Honduras: la oposición pelea por unas elecciones sin fraude
La izquierda hondureña está en una encrucijada de la que no es capaz de salir desde que perdió el poder en 2009, a causa de un sangriento golpe de estado. El presidente en ese momento, y último mandatario legal y legítimo del país centroamericano por ahora, Manuel Zelaya, ha estado dirigiendo la oposición al fascismo instalado en los poderes del Estado desde entonces.
Una vez que la izquierda decidió que su lucha para recuperar el poder iba a ser pacífica y mediante el único mecanismo que permite la democracia representativa (elecciones), Manuel Zelaya ha sido capaz de sostener unas masivas movilizaciones desde entonces, con las que ha ganado dos veces seguidas -sin presentarse él- los comicios electorales, tanto en 2013 como en 2017.
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Entonces, ¿cuál es el problema? Que la dictadura instalada por Roberto Micheletti concentró todos los poderes en el ejecutivo, y los siguientes gobiernos no han supuesto ninguna ruptura con el periodo golpista, de hecho los actores que apoyaron el quiebre democrático son los que han ostentado el poder desde entonces.
Ese exceso de poder ha permitido una corrupción de la democracia en Honduras, hasta el punto de usar a las fuerzas policiales como escuadrones de la muerte, reprimir manifestaciones pacíficas con fuego real (según la ONU), privatizar los recursos estratégicos y naturales, eliminar derechos laborales y sociales, y -el pilar fundamental que ancla al fascismo en el poder-, cometer fraude electoral a voluntad.
En la última ocasión incluso los expertos electorales enviados por la OEA hallaron evidencias contundentes del fraude, pero el secretario general de esa organización, Luis Almagro, silenció el informe de sus propios colaboradores. Más tarde se descubrió que el actual jefe del ejecutivo, Juan Orlando Hernández (JOH), usó fondos públicos para vencer en las elecciones. El mandatario, por cierto, vulneró la constitución al presentarse a la reelección ya que la Carta Magna del país centroamericano lo prohíbe expresamente.
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Por lo tanto, la izquierda hondureña vence en las elecciones, pero es incapaz de hacer valer en la realidad esa victoria. Por muchas movilizaciones que ha hecho, masivas todas ellas, no acumula la suficiente fuerza como para evitar el fraude. ¿Qué hacer en un contexto político de paz social, al menos por su parte? Intentar usar su fuerza parlamentaria como palanca para meter a representantes en los órganos electorales, y así tener mayores posibilidades de evitar el fraude en las siguientes.
La realidad política ha golpeado duramente a la izquierda hondureña. La dictadura liderada hoy por JOH no ha dejado que la representante del Partido Libertad y Refundación (Libre), la abogada Rixi Moncada, integre el órgano electoral, ya que sin fraude no serían capaces de mantener el poder.
La respuesta de Manuel Zelaya es la misma, mantener y aumentar la movilización popular pacífica de manera constante, y no moderar el programa político para ser asumibles por las élites que lo defenestraron hace una década. Que la oposición progresista logre la acumulación de fuerzas necesaria para hacer valer el resultado de las próximas elecciones es hoy más posible que en las anteriores citas con las urnas, a causa de que las dos fuerzas políticas que luchaban con ella por el liderazgo del campo de la izquierda (Salvador Nasralla y el Partido Liberal), se han aliado con la dictadura, dejando el campo libre a los de Manuel Zelaya.