El cine, como parte fundamental del arte desde su creación, puede ser interpretado por el público de infinitas y muy variadas maneras, tanto desde su concepción como desde el estilo. De hecho, la primera piedra en el camino de cualquier crítico cultural es la subjetividad. Y aunque uno haya consumido tantas cintas e historias, sigue sin saber las preguntas que hay que formular para desentrañar qué hace especial a esa sucesión de fotogramas.
De entre todas las facetas del audiovisual más sofisticado, la conciencia social es una de las más interesantes y manidas. La narrativa de la ficción es un arma muy poderosa para la sociedad, ya que genera constructos en el imaginario colectivo tan falsos como inexorables. ¿Cuántas relaciones amorosas se han roto a causa de expectativas de película? En el cine, la historia acaba con un beso de reconciliación. En la vida real, cuando el beso acaba, hay que hacer la comida e ir a trabajar.
Sin embargo, el hecho de que estas historias tengan un poder transformador tan notable, también tiene notas positivas. En concreto, su mayor virtud, a ojos de quien esto escribe, es la adaptación del arte a los latidos culturales contemporáneos. Intentar explicar la realidad del ayer con los ojos del hoy. Porque, aunque analizar los sucesos a toro pasado no tenga demasiado mérito, sigue siendo imprescindible. Y si pensamos en una corriente social actual, la primera que debería venir a la mente, es el feminismo. Y de este modo, llegamos a Una cuestión de género.
Una historia real para un feminismo real
La película trata la vida de una jurista norteamericana, Rose Bader Ginsburg, actualmente magistrada del Tribunal Supremo de Estados Unidos, y su cruzada contra la legislación y constitución machista de los años sesenta y setenta. Es la historia de una mujer fuerte, de carácter revolucionario, que se convirtió en un ejemplo de la lucha contra el patriarcado en una sociedad tan ferozmente machista como la estadounidense.
Esta cinta, que se estrena este fin de semana, está dirigida por Mimi Leder, una cineasta que viene del mundo de la televisión (Deep Impact, El Pacificador). Por otro lado, la protagonista de esta historia basada en hechos reales, es la inconmensurable actriz Felicity Jones (Rogue One, La Teoría del Todo). Que los pesos pesados de esta producción sean mujeres no es, ni mucho menos, casual. Es la primera muestra de la intención de la cinta, antes incluso de dejar entrever la narración.
En términos estilísticos, la película no es ninguna obra maestra, como tantas otras. Tampoco destaca en ninguna faceta narrativa (en términos rítmicos) o en el apartado audiovisual. Sin embargo, su valor reside en el mensaje. En concreto, se vale de su fuerza evocadora y modificadora de los estigmas actuales. Llega a sitios mucho más interesantes que el mero feminismo como tal. Se preocupa por la búsqueda de referentes para las generaciones que vienen, e intenta explicar el pasado desde la mentalidad actual para evitar cometer errores desastrosos.
De hecho, si me permiten la intromisión en esa ardua tarea que es la maternidad, es muy recomendable que lleven al cine a sus hijas e hijos a ver esta cinta. Puede ayudarles a formarse en igualdad de una manera que carezca de paternalismo y condescendencia. Por desgracia, una vez la adolescencia nos ha dejado, nuestras mentes son demasiado herméticas, en comparación con la total plasticidad de sus cerebros abiertos al cambio.
Una cuestión de género tiene un mensaje tan marcado que se olvida de algunas de las reglas más importantes de la complejidad de personajes. Apenas podemos disfrutar de personajes grises, que se alejen del maniqueísmo de buenos contra malos. Es cierto que está basado en hechos reales, y si transformase demasiado el carácter de sus personajes, estaría pervirtiendo la historia y se tomaría demasiadas licencias. Sin embargo, se echa de menos algún personaje controvertido en el bando feminista, dada la época donde transcurren los hechos. Aun así, tiene valores muy positivos, que se valen de ese maniqueísmo que hacen del visionado de esta película, una experiencia enriquecedora.
De este modo, el peso de la búsqueda de referentes no reside exclusivamente en personajes femeninos de super heroínas (Wonder Woman, Capitana Marvel), sino en personas reales, que viven situaciones complejas en la vida de verdad. Precisamente por eso, a un servidor no le importaría que la mitad de la cartelera fueran cintas de este estilo. Ya que cada semana se estrenan películas mediocres, al menos que se centren en temas sociales importantes como este.
Por un cine que entretenga y transforme mentes.