El regreso del terrorismo neonazi
Mientras en España los medios de comunicación siguen blanqueando los movimientos de ultraderecha, auxiliando el ascenso de VOX en las encuestas, y el Partido Popular y Ciudadanos compiten en discurso para ganarse los votos de los ciudadanos más extremistas del país, esta semana el terrorismo neonazi ha vuelto a golpear un país del bloque occidental.
Brenton Tarrant, un supremacista blanco australiano, aprovechó este viernes 15 de marzo para asaltar dos mezquitas en la ciudad neozelandesa de Christchurch; armado con fusiles de asalto, el terrorista retransmitió en directo en YouTube Live el primero de sus ataques, acaecido en la mezquita de Al Noor, la más grande de la principal ciudad de la Isla del Sur y que albergaba, en esos momentos, cerca de 300 personas, reunidas para los rezos del viernes. En un país en el que los musulmanes no representan ni el 2% de la población, las autoridades difícilmente podían sospechar un ataque de estas características.
Los ataques perpetrados por Tarrant guardan una gran similitud con los realizados por el ultraderechista noruego Anders Breivik, que el 22 de julio de 2011 asesinó a 77 personas en Oslo y Utøya. Ambos utilizaron explosivos (Tarrant no pudo detonarlos) y armas de fuego, además de publicar un manifiesto en el que justificaban la masacre; en el caso del australiano, este se llamaba “La gran sustitución. Hacia una nueva sociedad”, y contaba con un total de 74 páginas, en las que, a grandes rasgos, justificaba sus acciones por las muertes causadas por los “invasores extranjeros”.
De hecho, tanto en las armas como en los cargadores, Brenton Tarrant había escrito en blanco nombres, fechas, lugares y símbolos de carácter ultraderechista, como el nombre del propio Breivik o la inscripción Vienna 1683 – en referencia a la batalla de Kahlenberg –. A los lectores españoles les desagradará saber que también incluyó dos referencias que les resultarán familiares. En primer lugar aparece Don Pelayo, el héroe que inició la reconquista contra los invasores musulmanes, según los grupúsculos ultras del país; y, en segundo lugar, el nombre del militar neonazi español Josué Estébanez.
Josué Estébanez es tristemente conocido en el estado español por el brutal asesinato, el 11 de noviembre de 2007, del militante antifascista Carlos Palomino. Mientras se dirigía a una manifestación ultra convocada por Democracia Nacional, Estébanez se encontró, en la parada de Legazpi del metro de Madrid, con militantes antifascistas que se dirigían a la contramanifestación convocada por varias organizaciones de izquierdas. Cuando Carlos Palomino le señaló la sudadera que llevaba Estébanez, de la marca Three Stroke – identificada como de ideología neonazi –, el extremista le clavó una navaja en el tórax; la cuchillada afectó al corazón de Palomino, provocándole posteriormente la muerte. El militar ultraderechista todavía cumple condena por este asesinato, aunque es considerado un preso político por varias organizaciones neonazis y de extrema derecha, como es el caso de Hogar Social Madrid.
Uno de los principales problemas que padece España en la actualidad es la confusión entre libertad de expresión y expresiones ultraderechistas. La mayoría de medios de comunicación invitan sin ningún tipo de vergüenza a personas que no tienen ningún problema en expresar opiniones que se parecen muchísimo a las expresadas por Tarrant en su manifiesto. Mientras se juzga a humoristas por sonarse la nariz con la bandera de España o se procesa a particulares por hacer chistes sobre la muerte de Luis Carrero Blanco, personajes como Santiago Abascal, Arcadi Espada o Federico Jiménez Losanto pueden amenazar e insultar en antena sin ningún tipo de contrapartida.
Si esto no fuera poco, desde las instituciones se sigue fomentando el odio hacia el otro para ganar votos, sin tener en cuenta que la radicalización de la masa votante no puede frenarse tan fácilmente como su generación. Hace unos días, el flamante nuevo presidente de la Junta de Andalucía, el popular Juanma Moreno, seguía poniendo el foco de atención en Cataluña, como si la campaña electoral no hubiera terminado. Es más fácil hablar de los otros que gobernar, situando el debate en un tema que genera consensos y que evita una fiscalización del propio trabajo.
Esta conjunción, formada por los grandes medios y los principales partidos políticos de derechas, está fomentando un incremento de la radicalización entre importantes sectores de la población, como se puede apreciar en las encuestas de cara a las futuras elecciones generales y municipales. Esta radicalización, perseguida para conseguir un rédito electoral, es la que fomenta la aparición de estos movimientos neonazis y ultraderechistas, que a la larga son los que provocan la aparición del mal llamado lobo solitario.
Estos días, las principales cadenas de televisión y los periódicos más leídos del país se centran en internet y en los juegos bélicos, culpándolos de la aparición de personas que, en ocasiones, definen como enajenados violentos, desviando así la atención sobre su propia actuación. Es cierto que los foros neonazis de internet sirven para que personas de distintos países se pongan en contacto entre ellos y compartan información y experiencias. También es cierto que sirven para radicalizar a las personas, pero los ciudadanos no acostumbran a entrar en un foro ultraderechista por curiosidad: ya deben tener un elevado grado de radicalización para frecuentar estos espacios.
Como sociedad, debemos exigir a nuestras autoridades y a nuestros medios de comunicación que dejen de blanquear el fascismo, el nazismo y la extrema derecha. Estamos demasiado acostumbrados a que los hechos que ocurren en nuestro país sean minimizados o ignorados. Sin ir más lejos, el pasado domingo fue apuñalado y apalizado brutalmente un joven en León por parte de un grupo ultraderechista que, además, lo grabó en vídeo. A parte de algunos periódicos locales, ningún otro medio se ha hecho eco de la noticia.
Finalmente, es necesario tener presente que los ataques en Oslo o Christchurch no son hechos aislados; probablemente irán a más en los próximos años, consecuencia de la radicalización que se está viviendo en general en todo el mundo. A los gobiernos ultraderechistas de Polonia o Hungría se han sumado ahora los Estados Unidos de Donald Trump o el Brasil de Jair Bolsonaro. Es probable que esta radicalización también llegue a España: no podemos descartar un atentado de estas características contra una mezquita en Madrid, una concentración feminista en Valencia o una manifestación independentista en Barcelona. De hecho, reconocidos neonazis españoles como Alberto Pugilato defendían en Facebook y Twitter la acción del “camarada de Nueva Zelanda”, celebrando la acción y la inclusión en los nombres de Pelayo y Josué Estébanez. Debemos estar atentos como sociedad y hacer entender a nuestros políticos que, con la ultraderecha, no se juega.