Juan Guaidó: la manipulación mediática desplaza las coordenadas de la realidad
Desde que la izquierda transformadora española abandonó la defensa de la Revolución Bolivariana en busca de unos cuantos votos que al final no llegaron, la derecha ha ganado varias posiciones en la batalla de las ideas con respecto al país suramericano. Ya no existe un debate sobre si es una dictadura o no lo es, se da por hecho que sí, ya no se plantea que la actual situación de desabastecimiento y cortes de luz se debe a un cúmulo de factores externos e internos, no: la culpa de todo es de Nicolás Maduro.
Fruto de ese avance de posiciones de la derecha por el abandono de la izquierda, hemos llegado a justificar que Óscar Pérez lanzase bombas sobre población civil porque en el helicóptero llevaba una tela con palabras escritas contra Nicolás Maduro, quién, dicho sea de paso, le puso cama y techo, ya que el militar vivía en un piso de la Gran Misión Vivienda Venezuela (GMVV) sostenida por el gobierno socialista.
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Sin embargo ayer la muestra de la victoria del campo conservador sobre el progresista se observó cristalina. Y no ganan por una pequeña diferencia, hay un abismo que a día de hoy parece imposible de escalar. El poder legislativo venezolano -Asamblea Nacional Constituyente, ANC- dio el visto bueno a la petición del allanamiento de la inmunidad de Juan Guaidó efectuado por la justicia de Venezuela.
La derecha, comandada por su medio de comunicación de referencia, El País, mostró que su relato se ha impuesto en la realidad. Un hombre que se planta en la calle y se autoproclama presidente porque sí, dando un golpe de estado reconocido por 50 naciones de las 190 que componen el mundo, se convierte no en un delincuente que debe ser juzgado por saltarse la ley, sino en una personalidad presidencial que no debe ser tocada, porque sino, Nicolás Maduro confirmará -otra vez- que es un dictador.
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Juan Guaidó, antes de dar un golpe de estado, había formado parte de la total paralización del poder legislativo venezolano en manos de la derecha criolla, que usó ese poder ganado en las urnas para desgastar al gobierno bolivariano en vez de hacer leyes que, desde su posición política, creyeran mejores para Venezuela.
Una vez golpeó la democracia, Juan Guaidó continuó su boicot contra los venezolanos pero desde una posición de máxima responsabilidad. Es quien permite y apoya las sanciones que impiden que el gobierno de Nicolás Maduro disponga de divisas para comprar alimentos y medicinas, es él el que consiente y justifica los ataques contra el sistema eléctrico que afecta a la vida cotidiana de los ciudadanos de muchas maneras, las más peligrosas incluyen a los pacientes de los hospitales.
Hoy en día se encuentra haciendo llamados a una guerra civil y al bombardeo de EEUU sobre su país, algo que no encuentra respaldo dentro de gran parte de la propia oposición, que pese a que quiere echar a la izquierda del poder, no considera que matar a sus propios compatriotas y destrozar el país sea la manera de conseguirlo.
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Pese a comportarse de esa manera, que en cualquier país del mundo supone detención y cárcel inmediata, en Venezuela se han tardado casi tres meses en simplemente allanar su inmunidad para poder continuar una investigación sobre sus acciones, que podría acabar en juicio si Juan Guaidó no escapa del país.
Aún así los medios de comunicación de masas expresaron ayer, que retirar la inmunidad del golpista es un atentado contra la democracia, y señalaron al gobierno de Nicolás Maduro como represor por allanar la inmunidad -(pese a que han sido los poderes judicial y legislativo)- a quién pide públicamente la muerte para la mitad de la población de Venezuela. A quién deja, incluso a los suyos, sin luz y sin alimentos, solo para que las empresas estadounidenses puedan entrar a expoliar los recursos venezolanos en unas condiciones que supondrían un recorte de alta cuantía en el gasto social del país. La GMVV y los CLAPs serían insostenibles, es decir, más hambre y además, sin vivienda.