Cuando nos referimos a la subida de los precios en los contratos de arrendamiento de Barcelona es fácil buscar culpables: en AirBnb, en el turismo, en el gobierno, en los impuestos, en la competencia o en el alto nivel de vida de una capital. Sin embargo, más allá de los precios y la desesperación en épocas de boom inmobiliario, hay ciertos factores morales que solo son conocidos por quienes tienen que sobrevivir dentro de una jungla de especulación, contratos ilegales y, peor aún, condiciones leoninas que afectan a la vida y la dignidad de muchos arrendatarios.
Andrea trabaja de noche y regresa a casa de madrugada. Ya es primero de mes. En su cansancio recuerda que debe pagarle a su casera la renta mensual de su habitación en un piso compartido. Son 400€, 400€ por una habitación mediana con una discreta ventana que da al patio del tendal. Andrea pasa por delante de su sucursal bancaria, pero no se atreve a sacar dinero. Decide entonces que volverá cuando se despierte al mediodía. Lo decide así porque: ¿Qué sería de ella si alguien le roba lo que con tanto esfuerzo se gana? 400€ son la mitad de su salario. Además, a esas horas la calle está prácticamente vacía y las pocas personas que pasan se vuelven directamente sospechosas cuando tienes tanto que perder.
Como otros tantos residentes en pisos de alquiler en Barcelona, Andrea paga siempre en mano a su arrendadora, eso sí, sin recibo o constancia alguna de su transacción. En el apartamento que comparte con otras tres inquilinas no se admiten ni los ingresos en cuenta ni el alta en el padrón del Ayuntamiento. Tampoco se permiten las visitas, el fumar o el tener mascotas. No obstante, a diferencia de las dos primeras prohibiciones, estas últimas sí son legales cuando se especifican en contrato. Cabe explicar que tres meses es el tiempo máximo que alguien puede residir en un lugar sin necesidad de empadronarse y todo contrato regularizado que dure más de un trimestre debería permitir el alta en el padrón.
Pero a pesar de que el contrato que Andrea ha firmado no es más que una hoja escrita a mano y de no poder recibir en su casa las cartas del banco, la joven tarraconense afirma que está en una de las mejores situaciones posibles en las que puede estar un inquilino en Barcelona. “No me importan tanto los 400€ como me importan las condiciones. He estado en situaciones mucho peores por solo 30€ menos. No digo que me conforme, es un abuso…pero por ahora no encuentro nada mejor”, comenta.
El poder del oligopolio de oferta
Una gran demanda y una oferta limitada. Turismo masivo y alquileres temporales a menor precio que un hotel que a algunos arrendadores compensa más que tener a una persona o personas fijas. Salarios bajos y trabajos precarios que no logran alcanzar ni de lejos el excesivo crecimiento del precio de la vivienda en la Ciudad Condal. Trabas de los bancos para financiar hipotecas. Todos estos factores y muchos más forman parte de la levadura que ha hecho crecer el boom inmobiliario en la ciudad catalana, e incluso en sus alrededores.
Así, el precio medio del alquiler cerró el pasado 2017 en 17,5 €/m2 después de decaer dos veces y llegando incluso a alcanzar en el tercer trimestre los 18,3 €/m2, cifra más alta registrada en la historia y que supera a en un 15,7% al precio de hace 10 años. La única excepción a esta subida de precios sería el distrito de Nou Barris, único distrito de los 73 de Barcelona que incluso ha bajado de precio con respecto a la década anterior. En cuanto al resto de distritos, en general cuanto menos periféricos y mejor comunicados con el centro están, más caro se vuelve el precio de sus alquileres. Claro que también existen excepciones como Pedralbes (distrito más caro y en las afueras) y el Barrio Gótico (de los más baratos y en pleno centro turístico).
Por su parte, el que los trabajadores y familias no puedan acceder fácilmente a una hipoteca ha hecho que cada vez más personas se decidan a rubricar contratos de alquiler. Este impedimento para asumir los costes de la hipoteca, por su parte, se debe a que donde a principios de este milenio aún se financiaban viviendas al 100%, ahora, después de la crisis, ningún banco financia más de un 80%. De este modo, desde principios de los 2000 hasta ahora la firma de contratos en la capital catalana ha aumentado de menos de 40 contratos al día a 140.
Existen, aún así, otro tipo de contratos que no contabilizan dentro de las estadísticas barcelonesas. Un ejemplo son los contratos no regulados, que suelen consistir en un papel del que solo tienen conocimiento arrendador y arrendatario y que no tiene la validez legal pertinente. Se suele hacer este tipo de contrato (o no contrato) en casos de alquiler de habitación a un tercero por parte de un subarrendador.
Otro tipo de contrato que no contabiliza es aquel que se hace fuera de la ciudad de Barcelona, es decir, en sus alrededores. Es el tipo de contrato al que suelen recurrir aquellas personas que aún trabajando o estudiando en la capital no se pueden permitir los costes de vivir en la misma y recurren a buscar residencia en lugares cercanos. Este es el caso de Pedro, trabajador del automóvil que se tuvo que ir con su familia a vivir a Martorell. “Mi mujer, mi hija y yo estuvimos viviendo en Sant Boi y ahora estamos en Martorell. Barcelona es muy cara, pero también tengo que decir que la burbuja llega hasta Martorell y tampoco es barato vivir allí”, comenta.
¿Piso compartido o piso completo?
No es tan fácil conseguir una vivienda, no te engañes. En el caso de que una sola o varias personas quieran alquilar un apartamento completo el principal problema reside en asumir los costes de la inmobiliaria y la fianza, que en algunos casos llega a ser de 3 meses. Una fianza de tres meses en un piso de 900€ (precio medio sin gastos de un piso completo) correspondería a un total de 2700€ a dividir, en caso de que vayas a compartir piso, o a asumir, en caso de que quieras vivir de manera individual. Además, a eso habría que sumarle los gastos de la inmobiliaria y los propios gastos mensuales de la casa.
Sin duda, cifras que no todo el mundo se puede permitir. Esta fue la situación de Aldara, quien después de buscar durante meses apartamentos para compartir con dos amigas que, al igual que ella, iban a Barcelona a estudiar, vio que los precios eran prohibitivos para la economía de cualquier estudiante universitario: “Aún dividiendo el gasto inicial entre todas nos salía muy caro. Mis padres no se lo podían permitir”, relata la joven. “Finalmente decidimos buscar piso cada una por nuestra cuenta”.
Y efectivamente, Aldara siguió. Siguió buscando en Idealista, en Facebook; se descargó Badi. Al final encontró piso para el comienzo de su año escolar, pero no fue sencillo. “Me pasé dos semanas recorriendo Barcelona. Me gasté muchas T10 (tarjetas de 10 viajes en metro). Tuve que hacer muchos, muchos casting…”.
Pero Aldara no es precisamente estudiante de arte dramático, sino que los llamados casting no son más que entrevistas, entrevistas en las que le debes caer bien a una persona o a veces al piso entero. “Ellos te preguntan, te analizan”, dice. “Me he llegado a poner muy nerviosa, porque soy algo tímida y no es fácil dar siempre una primera buena impresión”.
Para quien busca habitación, el casting es el pan nuestro de cada día: caminar, gastar en transporte y luego llegar a un lugar que muchas veces no se corresponde con lo que habías visto en internet. Tal vez sea tu culpa por confiar en un portal llamado Idealista, que no Realista. O tal vez sea culpa de quien fotografió una habitación y te mostró otra que nada tenía que ver. O tal vez sea culpa de esos estudiantes que buscaban un nuevo compañero y se anunciaban como “Piso por 350€ gastos incluidos”, pero que al llegar te decían que había 30€ de gastos de limpieza extra e inamovibles.
“Uno se acostumbra a decepcionarse”, dice Aldara. “Me acuerdo en concreto que fui a visitar ese piso pensando que costaba 350€ con todo incluido, pero que cuando llegué me dijeron que la limpieza me costaría 30€ más y que además los muebles que estaban en la habitación eran del inquilino anterior y que o me los vendían por 100€ o que yo me comprara mis propios muebles. El piso era grande, pero el baño tenía humedades, la pared estaba desconchada y la habitación era minúscula”.
Condiciones degradantes
Pero más allá de la disminución de la calidad de vida que supone al abonar cada mes una cantidad excesiva, existen, cada vez más, condiciones que son más indignantes que los propios precios. Condiciones que sobrepasan los límites de denigración hacia personas que, por desesperación, se ven forzadas a aceptar dichas peticiones.
No es poco común ver en grupos de Facebook o en Idealista anuncios que buscan a personas que pasen el menor tiempo posible dentro de casa, o que se vayan los fines de semana, o que se encarguen de todas las tareas domésticas (sin cobrar y pagando un alquiler regular) o las peores, las que sugieren mantener relaciones sexuales como moneda de cambio. Aunque esta práctica sea más sufrida por mujeres y no se publique directamente en el anuncio, sino que el propietario te suele comentar sus intenciones cuando ya tiene tu contacto de WhatsApp.
Pero si realmente existe un tema invisibilizado y aberrante dentro de este mercado abarrotado, ese es el de las infraviviendas. Las infraviviendas se tratan generalmente de bajos de edificios habilitados como hoteles chapuceros e ilegales, consistentes en varios cuartuchos con varias camas hacinadas y sin ventilación ni condiciones higiénicas. Suelen ser alquilados a personas que no pueden ir a otros lugares, bien por falta de fianza o en muchos casos, por falta de papeles.
Turismo y regulaciones
“Es cierto que hay bloques que tienen problemas con el turismo”, nos relata Raquel, propietaria de un piso compartido en el que también reside en pleno Barrio Gótico.“Ada Colau proponía aquello de no permitir más alquileres turísticos y de regular el precio de la vivienda. Yo creo que si se hiciera lo primero, lo segundo caería solo y vendría un turismo de mayor calidad con el que no habría problemas”, continúa.
Aunque de momento no se sepa con certeza si van a existir más restricciones ni el futuro de los alquileres en la Ciudad Condal, mientras tanto podemos decir que así está el mercado y así se lo hemos contado. Puede que en el futuro mejore, pero por ahora si decides alojarte en Barcelona recuerda la máxima de tus padres: “Mientras vivas bajo este techo, pagarás lo que se te diga”. Era así. Más o menos.