Este 8 de marzo las mujeres realizamos una huelga laboral, estudiantil, de cuidados y de consumo. En el Día Internacional de la Mujer Trabajadora denunciamos la situación a partir de estos cuatro ejes que resumen la esencia de la desigualdad histórica y estructural de las mujeres en la sociedad.
Que la manifestación feminista ponga de relieve la situación laboral de las mujeres tiene sentido en base a distintas causas: la discriminación y el acoso sexual en los centros de trabajo, la segregación en sectores con los salarios más bajos, el techo de cristal que no nos permite acceder a puestos directivos, la penalización que se produce cuando una mujer decide ser madre o la brecha salarial.
Basándonos en este último punto, el Informe Mundial sobre Salarios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) (1) señala que las mujeres cobran un 14,9% menos que los hombres en España, aumentando la brecha hasta el 23,2% si se tiene en cuenta las ganancias por mes trabajado.
La brecha salarial como parte de una discriminación laboral intensa pero sutil
La brecha salarial forma parte de una situación discriminatoria global de la mujer frente al hombre en el ámbito laboral. Pero esta discriminación no se produce de forma directa y descarada, sino que es una penalización sutil que en algunos casos pasa desapercibida: considerar un cargo y una retribución distinta para dos personas que en realidad desempeñan un trabajo muy similar (secretaria – administrativo; cajera – reponedor) o premiar de forma subjetiva unas determinadas tareas en detrimento de otras son un ejemplo de esta discriminación laboral no explícita a la que las mujeres se enfrentan diariamente en sus trabajos.
El 75% de los empleos a tiempo parcial está realizado por mujeres, lo que supone una brecha en horas trabajadas. Según datos de la última encuesta de población activa del Instituto Nacional de Estadística (INE), correspondiente a 2018 (2), las mujeres trabajan menos horas que los hombres, alcanzando una brecha del 15,6% en este aspecto.
Nuestro sistema capitalista patriarcal, que ha derivado a las mujeres históricamente al cuidado del hogar, es – por una parte – el causante de esta brecha. Debido a la falta de corresponsabilidad en el cuidado de hijos y mayores, muchas mujeres se ven abocadas a sacrificar sus carreras profesionales en forma de excedencias o reducciones. Sin embargo, 3 de cada 4 mujeres que trabajan a tiempo parcial preferiría hacerlo a jornada completa.
Otra situación que dispara la brecha salarial es la maternidad: si antes de los 30 años los sueldos de hombres y mujeres son similares, a partir de esa edad la brecha empieza a subir entorno al 10%, llegando al 15% a partir de los 40 años.
También existe una brecha de representación en el mercado laboral: mientras 61 de cada 100 varones entre 16 y 64 años trabajan, en el caso de las mujeres es de 51 de cada 100, lo que representa un 16% de brecha por este concepto. El cuidado de hijos y de mayores a cargo, que recae de forma general sobre las mujeres, es de nuevo el punto clave de esta brecha de acceso al mundo laboral.
Otro reflejo de la discriminación radica en que las empresas con mayoría de empleadas femeninas tienden a tener salarios más bajos: las mujeres suelen ocupar trabajos y sectores tradicionalmente peor reconocidos y remunerados, con una inferior valoración social y económica. Por este motivo, las empresas en las que tradicionalmente existe una mayoría de mujeres tienden a tener unos salarios más bajos que aquellas formadas en su gran mayoría por hombres. Las mujeres están infrarrepresentadas, por ejemplo, en sectores industriales, en los que los salarios son más elevados.
Por último, la baja representación de las mujeres en puestos directivos –el famoso “techo de cristal”– y la sobrerrepresentación en las categorías laborales más bajas suponen una muestra más de la situación de la mujer en el mercado laboral. Pese a que la formación académica de las mujeres es superior, los hombres obtienen puestos de mayor responsabilidad y salario; además, todavía pocos hombres reducen su jornada y su sueldo por el cuidado de hijos o mayores y suelen recibir más complementos salariales y ascensos que sus compañeras mujeres.
En definitiva, la falta de equidad de las mujeres en el mercado laboral engloba diversas situaciones que reflejan una discriminación sistemática y estructural que tiene un origen histórico, derivado de un sistema capitalista que ha expulsado a la mujer del mercado laboral para explotarla en trabajos no remunerados dentro del hogar.
Un breve apunte histórico: ¿cuál era la situación de la mujer durante la II República y el franquismo?
- II República
Aunque la II República supuso un gran avance social en todos los sentidos, la situación de la mujer en el mercado laboral no cambió de forma tan significativa como las mismas leyes de la República propugnaron. La esperanza que produjo la llegada de la República se plasmó para las mujeres en el reconocimiento de su derecho al voto, el derecho a ser elegidas para cargos públicos, la aprobación del matrimonio civil, la ley del divorcio… En el terreno estrictamente laboral, se dictaron mejoras globales para la clase obrera como el derecho de asociación y sindicación, la jornada laboral de 8 horas, la obligatoriedad de descanso los domingos…
Sin embargo, para la gran mayoría de las mujeres trabajadoras, la II República no supuso una gran mejora en sus derechos laborales, a pesar de los principios de igualdad de su texto constitucional.
A partir del informe sobre la “Evolución laboral de las mujeres durante la II República” elaborado por la profesora de la UNED María Gloria Núñez Pérez (3), podemos destacar algunas medidas que mejoraron la situación laboral de las mujeres durante la época republicana y otras que supusieron una continuidad con épocas anteriores:
Algunas mejoras:
- La República favoreció que las mujeres pudieran permanecer en sus puestos de trabajo después de contraer matrimonio, anulando las cláusulas que extinguían el contrato de las mujeres tras casarse.
- Posibilidad de cobrar su propio salario, salvo en algunos casos.
- Derecho a la libre elección del empleo.
- Seguro de maternidad: aunque fue muy cuestionado –no tanto por su objetivo como por su forma de financiación– el seguro otorgó nuevas prestaciones a las madres trabajadoras, aunque tampoco llegó a todas ellas.
- La nueva legislación permitió a las mujeres opositar a plazas de notarías, registradoras de la propiedad, procuradoras de los tribunales y secretarias de juzgados.
Continuidad con la época anterior:
- El derecho de la mujer al trabajo siguió condicionado por su estado civil: una mujer debía tener la autorización de su marido para firmar contratos laborales. De la misma forma, a pesar de poder continuar en sus puestos tras contraer matrimonio, estar casada limitaba a las mujeres para acceder o conservar a un trabajo, puesto que siguió imperando la labor de la mujer como cuidadora de la familia.
- En algunos casos, los hombres podrían cobrar el salario de sus mujeres.
- Las mujeres siguieron sin poder acceder a puestos de organización judicial, el ejército, la policía y otros cuerpos ministeriales. Una orden de 1934 prohibió expresamente el derecho de las mujeres a opositar en la carrera fiscal y judicial y como secretarias judiciales.
- Siguieron existiendo clasificaciones de categorías laborales según el género y también diferencias salariales para un mismo trabajo según si el puesto lo desempeñaba un hombre o una mujer.
- Las empleadas del servicio doméstico siguieron sin poder beneficiarse del subsidio del paro, ya que siguieron excluidas de prácticamente la totalidad de la legislación laboral.
En definitiva, a pesar de los avances de la República y su dinámica modernizadora –que proporcionó a las mujeres derechos políticos sistemáticamente negados– el sistema republicano no consiguió avances significativos en la situación de la mujer en el mercado laboral, a pesar de los principios igualitaristas garantizados en el texto constitucional.
- Franquismo
En 1951, la OIT publicó el “Convenio sobre igualdad de remuneración” con el fin de promover la igualdad de salarios entre hombres y mujeres, un convenio que no fue firmado por España hasta 1967. En vez de adherirse a este convenio, el franquismo prefirió regirse por el “Fuero del Trabajo,” una ley que se basaba en el concepto de “salario familiar”: los hombres debían ganar un salario suficiente para mantener su casa y a su familia, mientras que el objetivo vital de las mujeres era dedicarse a las tareas del hogar, por lo que su salario, en caso de trabajar, podría ser simbólico, potenciando la brecha salarial.
Mientras la Sección Femenina impulsaba políticas “laborales” destinadas a que la mujer permaneciera en su casa cuidando de los hijos, la ley de Contrato de Trabajo de 1944 desalentó aún más la incorporación de la mujer al mercado de trabajo contemplando discriminaciones salariales legales. El sistema educativo, que reforzaba una socialización distinta de hombres y mujeres, y disposiciones como la autorización del marido para que la mujer pudiera trabajar, acentuaron aún más la discriminación de la mujer en el mercado laboral durante el franquismo.
A partir de 1961 se erradica la obligación de la mujer de abandonar su puesto de trabajo al casarse y se declara ilegal la discriminación salarial por razón de sexo, pero el concepto patriarcal de la familia y del rol de la mujer se siguen manteniendo, dificultando la equidad en el mundo laboral (4).
Según datos de M.A. Durán (5), entre 1940 y 1970 la población femenina sobre la población activa total pasó del 12 al 25%; mientras que en 1970 un 12% de las mujeres casadas trabajaban fuera del hogar. Al finalizar el franquismo, el 28% de las mujeres eran activas frente al 72% de los hombres y, de éstas, la mitad se dedicaban al sector servicios, un cuarto al sector agrario y otro cuarto a la industria.
Las diferencias salariales derivadas de este sistema patriarcal han podido evaluarse gracias a la “Encuesta de Salarios del INE”, realizada entre 1963 y 1976 con distinción entre hombres y mujeres. Las principales conclusiones que pueden extraerse del análisis de esta encuesta son (4):
- Una menor participación de la mujer en el mercado laboral durante la época franquista.
- La existencia de una brecha salarial muy abultada entre hombres y mujeres y segregación ocupacional.
- La constatación de que, conforme el país se desarrolla económicamente, la diferencia salarial por género tiende a aumentar.
- Un abanico salarial mayor de los hombres frente al de las mujeres.
- Los sectores en los que hay una presencia mayoritaria de mujeres (calzado, alimentación y textil) presentan salarios más bajos que el resto.
En definitiva, la época franquista no hace más que profundizar y acrecentar una desigualdad de la mujer frente al hombre que ha llegado hasta nuestros días. El franquismo envió de nuevo a la mujer al hogar, convirtiéndose en el mejor aliado del capitalismo al explotar a la mujer proletaria a través del trabajo no remunerado, generando un problema sistémico y estructural que aún mantenemos.
Medidas para reducir la brecha salarial
Hace escasos días, el gobierno español aprobó un decreto ley sobre igualdad laboral con el fin de paliar la discriminación que sufren las mujeres. Una de las medidas del decreto consiste en equiparar de forma progresiva los permisos de maternidad y paternidad; otra medida incluye la obligatoriedad de las empresas de registrar los sueldos de sus empleados por sexo y categoría profesional.
Sin duda, ambas son un paso positivo para la igualdad en el ámbito laboral y pueden contribuir a reducir la discriminación en las contrataciones y a destapar la brecha salarial de las empresas.
Sin embargo, aún queda mucho por hacer. La mujer, mejor formada académicamente que los hombres, debe tener mejores expectativas en su carrera profesional sin ser discriminada sistemáticamente por razón de su sexo. Las políticas de conciliación, para mujeres y hombres, son una de las mayores carencias del sistema laboral español, que prima la presencia física de los empleados por encima de su productividad. Las nuevas tecnologías, y la posibilidad que ofrecen para una mejor organización de los tiempos de trabajo, pueden ayudar en esta tarea de conciliación de hombres y mujeres. Los nuevos usos del tiempo y la racionalización de los horarios de trabajo son tareas pendientes de una sociedad que debe adoptar una forma más humana en los procesos productivos.
Por otro lado, la educación -que durante la época franquista y gracias a la Sección Femenina quiso convencer a la sociedad de que las mujeres debían quedarse en el hogar, convirtiendo a la mujer obrera en el eslabón más explotado y silenciado del sistema capitalista– debe ser la base para la igualdad. La erradicación de los estereotipos de género, la educación en igualdad y la creación de referentes femeninos en oficios tradicionalmente reservados a los hombres (investigadoras, ingenieras, programadoras…) son la clave para poder conseguir una plena igualdad laboral en el futuro y la eliminación de la brecha salarial.
(1) Resumen Informe Mundial sobre Salarios 2018 – 2019 OIT – “Qué hay detrás de la brecha salarial de género” + Informe completo
(2) Encuesta de población activa 2018 (INE)
(4) “Las diferencias salariales por género en España durante el desarrollo franquista”. Rafael Domínguez Martín y Nuria Sánchez-Sánchez. Centro de Investigaciones sociológicas. Revista Española de Investigaciones Sociológicas (REIS), Number 117, enero-marzo 2007, pp. 143-160 (18).
(5) “El trabajo de la mujer en España. Un estudio sociológico”. Durán, M.A. (1972). Madrid. Tecnos.