Matanza obrera en la huelga del 70 de Granada
El 21 de julio de 1970 la policía asesinaba a tres trabajadores de la construcción en Granada. Se habían congregado en esa ciudad para reclamar unas mejores condiciones salariales en la construcción.
En Granada no había más voz efectiva que la de las grandes familias burguesas, conservadoras y pertenecientes al régimen. Las fuerzas políticas, militares, paramilitares y hasta eclesiásticas ponían todo de su parte para que así fuera. Había mucho dinero que hacer en la construcción de la Vega de Granada, por supuesto para quienes ya tenían más de lo que necesitaban. Pero la avaricia siempre crece y, a veces, rompe el saco.
En aquel entonces, en este sector, la jornada era de unas 10 horas diarias, a menudo más, y con un sueldo a todas luces insuficiente. Los contratos normalmente eran verbales, trabajando a destajo, sin protección social y con salarios inferiores a las 15 pesetas la hora.
La clase trabajadora, como es habitual, se organizaba en sindicatos. Pese a que era complejo trabajar en ello con el régimen franquista, consiguieron sentarse con la Comisión Deliberadora de la Construcción, probablemente la patronal más inflexible del estado. Las reclamaciones sindicales incluían, entre otras cosas:
- Jornada laboral diaria de 8 horas.
- Eliminación del destajo y las horas extraordinarias.
- Un sueldo de 300 pesetas diarias por peón.
- Una reducción del abanico salarial.
Las negociaciones se intentaron por activa y por pasiva, se redujeron drásticamente las exigencias, sin ser posible llegar a un acuerdo.
La gente salió a la calle para protestar y reclamar dignidad. A las 8 de la mañana del 21 de julio, se reunieron unas 4.000 personas frente a la antigua sede sindical de Avenida de la Constitución de Granada. Es la primera huelga reconocida en la ciudad desde el comienzo de la Guerra Civil.
Las obras se paralizan, se comienza a parar la ciudad. Se anuncia la huelga a voz en grito por las calles. Algunas personas se suman a la marcha, otras se esconden, esperando la represión.
La policía armada no hizo esperar su respuesta: cargaron y, al no disolverse la manifestación, comenzaron las 113 detenciones, y el fuego real que se cobró 3 vidas inocentes:
- Antonio Cristóbal Ibáñez, 43 años, marmolista de Granada.
- Manuel Sánchez Mesa, de 27 años, peón y residente en Armilla.
- Antonio Huertas Remigio, de 21 años, peón de albañil y natural de Maracena.
Tras estos hechos, la manifestación se disolvió. Al día siguiente, el 22, vuelven a comenzar los actos de protesta. Los asesinados son enterrados con la máxima discreción para evitar nuevas acciones policiales, tras negociarlo con el vicario.
En un hecho sin precedentes, el arzobispo de Granada, Benavent Escuin, que se encontraba de viaje por América, interrumpió su viaje y dio su apoyo a la causa obrera. Visitó a las familias de los asesinados y publicó una pastoral. En ella, censuraba la acción policial y defendía a los curas rojos que se aliaban con la clase obrera en esta situación. Estos sacerdotes habían sido duramente criticados por la prensa de la dictadura.
Unas 200 personas, trabajadoras de Granada, acudieron al acto religioso el día 27, celebrado en la catedral. La policía, secreta y uniformada, cerca el edificio. Sería necesaria una negociación con la policía para poder salir, dos días después.
Continúan las reuniones entre patronal y sindicato, mientras la prensa nacional criminaliza las manifestaciones. El sistema de represión laboral parece funcionar, a juicio de las autoridades franquistas, y se aplica el mismo sistema en el resto de Andalucía. Los asesinatos quedan impunes. La sentencia dictada al año siguiente no encuentra culpables.
Sin embargo, la prensa internacional y las octavillas llevan otras noticias a todos los rincones. El mundo llega a saber lo que ha sucedido y la clase obrera se mantiene firme. La presión no amaina y, tras mucho pelear, se alcanza un acuerdo.
- Se concede un descanso para el bocadillo.
- Los sueldos se aumentan a 175 pesetas por peón y 195 al oficial de primera.
- La jornada laboral se reduce a 48 horas semanales.
Aunque estos adelantos se encuentran muy lejos de las propuestas iniciales, se considera un éxito, pues supusieron el comienzo de una nueva etapa de arrancar, con mucho y continuado esfuerzo, derechos al Estado.
Hoy día en Granada se alza un monumento a la memoria de esta lucha, a esta primera huelga que abrió paso a una nueva era de exigencias y reclamaciones por una vida más justa. Está muy cerca de la antigua casa sindical, entre la Avenida de Andalucía y la de la Constitución, zona de Caleta, frente a los juzgados y muy cerca del hospital Virgen de las Nieves.
Cada año, sindicatos y partidos de izquierdas de la capital granaína se concentran en este punto, manteniendo viva la memoria y pidiendo al pueblo que siga ese ejemplo para no permitir que se les robe los derechos que tanto ha costado conseguir.