Los átomos, la izquierda y el universo (I)
Que la izquierda esté confundida o peleada entre sí no es nada nuevo. A veces es difícil definir izquierda de manera clara y fundamentada. Que dicha confusión no se explica por aquello de que el árbol no deja ver el bosque, también. De hecho, la izquierda no sabe si está viendo un bosque, un mar o una montaña.
Toda esta confusión adquiere un significado propio si analizamos el ciclo que va desde el 15M hasta hoy, pasando por la irrupción de Podemos, el auge de Ciudadanos o el brote micológico de VOX. Otro ingrediente para añadir a este potaje es el papel que desempeñan los medios de comunicación, que no es otro que ganar dinero vendiendo noticias. Y las noticias, por definición, son información sesgada. En plena ola bipolar y de locura social que tenemos en nuestro Estado, el potaje penetra en nuestro cuerpo como el cuchillo en la mantequilla, o el sol en una mañana limpia de primavera, si se prefiere.
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Como antecedente al ciclo antes mencionado es interesante definir unas pautas que le son intrínsecas a la izquierda: se pierde en la obsesión dual por los átomos y por el universo de manera simultánea. Lo mismo la izquierda se centra exclusivamente en los átomos, por ejemplo, discutir hasta la saciedad un comunicado puntual de un tema puntual en un día puntual en una zona geográfica. Pero al nivel de estar dispuesto a no sacar ni comunicado si no se tiene claro si esta coma viene aquí, o viene allá. Es una exasperación continua que demuestra que la realidad se impone. Si un partido de izquierdas trabaja en conciencia y con voluntad un tema concreto este será barrido rápidamente por la vorágine mediática. Ahora bien, si la izquierda tiene un patinazo minúsculo y concreto le acompañará para siempre.
El otro nivel de confusión extrema es el universo, si antes hablamos de una coma, un punto, un sustantivo u otro, ahora hablamos de lo contrario. De lanzarse a cuchillazos porque uno pone la utopía en un lugar y otra la quiere corregir dos segundos de latitud y tres de longitud. Cuántas veces se habrá oído que “cuando hagamos la revolución la plaza del centro se llamará plaza de la libertad” mientras otra voz dice “nada de eso, será la plaza de la igualdad”.
Y mientras tanto, el tiempo pasa, las energías se gastan y las oportunidades se pierden. O un colectivo discutiendo de la famosa dicotomía reforma contra revolución, cuando realmente estamos a años luz de decidir eso. Dicotomía que quedó perfectamente resuelta en la brillante aportación de Rosa Luxemburgo, así como el entendimiento del feminismo como profundidad y la izquierda como estrategia. Sinceramente no es tan difícil, aún poniendo en peligro mi ecologismo, he de decir que siempre será más útil un libro que dos millones de tweets.
>>Rosa Luxemburgo: 100 años del asesinato de una revolucionaria<<
Con el batiburrillo descrito al principio hoy día son los propios conceptos quienes sufren distorsión y perversión: el poder se lleva la política a donde le interesa y ahora mismo le interesa denostar todo lo político. La sorpresa para la izquierda es darse cuenta de que el fatal determinismo de verse primera y única beneficiaria de la indignación ciudadana se ha roto. La indignación que supura VOX es palpable. El mensaje de que todos los políticos son iguales vuelve con fuerza y, cómo no, a la izquierda la revienta literalmente. Un corrupto de izquierdas por cada mil es equivalente a los mil por cada mil que tienen las derechas. Y vuelta la burra al trigo.
Pero también se puede ser tozudo y vehemente con la realidad material por bandera: los acontecimientos y, por tanto, la historia, son testarudos. Y el nivel municipalista de este ciclo electoral que se nos viene debe ser una piedra angular en el intento de reconducir la izquierda a un camino sensato, lento pero continuo, difícil pero satisfactorio, desagradecido para todo, menos para la conciencia de cada uno.
Es el municipalismo el que pone de relieve la importancia de la política. Es en un municipio donde el voto “a la persona” tiene mayor relevancia. Es aquí donde los medios y el poder no pueden llevarse la política al cielo lejos de la clase trabajadora, de la clase baja. Porque en tu pueblo/ciudad verás a algún concejal por tu lado, porque sabes quiénes son y tienes referencias de ellos y ellas, incluso aunque ignores qué pasa realmente en cada pleno de cada legislatura.
Eso debería intentar la izquierda y más en concreto la confluencia. Los líderes de los actuales partidos de izquierda que están confluyendo no se pueden imaginar lo difícil que es explicar la unidad popular a tus vecinos y vecinas un lunes, porque te saltan con un “sí sí, muy bonito lo que dices, pero en la Sexta noche el otro día escuché a Fulanito decir tal o cual sobre la confluencia y eso me hace desconfiar de ustedes porque (sorpresa) al final todos los políticos sois iguales”.
No creo que Pablo Iglesias ni Alberto Garzón sepan jamás la desazón que te come el cuerpo cuando eso pasa. No lo se lo deseo ni a mi peor enemigo. Es de los pocos momentos en que abandonar y desertar parece la única opción. Pero resulta que incluso en pueblos pequeños, en zonas indómitas y casi desérticas de población, se han conseguido confluencias que funcionan, que no estallan ni tensionan, que realmente multiplican en vez de sumar o restar. Que tomen nota los de arriba, en este caso, de la izquierda.
La unidad popular, la izquierda que pretende revertir este sistema donde prima el capital y su poder, debe tener como prioridad absoluta el nivel municipal. Y como resumen final, de esta primera parte de la desnortación de la izquierda (la dimensión regional y la dimensión nacional y supranacional requieren análisis aparte) sería interesante relatar esquemáticamente la diferencia entre un concejal de Unidas Podemos respecto a los “trifachitas” y los “psociatillas”.
Tener una persona de izquierdas ejerciendo su poder político, su poder público, en la institución de la ciudad o pueblo, cambia absolutamente todo. Porque sabemos que hablamos de personas honradas y trabajadoras, personas que no se venden, sino que gastan su tiempo (y salud y dinero) en esto. Eso ya es marcar la diferencia.
No se trata de que la izquierda tenga representantes que simplemente no roben y no sean corruptos (que también cuenta) sino que esa gente, más allá de prometer una subida determinada del 6’23% en determinada partida presupuestaria, lo único que puede prometer y cumplir es dejarse el pellejo en esto. A veces literalmente, ojo, que podría enunciar multitud de casos solo en mi zona geográfica de intentos de agresión y agresiones puras y duras, de intentos de quemar la casa, de quedarte fuera de las listas (tú y tu familia cercana y no tan cercana) a todos y cada uno de los empleos o ayudas municipales que surgen. Eso existe, es real.
Con unos principios claros de izquierda un concejal o concejala puede desarrollar toda la teoría política que lleva dentro: transparencia más allá de anuncios obligados en tablones, participación más allá de ir a tomar un café para la foto con determinado barrio o asociación, feminismo más allá de un 8M festivo o tristes minutos de silencio a las puertas del ayuntamiento, ecologismo más allá de promocionar una noticia donde una gran empresa cambia bolsas de plástico por bolsas de papel…economía más allá de índices y porcentajes.
No se puede remunicipalizar el servicio del agua sin mayoría, e incluso con ella, no al día siguiente. Pero si alguien tiene duda de que un concejal de izquierdas lo mínimo que haría sería hacer partícipe a quien quiera de esa información, es que es muy de derechas o muy ignorantes. Ese debe ser el principio. Explicar que, en este caso, las subidas abusivas de servicios municipales y básicos como el agua, tiene relación con los contratos y concesiones que hace un alcalde (nunca de izquierdas) a grandes empresas.
Enlazar que los pocos euros que te van subiendo tan a poco a poco que no eres consciente del robo que significa, con los millones de euros que se lleva dicha empresa de un solo golpe. Eso es política con mayúsculas: transparencia y participación.
Para ir terminando esta parte e iniciando la próxima (niveles autonómicos y regionales) sería interesante proponer un esquema de las líneas generales de diferentes partidos o corrientes que van a concurrir a las próximas elecciones. Habiendo definido los partidos que conforman las confluencias de izquierdas, quedan fuera de esta PP, Ciudadanos, VOX y PSOE.
Aquí la contundencia no puede hacer dudar ni un ápice: el “trifachito” es consecuencia y la traidora socialdemocracia la causa.
>>Culpables del crecimiento del fascismo en España (I)<<
¿Alguien ha causado más desafecto e indignación para con la política, en Andalucía, que el PSOE? No. De ninguna manera. El auge del fascismo tiene que ver con promesas históricas incumplidas de aquellos que dicen que el capitalismo puede tener rostro humano. Y no nos engañemos, el PSOE no es que haya sido incapaz de demostrar que el neoliberalismo se puede humanizar (que también), es que mientras supuestamente intentaba eso estaban robando a manos llenas a quienes dicen defender. La sigla O en su logo es tan falsa como útil para mantener su poder.
Por tanto, la izquierda en sus confluencias debe tener esos dos ejes para atacar: al PSOE por denostar la política hasta un punto infumable, al trifachito por querer usar eso, además de para llenarse sus bolsillos (¿alguien, en su sano juicio, daría trabajo a Casado, Rivera o Abascal si tuviera que medir su inteligencia y capacidad de sacrificio?) para obtener un placer casi sexual al pretender retrasar ciertos avances sociales en materia de igualdad, diversidad y respeto.
Pero económicamente son lo mismo y más aún en el nivel municipal, izquierda, por favor, no olvides eso ni un solo segundo.