El arte siempre ha sido una profesión ingrata, mucho más en nuestros países periféricos donde quienes le dedicamos nuestra vida a sus distintas disciplinas, casi seguro, nos hemos topado con esta situación:
Alguien pregunta.
_ “¿Y qué haces? ¿A qué te dedicas?“.
_ “Soy artista“.
_ “No, pero yo te preguntaba de que trabajas“.
Gran parte de nuestros conciudadanos no ven al arte como un trabajo u oficio, y la enorme mayoría de los artistas se ganan la vida en otro tipo de empleos. Miles de jóvenes dedican años de su vida haciendo el conservatorio de música o estudiando cine, para terminar su carrera y jamás poder ejercer su profesión y terminar tomando los peores puestos porque no están formados en las áreas que “sí son productivas“.
La industria cultural también es una de las más desiguales, en la que por el mismo trabajo unos pocos pueden percibir miles de dólares, y otros muchos deben poner dinero de su propio bolsillo para realizarlo.
Y un día llegó el coronavirus, una amenaza viral sin precedentes, la cual nos tiene hace meses en nuestras casas y es en este momento de cuarentena donde empezamos a separar la paja del trigo, y vislumbrar lo verdaderamente importante.
Las actividades de concurrencia pública están prohibidas, están vacíos los teatros, los auditorios, las salas de exposiciones, los estadios y hasta la misma vía pública ya no admite manifestaciones artísticas, a la vez que los servidores de Internet colapsan porque millones de personas en todo el mundo se vuelcan a consumir estas mismas experiencias en su versión digital.
Ahí los vemos a aquellos que no consideran al arte como un oficio digno, a esos mismos que se mofan de quienes siguen el camino de la creación y la expresión en su etapa primigenia, todo el día viendo películas, consumiendo series, escuchando discos o disfrutando de esos shows en vivo que los músicos brindan sin pedir nada a cambio. ¿Qué sería de la humanidad aislada sin el arte? ¿Como sobreviviría si consume más cultura y entretenimiento que, incluso, alimentos y por mucho más tiempo?
Esta nueva etapa le muestra al mundo lo que en realidad cuenta y como siempre, pero de una forma más visible, el arte va al rescate de las almas turbadas por la pérdida, el miedo o el hastío.
“La nueva normalidad” que nos espera luego de la pandemia nos obliga a repensar la situación de los artistas, que ya vivían bastante mal cuando podían vender tickets para sus espectáculos, y hoy se ven en la paradoja de asistir a la mayor demanda artística de la historia y a percibir 0 ingresos por sus servicios.
Tal vez, cuando pase el temblor, veamos un mundo distinto donde todos los artistas hayan conquistado el derecho de alimentarse y alimentar a sus familias dignamente, o por el contrario; asistiremos a un mundo ya sin artistas.
Como siempre, este asunto está en nuestras manos.