El resurgir de una idea: la construcción del nuevo mundo reaccionario
Nadie, en el fondo, creía posible ver resurgir el involucionismo político en Europa. A todos nos viene el doloroso recuerdo del horror del franquismo, el nazismo y el fascismo de corte mussoliana. Es interesante ver cómo en Europa nos hemos concentrado en explicar las consecuencia de las dictaduras totalitarias sin tener en cuenta demasiado las causas que nos llevaron a sufrirlas.
Pero, ya está aquí de nuevo, con otra cara pero llega para quedarse un nuevo proyecto global de la moderna ultraderecha. Ciertamente, este nuevo movimimento político surge por múltiples causas pero ante todo es necesario señalar que sus principales motivaciones son la agitación del miedo y el rechazo a ciertos conceptos y movimentos evolucionistas, modernos.
La nueva cosmología creada por Steve Bannon (ex asesor de Trump) se basa en “encapsular” un marco mental nuevo. En el que la idea de la verdad y de la justicia sea única, la suya, y donde la nueva moralidad se excluya sin más, por rechazo al “caos inmoral de la modernidad“. La construcción de nuevos hitos políticos como Trump, Bolsonaro, Le Pen, Salvini u Orbán son sus referentes que han sabido fragmentar el voto de la derecha, pero también han sabido captar antiguos votantes de izquierdas hartos de oír promesas, desesperados por ver como “los suyos” no han hecho nada por transformar la crisis que vive la política.
En cuanto a la fragmentación del voto, el ejemplo más plausible es la batalla que ya está inciando la ultraderecha por fragmentar políticamente la gran fuerza del movimiento feminista en todo el mundo. Sus aún tímidos movimientos de rechazo, incluso menosprecio, a todo lo que huela a feminismo tiene la finalidad de crear grietas para poder segmentar la fuerza política que representa el movimiento feminista. Detrás de esta idea sólo existe el interés electoral.
La idea de “marco mental” descrita por George Lakoff en su libro “No pienses en un elefante” puede ayudar a comprender el por qué de esta reacción contraria a la evolución política de tanta gente. No estamos hablando de seres malignos (al menos no los votantes de a pie) sino de movimientos de fondo que han comprado la idea de ir contra lo establecido, y buscan la seguridad en ideas sin fondo pero con gran contundencia hacia enemigos concretos.
Recientemente, Matteo Salvini se exponía orgullosamente para hacerse una foto portando un arma. La opinión pública se escandalizó pero como siempre el mensaje de Salvini era otro y sabía a quién iba dirigido; yo porto este arma porque yo soy la autoridad frente al mal. No era un acto bélico simbólico sino la impostación de un valor en sí.
La ultraderecha busca legitimarse creando una nueva autoridad que de momento, juega al juego democrático. La apuesta del conjunto del movimiento reaccionario por combinar la influencia política con el uso masivo de las nuevas tecnologías tiene una razón básica: legitimar sus acciones políticas en la red y no solo en el marco institucional. Conviene pensar en en este “uso masivo” de Twitter, por ejemplo en Trump, como una estrategia para deslegitimar a los medias y generar siempre un estado de opinión que en definitiva hable de él (en el caso de Trump).
La confusión de ideas y de conceptos también es utilizado por la ultraderecha moderna para generar un estado de opinión caótico y de tensión ambiental. Tensión y caos que permite resurgir “la autoridad” de las ideas simples o validar las fake de sus líderes políticos. Cabe recordar que vivimos en un mundo donde nos llega cantidad de información pero no sabemos cómo procesarla, y de eso se aprovecha la ultraderecha.
En lo que no es novedosa la ultraderecha es en inventar relatos y enemigos en los que focalizar el odio. Esta es una pieza fundamental de su estrategia. Su principal despliegue radica en el odio hacia algún colectivo; mujeres, colectivo LGTBI, inmigrantes, incluso a los catalanes en el caso de VOX. No es solo un factor psicológico el que aguanta la idea del odio “al enemigo“, más bien, tiene que ver con el intento de crear un relato que entremezcle muchos factores negativos (inmigración=delicuencia, feminismo=imposición, independentismo=supremacismo) para así justificar su idea del nuevo orden que está por llegar, y su rumbo político encarnado en sus nuevos dirigentes.
¿Quizás los errores históricos de la izquierda tienen que ver en esta causa?
No entraremos a analizar históricamente los errores políticos que nos han permitido que la derecha reaccionaria recupere un terreno que creíamos casi desaparecido. Pero, la obsesión de la izquierda por crear un marco de estabilidad y seguridad para el conjunto de la ciudadanía europea, concluída la Segunda Guerra Mundial, fue un factor decisivo para crear esa burbuja “estable y segura” que se creía infinita, y que permitió la deriva de ideas progresistas en ideas conservadoras.
Por otro lado, la infinidad de casos de corrupción o las derivas populistas de muchos partidos de la izquierda tradicional han creado una imagen rancia y dogmática de la izquierda -véase el caso de Italia o Francia-.
En tiempos de crisis, no hay grandes soluciones pero sí que debe haber grandes consensos para avanzar. Y ahí es donde la izquierda mas convencional ha permitido margen al populismo; en permitir que las ideas de partido prevalezcan a las políticas para el bien común. Vale la pena incluir en esta idea la ya preocupante burocratización de la política que más que un problema es un lastre con consecuencias que aún no se han calculado.