El fascismo boliviano, previamente disfrazado de demócrata, está observando que los planes trazados no se están cumpliendo como se esperaba. Evo Morales y Álvaro García Linera dimitieron a causa de las amenazas y chantajes, dándoles una renuncia a todas luces nula, que los golpistas han hecho pasar como constitucional. El ejército está de su lado. Dos cuestiones importantes, sobre todo la segunda pues la primera es de una debilidad institucional tal que con una votación con quórum se puede derribar. Cosa que ya pasó ayer, cuando el Parlamento y el Senado mantuvieron el reconocimiento de Evo Morales como presidente de Bolivia.
Sin embargo, la presidenta del senado no dimitió, los parlamentarios del Movimiento Al Socialismo (MAS) han logrado llegar a la sede del poder legislativo pese a la persecución desatada contra ellos, para impedir que pudieran votar, el pueblo se está levantando de manera masiva y los sindicatos están a pocas horas de convocar una huelga general indefinida.
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La última vez que en Bolivia (marzo de 2005) se levantó El Alto -en esta ocasión hay más apoyo popular en diferentes zonas del país), y a la vez la Central Obrera Boliviana (COB) llamó a Huelga General indefinida, el gobierno de turno que en ese momento lideraba Carlos Mesa, cayó a los cuatro meses.
Ahora el contexto ha cambiado, y es menos favorable para la dictadora Jeanine Áñez de lo que fue para Carlos Mesa. En primer lugar el robo de las elecciones ha logrado levantar a más sectores sociales que hace catorce años, a causa de que esos ciudadanos ahora sí tienen algo que perder -no quieren volver a la pobreza anterior, provocada por las políticas neoliberales de los partidos golpistas-, y la Central Obrera Boliviana (COB) se ha establecido como el sindicato más poderoso del país, con el poder de cortar las principales infraestructuras del Estado Plurinacional.
El golpismo tampoco ha logrado controlar la institucionalidad boliviana, ya que el MAS cuenta con la mayoría en el poder legislativo, y ha sido la única fuerza que desde el golpe ha sesionado con quórum, lo que otorga a sus decisiones el carácter vinculante que Áñez no fue capaz de conseguir en su autoproclamación.
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En el aspecto internacional la dictadora no lo tiene mucho mejor. El golpe de estado, dado con urgencia para evitar que en un primer momento Argentina lo rechazase de manera oficial, no ha reunido los apoyos suficientes como para reconocerlo hasta que no se celebren nuevas elecciones.
Esta situación da tiempo a la diplomacia progresista (México, Uruguay, Venezuela) a forzar un diálogo entre las partes que abra la puerta a la celebración de unas elecciones dirigidas por ambas partes, lo que evitaría que los golpistas controlasen a su antojo el poder electoral, permitiendo una disputa justa por el poder ejecutivo entre los fascistas y los demócratas.
Sin embargo, el levantamiento popular, la lucha sindical e institucional parecen abrir el escenario del fracaso del golpe, con un posible regreso de Evo Morales al país como presidente de la nación.