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La importancia de la lucha sindical en un mundo cada vez más individual

Análisis reflexivo sobre la unidad de los y las trabajadoras, con el fin de que sus intereses puedan ser defendidos.

Nos encontramos inmersos en una nueva crisis económica. Una crisis que se ha visto acelerada por la llegada de la pandemia al haberse agudizado los indicadores económicos que la anunciaban, y que se plasma en la puesta en marcha de políticas anti-obreras llevadas a cabo en los últimos años.

La lucha de clases se acentúa en búsqueda de la mayor extracción de plusvalía hasta llevar al límite a la clase trabajadora, y las condiciones materiales van empeorando a pasos agigantados.Esta situación se da en un contexto en el cual el mercado laboral ha roto con los modelos tradicionales originados durante el capitalismo ascensional.

Hemos pasado de grandes centros de trabajo con barrios enteros trabajando en una misma fábrica, a un modelo de subdivisión empresarial dentro de cada centro de trabajo, con diferentes convenios colectivos en muchos casos, o al teletrabajo donde cada trabajador realiza su jornada sin entrar en contacto con el resto de compañeros.

Distantes realidades laborales bajo un mismo techo y una dispersión geográfica de las realidades laborales similares, hacen que la unión y el sentimiento colectivo de lucha se diluya.

Esto va ligado al modelo de gentrificación de las ciudades, que van expulsado a la clase trabajadora de sus lugares habituales de residencia hacia la periferia de los grandes núcleos urbanos, donde ese arraigo se va perdiendo por lo que no se genera una conexión material con el resto del vecindario al tener realidades muy diversas.

El barrio, antiguamente un espacio de socialización y de lucha colectiva, da paso a un piso o una casa en una zona residencial, donde la mayor conversación con tus vecinos se da sobre el tiempo que hace cuando te encuentras con alguien en el ascensor o mientras los niños juegan en el parque.

Todos estos cambios no son casuales, no responden a los caprichos de un mercado que nadie sabe muy bien por qué lo ha provocado pero que, casualmente, le viene como anillo al dedo. Toda esta atomización de la clase trabajadora, este paso de sentimiento de colectividad a la búsqueda de las especificidades individuales, ha sido el complemento perfecto para la pérdida de derechos laborales y de conquistas sociales.

Ha creado un caldo de cultivo perfecto para dar el paso de la colaboración y el apoyo mutuo a la competencia y la búsqueda del éxito individual. En este contexto, retomar la lucha colectiva del conjunto de la clase trabajadora se muestra como la única opción de supervivencia. La fuerza de los trabajadores y trabajadoras reside en la capacidad que estos tengan para hacer frente de forma colectiva a los ataques del capital.

Lejos de seguir profundizando en cuestiones que buscan ahondar en la división, (casi siempre basadas en hábitos de consumo), es necesario que nos paremos a repensar nuestra situación material dentro de este sistema capitalista. El papel que jugamos como elemento indispensable en la producción de las riquezas y el desigual reparto de los beneficios de estas que nos toca.

Hay que ser conscientes de que la lucha sindical no va a solucionar esta problemática, puesto que la lucha sindical se centra en el plano económico, y para poder revertir esta situación de explotación hay que actuar también en el plano político y en el ideológico, pero sin embargo se hace indispensable que la clase trabajadora plante cara en este aspecto.

Es necesario garantizar unas condiciones para el conjunto de la clase trabajadora que permitan unas condiciones de vida adecuadas, y cubran las necesidades materiales básicas.
Aquí el papel de los sindicatos de clase es indispensable. Unos sindicatos que aboguen por la mejora del conjunto de la clase trabajadora, en contraposición a esos sindicatos de rama que buscan únicamente la mejora de su sector concreto, sin mayor profundidad.

Precisamente, este tipo de sindicalismo ahonda aún más en las problemáticas que el desarrollo del capitalismo ha provocado. La relación trabajador-empresario, de tú a tú, uno frente al otro, es una balanza decantada del lado patronal de antemano puesto que cuentan con toda la estructura empresarial y la legislación favorable a sus intereses, dejando a la clase trabajadora con la única herramienta de la unión para defender sus intereses.

Una unión que parte de lo cuantitativo, puesto que somos muchos más que ellos, que tenemos que plasmar en lo cualitativo y que revierta la situación. Este elemento aglutinador de la unión de la clase trabajadora, en el plano económico, tiene que partir de los sindicatos de clase.

Una lucha sindical que ponga el foco en la movilización y en la lucha obrera como el centro sobre el que pivotarán el resto de acciones complementarias. Para poder llevar esto a cabo, es necesario lograr conseguir el mayor músculo posible.

Es necesario que en todos los centros de trabajo el conjunto de trabajadoras y trabajadores esté sindicado, puesto que esto supondría hacer ver a la patronal que ese trabajador o trabajadora no está solo, sino que cuenta con la fuerza de sus compañeros de trabajo, de una estructura sindical detrás que dará el asesoramiento necesario y no dudará en salir a la calle o en bloquear el centro de trabajo si los derechos de los trabajadores son vulnerados.

Formar parte de la lucha sindical es participar en asambleas de trabajadores donde se someten a decisiones democráticas las acciones a llevar a cabo, es estar en comités de empresa o secciones sindicales dando la cara y representando al conjunto de la plantilla, es trabajar por que la clase trabajadora tenga las riendas de su trabajo, no siendo esclavo de este.

Pero, sobre todo, estar sindicado supone dar un paso adelante en plantar cara a las relaciones de producción existentes haciendo ver que si la clase trabajadora somos quienes producimos la riqueza vamos a trabajar por ser dueños de la misma.

Como dijo el gran Antonio Machado, “haced política, porque si no la hacéis alguien la hará por vosotros y, probablemente, contra vosotros”. Organízate política y sindicalmente, puesto que cada vez que un trabajador o trabajadora renunciamos a esto, es una victoria más para quienes se enriquecen a costa de nuestro sudor.

En los tiempos actuales, en los que las superficiales diferencias individuales se imponen a las sustanciales cuestiones colectivas, es necesario romper con esa dinámica. Es retomar el sentimiento de barrio. Es defender y apoyar a tu compañero o compañera de trabajo.

Es volver a poner de manifiesto que la fuerza de la clase trabajadora reside en la unión y en golpear como un mismo puño que se hunda sobre las necesidades reales, y no se quede en un mero dedo aislado rascando la superficie.