Al hablar del mito de la libre elección no está de más hacer una breve referencia bibliográfica a la obra (del mismo nombre) de Ana de Miguel. En ella se ejemplifica cómo de despiadada es esta falsa creencia. El sistema epistemológico neoliberal simple y llanamente está podrido. La libertad, a la que hace referencia de forma constante, brilla por su ausencia.
Cuando se habla de la libre elección, en este caso, se hace referencia a la libertad que tienen las mujeres de decidir sobre su cuerpo. El amplio matiz sobre el que debe pivotar el debate es el hecho de que el cuerpo femenino puede, si se atenta contra este simple principio de libertad, ser una herramienta, cosificado. Pasaría a ser un objeto en vez del conjunto cartesiano de res cogitans y res extensa.
Ante la manifestación individual de una mujer que dice ser libre debe, en primer término, ponerse el prisma marxista del materialismo dialéctico (o el análisis sociológico para los más susceptibles). Partiendo de ese punto, y con referencias tangibles sobre el desarrollo de la sociedad, no puede en ningún caso negarse que el ser y la elección se encuentran, de forma irremediable, condicionadas por una sociedad machista y patriarcal.
No obstante, en los tiempos que corren cualquier dedo señala la luna, pero ni tan solo miramos al dedo, sino a las tetas. Es por eso que dentro del neoliberalismo imperante la elección de una nos involucra a todas. Pero la realidad, lejos de ser representada por este 1% bienestante que dice hacerlo por decisión propia, muestra cómo la mayoría de las mujeres prostituidas está ejerciéndolo para dar de comer a sus familias, y probablemente siendo víctima de trata. Es por eso que la solución y el cambio deben ser drásticos, de raíz.
La gran cuestión gira entorno al concepto de la mercantilización de seres humanos. Si, las mujeres no somos al estilo rajoyano, no “somos sentimientos y tenemos personas”. Cuando estamos legalizando que una mujer venda su cuerpo estamos diciéndole a la sociedad que mercantilizar el cuerpo ajeno está bien, y que todas las mujeres nos podemos vender a un precio si estamos en una situación precaria o de necesidad.
Lejos de ser la venta de nuestra propia fuerza de trabajo (tema para el que también podríamos desarrollar una cantinela), sino que es vender carne y hueso. Mercado humano. Póngame dos.
Es precisamente esto lo que tratan y están queriendo conseguir, un mercado humano en el que las mujeres (de clase obrera) sean la incubadora de los niños de gente pudiente, los agujeros donde eyacular, etc. Luego buscamos justificaciones paranormales, suprasensibles e incluso extraterrestres al creciente, y desalentador, número de víctimas de abusos sexuales.
¿Quizá la mercantilización sexual del cuerpo femenino? ¿Quizá la libre elección? ¿Ambas?
El feminismo “de la libre elección” procede masivamente, aunque lo admitan a regañadientes porque son muy “progres”, de posiciones cómodas dentro del sistema patriarcal, pero sobretodo de dentro del capitalismo. Cegadas en la caverna platónica analizando sombras.
Está claro que estas “feministas” de postín al argumentar en pro de la prostitución, como si fuera un ejercicio libre, no muestran los porcentajes de la cantidad de mujeres que ejercen la prostitución por “voluntad propia” y aquellas que son víctimas de trata.
Como el algodón, los porcentajes no engañan, y es que sobre el 90% de las mujeres prostituidas son víctimas (o bien de la trata o bien de la pobreza). De forma superficial, con este análisis precario se acabaría el debate. Pero ante su posible contrargumentación, de reducción al absurdo: ¿Y el 10% que decide serlo por voluntad propia?
Incuestionablemente la realidad de poder elegir va un paso más allá, y es que la amplia mayoría de ese 10% también vive en una situación precaria, es decir en un contexto desigual en el que solo ven como única salida la venta de sus cuerpos. Cabe recordar, una vez más las condiciones sociales y su influencia sobre la capacidad racional y emocional.
Todo esto produce que los hombres, actualmente, crezcan con una doble moral. Por un lado que puede tener todo lo que desean incluso mujeres de carne y huesos a su disposición a cambio de dinero. Por otro lado, a su vez, desde el conservadurismo eclesiástico aún latente se les dice, como una plegaria incesante, que han de conseguir una familia, prosperar y proteger está a capa y espada.
Este es el patriarcado neoliberal en el que nos someten, en el cual pueden deshumanizar a las prostitutas, mientras se visten de princesas a las hijas.