En el campo progresista español, el PSOE cuenta con la primera posición. Desde la llegada de la democracia representativa tras la muerte del dictador Francisco Franco, el Partido Socialista Obrero Español ha sido el representante de la izquierda en las urnas. Y por lo que parece, lo seguirá siendo el próximo 28 de abril.
La situación no responde a unos hechos políticos determinados, ya que el PSOE dejó de apostar por una acción política de izquierdas cuando sucumbió al chantaje de Felipe González en Suresnes, sino al pacto que dio inicio a la transición; por el que el partido se comprometió a no tocar los cimientos del franquismo sobre los que se construyó la democracia que hoy tiene España, para recibir la recompensa de ostentar el poder de manera regular e intermitente.
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Desde entonces el PP y el PSOE nunca han tocado las medidas importantes tomadas por el anterior una vez llegan al gobierno. Ahí están como pruebas la Ley Mordaza y la Reforma Laboral del PP. Ambas organizaciones se ponen de acuerdo a la hora de recortar el gasto público, como cuando modificaron la Constitución en su artículo 135 para priorizar el pago de la deuda privada por encima del gasto público, lo que ha provocado cientos de muertes de dependientes que estaban esperando recibir la ayuda económica para vivir.
Lo que sí hacen las dos fuerzas, son gestos de cara a la galería que son vendidos como profundas diferencias por los medios de comunicación. El intento de sacar a Franco del Valle de los Caídos fue representado como una medida comunista por los periódicos, radios y televisiones de la derecha, mientras que los medios cercanos al PSOE expresaron que aquello era una apuesta por la memoria histórica, una medida política netamente de izquierdas.
La realidad es que la exhumación no se ha producido, como ya se esperaba de un simple gesto que vender en campaña electoral para movilizar el voto útil, y aunque se hubiera hecho no habría representado ningún gran cambio con respecto a la situación anterior, entiendo la misma como la hegemonía del franquismo sociológico en España. Para enfrentarlo, más que sacar al fascista de su tumba, primero habría que sacar a los que mandó fusilar de las cunetas y reparar su memoria, recuperar las empresas y tierras robadas a los republicanos que fueron regaladas a los aliados del golpismo. Y luego ya vendrán los gestos y los detalles.
Sin embargo ese no es el papel del PSOE. Nunca lo ha sido. Su papel es ser un muro de contención de la izquierda transformadora que sí llevaría a cabo esas medidas de calado. Su función es proteger los intereses de la oligarquía, como demostró al preferir a los ultraliberales de Ciudadanos antes que a Unidos Podemos en 2016, o a la derecha de CiU antes que a la IU de Julio Anguita a principios de los años noventa del pasado siglo.
Ahora, como siempre desde 1982, presenta un programa electoral en el que promete, de nuevo, que hará -esta vez sí- todo lo que no ha llevado a cabo durante las más de dos décadas que lleva gobernando España.
Impulsaremos una política migratoria europea, para contribuir al desarrollo de África Subsahariana, para luchar contra el tráfico de seres humanos, regulando y facilitando los flujos ordenados de inmigrantes, siempre con el máximo respeto a los derechos humanos. Continuaremos fortaleciendo las relaciones de cooperación con países del Mediterráneo, especialmente en materia migratoria. Artículo 107 del programa electoral del PSOE.
El PSOE no ha mostrado durante su actual gobierno ninguna preocupación ni crítica a la actual política migratoria europea, de la que forma parte al instalar la Valla de Ceuta durante el anterior gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, y sostener e incrementar las cárceles para inmigrantes conocidas como Centros de Internamiento para Extranjeros (CIE).
Las organizaciones de Derechos Humanos (DDHH) han expresado en varias ocasiones que los que ingresan en los CIE lo hacen por faltas administrativas, no por delitos, y que allí se los maltrata de diferentes formas que incluyen violencia y hambre.
El PSOE, tanto en el gobierno como en la oposición, es uno de los partidos que apoyaron el bombardeo de Libia y de Siria, lo que ha provocado que ambos países, con el Índice de Desarrollo Humano (IDH) más alto de África, hayan comenzado a ser emisores de refugiados que huyen de la guerra provocada por la Unión Europea y Estados Unidos (EEUU).
En la actualidad Libia se ha convertido en un mercado de esclavos, con licencia para reprimir a los africanos subsaharianos que se dirigen a Europa, y Siria un país desolado por la guerra. Quienes huyen de esas situaciones mueren en el Mediterráneo ante la pasividad de la UE en general y España en particular.
Sobre las brutales represiones que Marruecos, Arabia Saudí e Israel llevan a cabo contra las poblaciones del Sáhara Occidental, Yemen y Palestina respectivamente, el PSOE no tiene tampoco críticas para sus socios comerciales, ya que el negocio de las armas y los vínculos de la Casa Real española con los saudíes son cuestiones con las que los de Pedro Sánchez no tiene problemas para comulgar.
Promoveremos una política comercial progresista e inclusiva, basada en las reglas multilaterales, que tenga en cuenta la lucha contra el cambio climático, la Agenda 2030, los estándares laborales y sociales y que incorpore mecanismos de compensación a los perdedores. Los acuerdos comerciales son una oportunidad para mejorar la normativa en materia laboral y ambiental, y generar riqueza y bienestar para la sociedad en su conjunto. Artículo 108 del programa electoral del PSOE.
La política económica en el plano internacional de los de Pedro Sánchez no se aleja ni un milímetro de la que aplican en España. El neoliberalismo es su seña de identidad . De hecho el PSOE apoyó junto con el PP y Ciudadanos la aplicación de los Tratados de Libre Comercio TTIP y CETA, que afectarían a los trabajadores del campo españoles al no poder competir con otros mercados más grandes y más protegidos.
Teniendo en cuenta que al PSOE poco le importan las condiciones laborales de sus propios gobernados, menos le importarán los de terceros países. Algo que se ha demostrado con los acuerdos neoliberales que España, en el seno de la UE, ha firmado con diferentes naciones del Tercer Mundo, favoreciendo que las grandes empresas españolas acudan en busca de mano de obra barata a la que explotar.
Estrecharemos aún más los lazos culturales, políticos, sociales, económicos y empresariales con América Latina, revitalizando las cumbres iberoamericanas de jefes de Estado y de Gobierno, y los encuentros de la sociedad civil. Artículo 109 del programa electoral del PSOE.
Pedro Sánchez, como presidente de España, mantiene su reconocimiento al golpe estadounidense en Venezuela, reconociendo a Juan Guaidó como el presidente del país caribeño, algo que confronta con lo expresado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que no solo rechaza el argumento de los golpistas de la crisis humanitaria, sino que mantiene su reconocimiento a Nicolás Maduro y llama al diálogo entre las partes, mientras que el PSOE apoya al bando beligerante que pide bombardeos sobre la población y el inicio de una guerra civil.
La organización política socialista reconoció también el golpe de estado en Haití en 2006, en Honduras durante 2009, en Paraguay durante 2012, en Brasil durante 2016 y apoyó la violencia desatada por EEUU en Nicaragua en 2018 que tenía por objetivo derrocar al presidente Daniel Ortega.
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Los lazos que el PSOE sostiene en América Latina son con los gobiernos de la derecha, que en ocasiones rozan el fascismo, como el caso de Iván Duque en Colombia y Juan Orlando Hernández en Honduras.
Las Cumbres Iberoamericanas decayeron a causa de que España las organizaba desde una posición colonial, algo que no gustó en América, por lo que cada vez menos mandatarios latinoamericanos dejaron de ir, más cuando el Rey emérito no supo controlarse ante las críticas de Hugo Chávez y Daniel Ortega, increpando al primero y levantándose cuando el segundo le hablaba de manera directa, rompiendo las normas diplomáticas básicas.
En esas cumbres no se tomaban decisiones vinculantes, otra de las razones por las que cayeron en el olvido, ya que en esos momentos se construyeron organizaciones supranacionales en América Latina como la UNASUR y la CELAC en las que sí se tomaban decisiones que los Estados debían acatar, y en las que no había representación de países del Primer Mundo que pudieran condicionar las decisiones tomadas.