguir viviendo del erario público, sin compromiso social alguno, retrogradando al neoliberalismo del siglo pasado y sus detestables consecuencias para las mayorías.
Es cierto que estamos viviendo una gran crisis económica; que no tenemos salario y que sufrimos con estoicismo los embates de una guerra sin cuartel, multifactorial y criminal, pero también es cierto que, el sueldo mínimo de los empleados públicos desde 2014 fue reducido drásticamente no por la gestión de Nicolás Maduro, sino por las sanciones que ha impuesto Estados Unidos y sus secuaces.
Vale preguntarse, ¿Quién me quitó el sueldo que tenía en el 2014? ¿Me lo quitó Nicolás Maduro? Para que la respuesta emerja: no, me lo quitaron directamente las sanciones y quienes las solicitaron y se enriquecen con ellas. En ese marco los venezolanos participamos en las elecciones parlamentarias y con esa realidad logramos ganarle a la desesperanza. A la derecha más atrasada jamás conocida en estas tierra.
En este 2020 se han caído todas las máscaras; los malos augurios contra la Revolución Bolivariana por parte de la Conferencia Episcopal Venezolana; las incoherencias de una dirigencia empresarial sin compromiso con la patria; las mentiras y postverdades continuadas de los medios comunicación comprometidos con la derecha y sus delirios; los disparates y las corruptelas del malhechor presidente de la vieja AN que morirá el próximo 5E del 2021; la farsa de un apoyo internacional total, para el presidentito interino, que a los sumos conforman una treintena de gobiernito plegados insertos en la órbita imperial de EE.UU, la U.E.
En ese mismo orden de ideas, en este año 20 fue derrotada la seudo “izquierda crítica” anclada en sus vacuas repeticiones, pavosas predicciones y eterno ritornelos tormentosos; ellos quedaron girando sobre el eje podrido de sus odios e incomprensiones; perdidos y sin laberinto; inmovilizados, llenos de incoherencias e infestado de temores y soledades.
De allí que, volvieron a sus castas prepotentes, para no permitirse, ni un segundo de reflexión objetiva, de paz espiritual y menos de reconocimiento de las derrotas sufridas. Son todo un caso psiquiátrico, se creyeron más revolucionarios porque acusaban al mundo por sus malestares e incomprensiones; mostraron sus disconformidades como trofeos de guerra, todo lo que les ocurre por su torpeza, es culpa de Nicolás Maduro; y lo peor, se deleitan cuando la derecha les aplaude y les acaricia sus egos hipertrofiados.
Como pueblo hemos superados un duro año. Espero que sigamos así, pues el enemigo no descansará en sus esfuerzos por impedir que logremos nuestro objetivo. Tenemos un largo camino que recorrer y lo construiremos un día a la vez. Nuestro socialismo es un continuo dialéctico, dinámico y cambiante, no hay manuales, ni rutas preestablecidas; todos somos responsables, que nadie se equivoque.
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